Cerrar el paso a los vulgares...
Vamos a reiterar lo que a muchos nos ha gustado en los últimos días, especialmente a padres de familia honorables y a quienes tienen bagaje cívico y valores, como el Gobierno federal, que en las entidades se realice un punto y aparte para que concluya la perniciosa costumbre de que, a través de la música, se pervierta la cultura.
Y es que, disfrazados de libertad, el libertinaje se enquistó en la cultura musical, donde un asunto es la tradición de contar historias y otra muy diferente hacer apología del delito y normalizar el "abuso sexual", la vulgaridad con ritmos pegadizos.
("Son muchos los indoctos que pasan plaza de sabios": Benito Jerónimo Feijóo.)
Nunca será lo mismo Chalino, Quintanilla, Las Jilguerillas, Los Cadetes de Linares, Antonio Aguilar y tantos otros, comparados con lo que ahora escuchamos en la radio, donde en extremo, se presentan a los personajes del crimen como superhéroes virtuosos a seguir.
Tampoco es lo mismo el reggae y el dancehall con la morbosa sexualización rítmica explícita. Y me dirán: "Éso siempre ha existido". Cierto, pero al menos con calidad literaria. Daré ejemplos:
"Si alguien tocase tu cuerpo como yo, no digas nada.
No vayas a decir mi nombre sin querer a la persona errada, pensando en el amor de ese momento desesperada intentar llegar al fin, y hasta en ese momento tú irás a acordarte de mí", cantaba Roberto Carlos.
O qué decir de La Casada Infiel -Nayla- de Federico García Lorca, donde se lee poéticamente:
"Yo me quité la corbata, ella se quitó el vestido,
yo el cinturón con revólver, ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío."
Y una más de Sabina, mezcla de verdad y poesía:"Peor el sol que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar, mientras un servidor le levanta la falda a la luna"... y a volar la imaginación.
"Es mejor, le pedí, que te calles, no me gusta invertir en quimeras, me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón, y después, ¿para qué más detalles? Ya sabéis, copas, risas, excesos, cómo van a caber tantos besos en una canción."
Hay libertad, sí, pero no debería permitirse para la distorsión de los valores. Por lo que, como hemos dicho, la promoción permitida en eventos públicos y en general en los medios de comunicación debe tener un punto final.
Ahora bien, quizá los límites "románticos de los corridos" sean, por mucho, Chalino y Quintanilla, pero vaya que tenemos letras que son una velada y autorizada apología de hechos indeseables.
No voy a escribir aquí ejemplos, por lo mismo que comento, pero un asunto es la historia de La Banda del Carro Rojo de Los Tigres del Norte (que ojalá ya se retiren con dignidad, pues la voz se les hizo fantasma) y otro, el tener títulos que distorsionan la mente frágil en construcción.
Incluso, estoy seguro de que, corridos como Juan Charrasqueado deberían ser eliminados por la carga machista que poco ayuda al equilibrio de valores y familia.
Pedro Infante y tantos ídolos machistas pudieron no existir en el futuro, pero sí en el pasado, donde "la hombría" era carta católicamente respaldada, y la sumisión femenina era casi un mandato divino, y nunca hay que comparar las historias de los bandidos revolucionarios o posrevolucionarios con el salvajismo.
Señoras y señores, estamos hablando de regresar a la voluntad de educar con valores bien entendidos, en civismo y respeto.
Los gobiernos de habla hispana, el de México en particular, tienen la palabra, pero la presión de los corporativos es muy alta. ¿Quiénes son? Aquí también se los decimos, además de los corporativos de radio y televisión:
Universal Music Group, Sony Music Entertainment, Warner Music Group, OCESA Seitrack, Remex Music,
Fonovisa y Disa, Monitor Latino y Promotores, Grupo Televisa y TV Azteca, Radiorama y MVS Radio, Spotify México, YouTube Music, Apple Music, por citar los más evidentes.
Nostra Política: "Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí." Immanuel Kant.
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