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El brutal feminicidio que destapa la red de tratas

El asesinato de dos jóvenes venezolanas al sur de la capital rompe el silencio sobre una de las ramas más lucrativas del crimen organizado

Stephanie, de 21 años, y Susej, de 20, en Ciudad de México este abril.El brutal feminicidio que destapa la red de tratas

Ciudad de México.- Hace poco más de un año, con brackets todavía en los dientes, Stephanie y Susej reían a bordo de un dinosaurio de plástico dentro de un centro comercial. Salen abrazadas en la puerta de un cine, frente al espejo, en Teotihuacán, en unos recreativos, formando un corazón con los brazos en la playa. Juntas, "hasta que se seque el mar", escribían con corazones en Facebook hace unas semanas. El 30 de julio, sus cuerpos aparecieron quemados en un paraje de la alcaldía Tlalpan, al sur de Ciudad de México. El brutal feminicidio de las dos jóvenes, procedentes de Maracay (Venezuela), ha destapado las cloacas de las redes de trata sexual en la capital mexicana.

Los vecinos de la colonia San Miguel Topilejo encontraron los cuerpos de las chicas y dieron la voz de alarma. Estaban ensangrentadas, con un disparo en la cabeza y señales de haber tratado de ser calcinadas. Fueron identificadas por sus tatuajes y por una ficha bancaria con la que se hacen transferencias de dinero entre Estados Unidos y América Latina. El caso podría haber pasado desapercibido en un país en el que matan a 10 mujeres cada día, pero Stephanie y Susej, de 21 y 20 años, pusieron rostro a la lacra que no quiere mirar el Gobierno mexicano: la explotación sexual de mujeres, la tercera actividad más lucrativa para el crimen organizado, después del tráfico de drogas y la venta de armas.

La investigación se revela a cuenta gotas. La Fiscalía de Ciudad de México, que indaga el doble feminicidio, sí reconoce que la muerte está relacionada con una red de trata de ciudadanas extranjeras en el país. Se presume que las mujeres pudieron ser asesinadas en otro lugar y sus cuerpos llevados en coche y arrojados en Topilejo, cerca del kilómetro 32 de la carretera México-Cuernavaca, durante la madrugada. Trataron de quemarlas para destruir cualquier tipo de evidencia. Este fin de semana, los agentes han detenido a una mujer de 19 años y a un hombre, de 24, por posesión de droga en la alcaldía Gustavo A. Madero. Ambos, de nacionalidad venezolana, están presuntamente relacionados con el crimen contra Stephanie y Susej, indica la Secretaría de Seguridad Ciudadana. "De acuerdo con los análisis de las cámaras de videovigilancia y los trabajos de investigación, el detenido fue visto en el paraje donde se localizó a las mujeres sin vida", señala el comunicado, que no da más detalles de la vinculación.

El pasado 7 de agosto, la Policía de Investigación registró dos departamentos: uno en la alcaldía Cuauhtémoc, en la colonia Buenavista —uno de los focos de prostitución en la ciudad—, y otro en Azcapotzalco, en la colonia Providencia. Uno de esos departamentos está ubicado en un edificio con ventanas polarizadas y una fuerte vigilancia de cámaras de seguridad. La Fiscalía asegura haber encontrado indicios, ropa y calzado de las chicas que podrían contribuir a resolver el caso. Las autoridades también investigan si el crimen está relacionado con la ejecución de un hombre venezolano en el popular restaurante mexicano La Casa de Toño, en una sucursal de la colonia Anzures, en el centro de la ciudad.

Detrás de estos asesinatos se asoma ahora la sombra de la migración venezolana en México, desbocada en los últimos tres años, y del Tren de Aragua, la sangrienta organización criminal venezolana, que ha encontrado en la trata sexual de mujeres un rentable negocio. Pero todavía quedan muchos cabos sueltos: ¿cómo entraron las dos jóvenes a México? ¿Con qué coartada lo hicieron? ¿Alguien autorizó su ingreso? ¿Por qué las mataron?

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Elementos de seguridad investigan el lugar donde fueron hallados los restos de las dos jóvenes, en San Andrés Topilejo.


