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La presencia lipán apache en las villas del norte del Nuevo Santander

Los vecindarios, principalmente ganaderos, de las villas de Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa, surtían a las incursiones apaches con caballada, carne de ganado menor y mayor, con algunas posesiones materiales y con cautivos

Interpretación de los lipán apache con arcos y carcajes con flechas en un mapa de Juan de Pagazaurtundúa,1803.La presencia lipán apache en las villas del norte del Nuevo Santander

Entre 1772 y 1776, la corona española estableció un cordón de presidios que iba desde del Golfo de México al Golfo de California; entre sus propósitos estaba mantener al norte de esa línea a las diferentes bandas de indígenas ecuestres que se dedicaban a depredar a los pueblos del serpentrión novohispano. Desde el principio de la segunda mitad del siglo XVIII, diferentes bandas lipán apache replegaron sus territorios de subsistencia hacia la costa por el río Nueces. Esa situación los hacía colindar con las villas del norte del Nuevo Santander.

Los vecindarios, principalmente ganaderos, de las villas de Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa, surtían a las incursiones apaches con caballada, carne de ganado menor y mayor, con algunas posesiones materiales y con cautivos. El litoral costero, entre los ríos Bravo y Nueces, ofrecieron a estos indígenas manadas mesteñas de caballada y de ganado mayor mostrenco, engendradas originalmente en estos vecindarios.

A finales del siglo XVIII, el historiador del virreinato, Antonio Bonilla, indicaba que, al tiempo de la fundación de las villas del norte en el Nuevo Santander, sólo se conocía a los apaches por noticias lejanas de Texas. Bonilla también informaba que el recrudecimiento de estas incursiones había empezado desde 1765.

El incremento de atracos en las provincias del Nuevo León y Santander se relacionaba con el desplazamiento anual lipán cuando asolaban esta provincia, antes de pasar a la región de San Saba, en la zona central de Texas, para la cacería del bisonte. 

De algunas fuentes documentales se desprende que las bandas apaches se acercaban a la provincia del Nuevo Santander, entre abril y julio, incursionando en sus vecindarios. De octubre a marzo se dedicaban a la cacería del bisonte en el área central de Texas.


EL BOTÍN

Según Bonilla, en ese trayecto los lipanes visitaban el área cercana a Natchitoches en Luisiana, donde probablemente intercambiaban los productos de sus botines por armas de fuego y municiones. Ya desde 1759 se conocía la adquisición de 260 rifles, muchas municiones, pólvora y algunas espadas, a través de los bidai de esa región caddo. Aparentemente, después de las incursiones de 1782 al Nuevo Santander, los lipanes intercambiaron 2000 caballos y mulas por armas y municiones en el río Guadalupe, en Texas, con algunos de sus ex enemigos de esa región.

Los capitanes y tenientes, con el cargo de justicia mayor de las villas del norte, se juntaron en Revilla en marzo de 1783, para aliviar la situación precaria de sus vecindarios ante las incursiones de los comanches, lipanes, y otros apaches. Este era apoyado desde Laredo con un contingente de tan sólo 25 soldados. Los encargados de las villas siempre se opusieron a las treguas con los lipanes, propuestas por el gobierno virreinal. 

El recrudecimiento de las hostilidades lipanes sucedió entre 1790 y 1792, cuando una partida de más de 200 indios de guerra, atacó Laredo. Soldados y pobladores estuvieron acompañados en las campañas contra los lipanes por indígenas nativos de la región, como los carrizos de Laredo, los garzas de Mier, los carrizos y cacalotes de Camargo, y los pintos y comecrudos de Reynosa.

Las hostilidades en contra de los poblados ribereños sucedieron cuando el vecindario atacó a las partidas del jefe Zapato Zas, quien murió en uno de los enfrentamientos de 1792. En las misivas al principio de 1794, el segundo conde de la Sierra Gorda (Manuel Ignacio de Escandón) adjudicaba la derrota de Zapato Zas a las milicias de los vecindarios de Revilla, Camargo, Reynosa y a la compañía de Laredo. Declaraba que, en una visita a San Antonio, era tan temido, que los capitanes grandes de los lipanes (Canoso y Bautista) inmediatamente se presentaron a pedir la paz.


