China, Trump y la otra guerra: la del relato

Donald Trump ha vuelto a encender la maquinaria discursiva que tan bien domina. Desde que retomó la presidencia en enero de este año, su agenda internacional ha tenido un objetivo claro: reposicionar a Estados Unidos como una potencia que no cede ante nadie. Y en esa narrativa, China vuelve a ser el adversario perfecto.
En sus primeros meses, ha reforzado su retórica contra China con sanciones y declaraciones de alto voltaje. Pero más allá de las medidas específicas, lo importante es el mensaje: el conflicto con China no es solo comercial, es simbólico. Es la excusa ideal para proyectar fuerza, crear un enemigo externo y consolidar su base electoral con un discurso de protección nacionalista.
Trump no habla de balanzas ni de tratados. Habla de "defender empleos", "frenar abusos" y "recuperar el control". Lo que comunica, en realidad, es la idea de un líder que no negocia con la debilidad. Y eso, para su audiencia, es más importante que cualquier dato económico.
Desde la comunicación política, esta estrategia sigue una lógica precisa: cuando el desgaste interno aprieta, el conflicto externo une. China es su adversario predilecto porque no vota, no debate en CNN y no se defiende en inglés. Es un rival lejano pero omnipresente, con el que puede polarizar sin mayor costo político interno.
Pero, ¿ha funcionado?
Económicamente, los resultados son debatibles. Las tensiones han encarecido productos y generado fricciones en mercados clave, pero no han frenado el ascenso de China en el escenario global. Políticamente, en cambio, sí le ha funcionado: Trump ha recuperado protagonismo, reactivado su base electoral y desplazado el foco mediático de temas domésticos más delicados.
Mientras tanto, China ha optado por una estrategia narrativa muy distinta. Sin estridencias, sin tuits incendiarios, ha fortalecido alianzas en América Latina, África y el sudeste asiático. No necesita responder con el mismo tono porque su mensaje es otro: estabilidad, pragmatismo y visión de largo plazo.
La guerra comercial es solo la superficie. La verdadera batalla es por quién domina el relato global del poder. Estados Unidos apela al músculo y la confrontación; China al cálculo y la influencia.
Y como siempre, el que controla la narrativa, controla la percepción.
"La estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria.
La táctica sin estrategia es el ruido antes de la derrota."
— Sun Tzu
Porque mientras unos apuestan al impacto inmediato, otros siembran futuro con paciencia quirúrgica. En esta guerra, la que más importa no es la de los aranceles, sino la del significado.
El autor es consultor en Comunicación Política.