Dos hermanas que se eligen

"Eres la hermana que pude elegir. Tú eres mi mejor amiga y definitivamente mi casa es tu segundo hogar. Eres el hombro perfecto en el que puedo desahogarme y llorar. Eres la compañera perfecta de aventuras. Te amo por siempre y para siempre", le escribe Susej a Stephanie. Era enero de 2024 y las dos jóvenes acababan de llegar a Ciudad de México. Era su última parada después de una larga ruta que empezó hace cinco años en Venezuela.

Creyentes y jóvenes, los tatuajes se entremezclan en su cuerpo: dibujos de las Chicas Superpoderosas, de mariposas y flores convivían con cruces y el nombre de Jesús. "Dios tarda pero no olvida. A pesar de todo la vida es bella", escribieron en alguno de sus muchos perfiles de Facebook. En sus selfis, a veces casi sin ropa, se ven todavía peluches rosas. Compartían publicaciones contra la violencia de género y videos en antros donde los tipos aparecen agarrados a una pistola. Pero sobre todo subían mensajes nostálgicos sobre su ciudad, Maracay; su Estado, Aragua, y en homenaje a todo lo que con los años habían dejado atrás: a la hija de siete años de Stephanie, a la hermana pequeña de Susej y a su hermano grande.

Sus últimos mensajes son del mismo día, el 28 de julio, 48 horas antes de ser asesinadas. De madrugada, Stephanie escribía sobre las elecciones de su país: "Venezuela está en tus manos, señor, manifiesta tu voluntad, amén, amén". Susej se dolía de la muerte de un amigo.

¿Cómo acabaron las dos amigas asesinadas? La Fiscalía contempla varias líneas de investigación. Hasta ahora, la teoría más fuerte para las periodistas expertas en redes de trata y organizaciones como Brigada Callejera, es que las chicas estuvieran tratando de escapar de la explotación. "No es fácil salirse. El control sobre ellas es muy fuerte y se hace de forma minuciosa, desde quién las lleva y quién las trae, hasta tener sus documentos, sus números de celular y la tarjeta donde les depositan, además de información sobre su familia", explica Arlen Palestino, la abogada de la organización. "Cómo las mataron tiene que ver con algo que los malandros llaman: Comerse la luz", dice una periodista venezolana que prefiere no dar su nombre por seguridad, "una venganza, quizá, porque quisieron escapar", apunta. "La brutalidad que utilizaron sirve como escarmiento, pero también como un mensaje muy claro para otras chicas". Su caso recuerda al caso Zona Divas, en el que fueron asesinadas varias jóvenes venezolanas en 2017, vinculadas a otra red de trata en la capital.

  • Ellas formaban parte de los casi ocho millones de venezolanos que han salido en el gran éxodo del país en los últimos años. Ahora, Nataly Maldonado, quien se presenta como la madre de las chicas, pide ayuda desesperada para poder repatriarlas a Venezuela. Sus cuerpos siguen en la morgue de Ciudad de México dos semanas después del crimen.

Las rutas de la trata

Susej y Stephanie llegaron a Bogotá a principios de 2019. Después de algo más de un año, sus caminos se separaron: la primera, más joven, pasó por Cali y Medellín, por Ecuador, antes de llegar a Lima con 17 años recién cumplidos. Ahí se reencontraron. Stephanie, un año mayor, venía desde Santiago de Chile. Ambas rutas corresponden a los movimientos habituales de migrantes venezolanas que están siendo traficadas por el Tren de Aragua.

Del país han salido estos años cientos de miles de mujeres, huyen del hambre y la pobreza. "Estamos hablando de chicas que no han podido seguir estudiando, a las que les pegó la covid-19, y fueron muy afectadas por la crisis económica en Venezuela. Suelen ser captadas a través de redes sociales con la promesa de una vida mejor", afirma la periodista venezolana experta en redes de trata.

A muchas las suelen captar nada más cruzar la frontera con Colombia. En Villa del Rosario, a unos kilómetros de Cúcuta, las empiezan a seleccionar. Las más jóvenes se convierten en "tesoros" del Tren y rápido se las llevan a Bogotá o Medellín. "Y después a otros países donde puedan sacarles más provecho, como Chile, Perú o México, donde la moneda es más fuerte", explica la periodista de investigación colombiana Natalia Herrera. La reportera, que ha estudiado durante años estas redes, explica que las organizaciones criminales llegan a invertir más en las migrantes que son menores de edad, como Susej y Stephanie, y pagan por crearles documentación falsa y moverlas entre países. La deuda para las chicas crece con cada nuevo país.