Aliados

Después de 1793, los lipanes mantuvieron una relación amistosa con el vecindario norteño del Nuevo Santander —especialmente con Laredo—, de cooperación mutua contra las incursiones comanches. Durante el levantamiento independentista de México, algunas bandas lipanes participan con los realistas y otras, con los movimientos de la insurgencia en Coahuila y Texas. Después de la independencia, en agosto de 1822, el nuevo imperio mexicano pactó un convenio de diez apartados con los jefes lipanes Cuelgas de Castro y Yolcha Pocarropa, quienes prometían recíproca armonía y mutuo respeto. El imperio aprobaba a los lipanes, terrenos y agua para sembrar y agostaderos para sus caballos. Dentro de estos puntos, los lipanes se comprometían a entregar 34 cautivos y 14 individuos que habían comprado a otras bandas indígenas. Tenían la libertad de adquirir caballada mesteña y orejana, con la sola obligación de regresar los animales marcados con hierro. Por éstos, sus dueños pagarían una gratificación.

A principios de 1828, los miembros de la Comisión de Límites dirigida por Mier y Terán, observaron el ritual de paz cuando llegaban las bandas lipán a Laredo. Jean Louis Berlandier describía que antes de entrar al presidio, los lipanes mandaban un mensajero exigiendo una botella de mezcal y que alguien viniera a recibirlos. Entonces un oficial con su tropa, partía a su encuentro con pan y la botella. Era común en los puestos militares norteños, salir cabalgando con tambores y trompetas a recibir a los apaches o comanches. 

Aunque parecía arrogante, para los lipanes, el protocolo tenía sólo un significado de amistad. Esta tradición se practicó en San Antonio de Béxar, en Texas desde el siglo XVIII. En enero de 1828, Anastasio Bustamante (entonces comandante general de las Provincias Internas de Oriente), recibió en Laredo a los jefes lipanes Cuelgas de Castro y El Cojo. El primero, fue considerado uno de los jefes más estimados por los comandantes militares por su urbanidad y admirado entre su gente por sus habilidades políticas. En cambio, el segundo por su ferocidad y bandolerismo.


CAPTURAN CABALLADA

En abril de 1834, al sur del río Nueces, la banda lipán, de Cuelgas de Castro, acampaba en los bancos del arroyo San Fernando, uno de los arroyos que descargan en la bahía de Baffin,Texas. El jefe Castro se encontraba en ese momento en Matamoros, mientras que a la banda la dirigía un criollo que había vivido con ellos antes como cautivo. Se dedicaban a atrapar caballos entre el Nueces y el Bravo. En ese período, vecinos de las villas norteñas y viajeros visitaban el campamento lipán para comprarles caballos.

A los animales del vecindario, cuando eran capturados, los remarcaban con otro hierro asignado por autoridades para comerciarlos. A finales de ese mismo año, Cuelga de Castro manifestó su deseo de establecerse con 100 familias lipanes en el paraje de Carricitos en la jurisdicción de Laredo, en tierras del vecino Fernando García. Y aunque la petición fue aprobada en mayo de 1835, la idea fue abandonada.

Durante la creación de la república de Texas, los anglosajones pagaban a los lipanes, los productos que depredaban en las villas del norte a lo largo del río Bravo y en los pueblos de Nuevo León. Esto duró algunos años, hasta la llegada de las bandas comanches durante la primera mitad de los años 1840. Las bandas lipanes se vieron obligadas a retirarse al área de Goliad, en Texas, protegiéndose de antiguos rivales, donde estuvieron hasta mediados del siglo XIX. De cómo los lipanes regresaron a Coahuila, México, será contado en otra ocasión.

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Vestuarios lipán apache. Acuarela de Lino Sánchez y Tapia, basado en los dibujos de José María Sánchez y Tapia, cerca de 1828.

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Guerrero lipán apache, dibujado por miembros de la Comisión de Límites de la Frontera, cerca de 1858.