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Las accidentadas finanzas de la nueva república

La consumación de la Independencia implicó un quiebre para la economía nacional, que venía de una organizada y poderosa estructura virreinal y que fue interrumpida por 11 años de lucha armada

CIUDAD DE MÉXICO  .– Tres factores causaron el debilitamiento de las finanzas y la economía coloniales para 1821, según el ensayo Una difícil transición fiscal: Del régimen colonial al México independiente, 1750-1850, del historiador Carlos Marichal: el aumento de los gastos militares internos; la dificultad de acceder a nuevos préstamos, lo cual fue agravado por la acumulación de viejas deudas en el último tramo de la colonia; y una nueva tendencia a una mayor autonomía fiscal por parte de las tesorerías locales, lo cual representó la génesis del federalismo, plasmado en la Constitución de 1824.

Foto: Proceso.Las accidentadas finanzas de la nueva república

En la colonia estaban establecidas 24 tesorerías regionales que se encargaban de recaudar los ingresos y representaban una parte importante de la estructura de la real hacienda en la Nueva España.

Los impuestos que se cobraban se relacionaban directamente con las principales actividades económicas de la Nueva España.

Es el caso del tributo indígena, cobrado a los jefes de familia de las familias de indios que cultivaban su propia tierra, era un tributo de dos pesos de plata y eventualmente también a los campesinos que laboraban en haciendas o plantaciones, según El sistema fiscal del México colonial, también elaborado por Marichal.

De acuerdo con Ernest Sánchez Santiró, Miguel Hidalgo abolió dicho tributo mediante un decreto emitido en Guadalajara el 6 de diciembre de 1810, atendiendo a las demandas de igualdad y libertad preconizadas como máximas del movimiento independentista. Sin embargo, tal medida no se pudo aplicar y en el siglo XIX los indios pagaron sus tributos en la forma en que se hacía desde tiempos virreinales, señala en el artículo “El sistema tributario en la Nueva España”, publicado en la revista especializada Relatos e Historia en México.

La segunda fuente de ingresos para la Real Hacienda fue la de los impuestos mineros, derivados de la producción de plata y oro. La figura principal era el quinto real, que representaba 20% del valor de las barras de plata “que cobraba los reales funcionarios cuando se enteraba en la Casa de Moneda para su amonedación”, señala Marichal.

Para el siglo XVIII el valor del impuesto era solo de 10% de los metales preciosos extraídos. Según el profesor emérito del Colegio de México, las ganancias netas obtenidas de los impuestos mineros representaban hasta 36% del ingreso neto total del gobierno virreinal hacia 1790.

El 24% del total de los ingresos netos del virreinato recayeron en las alcabalas o impuestos a los productos importados, que era de 6% en la época colonial, pero en la guerra de independencia se elevó a 15%; mientras que los pulques eran los gravámenes impuestos a las bebidas alcohólicas locales.

Finalmente estaban los estancos, que eran los monopolios fiscales controlados por la colonia, como el tabaco, la pólvora, el azogue, la sal, los naipes. Hacia 1800 la fábrica estatal de tabaco empleaba hasta ocho mil trabajadores. Hacia finales de 1820 los ingresos por el tabaco promediaban un millón de pesos, de acuerdo con el ensayo Una difícil transición fiscal; del régimen colonial al México independiente, 1750-1850.

Para Sánchez Santiró, el tabaco representó la principal renta de la monarquía en América a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En los estancos y estanquillos, los consumidores adquirían las diversas variedades de tabacos como ramas, polvo, puros y cigarros a un precio oficial que compactaba el costo de producción, de expendio y las ganancias.

La estructura fiscal lograda en el México borbónico, que según el investigador de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, era una de las más poderosas y eficientes del mundo, se colapsó con la Guerra de Independencia.

“El periodo de la transición, comprendido entre 1810 y 1821, era complicado porque de alguna manera la vieja estructura centralista y vertical que se había establecido mediante alcabalas, diezmos, los impuestos al tabaco, había una dirección general y a partir de allí, había direcciones en diferentes territorios hasta que bajaba tan a lo más cotidiano y común que son los ciudadanos”, explica en entrevista con Proceso.

El también autor de la obra La reforma fiscal a los ayuntamientos novohispanos, 1765-1812, en el periodo de guerra, la recaudación se sigue manteniendo, pero se la apropian las huestes insurgentes o realistas, para comprar armas y municiones.

Eso no es todo, el movimiento encabezado por Hidalgo “no solamente lo tenemos que ver como un movimiento armado tomando posiciones, sino que las que tienen que comer tienen que, claro, también tomar agua”, apunta en entrevista Jorge Silva Riquer, integrante del Sistema Nacional de Investigadores.

La economía entró en un proceso de guerra, en donde los productores eran obligados a ceder sus productos para que no los quemen, “esto posibilita que las huestes se mantengan mucho tiempo, no solamente las cabeza de los insurgentes, sino que varios pueden movilizarse por todo el territorio y mantener la lucha y aún a pesar de las condiciones”, abunda, el doctor en historia por el Colegio de México.

“La actividad agrícola y la minera se siguen manteniendo en términos de la elevación de la productividad, en términos de unidad agrícola y de semilla sembrada. No se produce en grandes extensiones, pero las pocas extensiones mantienen el abasto de las ciudades como la zona del Bajío, que todavía hoy en día sigue siendo una de las zonas agrícolas más importantes que tenemos”.

En el caso de la minería, si bien algunas minas entran ya en franca decadencia, se produce en pequeñas cantidades pero constantes, utilizada para la acuñación de moneda, pero también la plata en lingotes sin haber sido acuñada.

“Este dato es muy interesante porque si bien no sale la misma cantidad de plata que salía entre 1750 y 1800. Entre 1810 y 1820 se ha calculado que se están exportando alrededor de ocho millones de pesos-plata del momento”, ilustra Silva Riquer.

Para principios de 1810 el endeudamiento del gobierno colonial en México, había alcanzado los 30 millones de pesos. La mitad de esa cantidad se debían a la iglesia, 12 millones a individuos particulares mientras que los restantes tres millones a individuos particulares. De acuerdo con Carlos Marichal, el dinero de la deuda sirvió a la corona para pagar gastos navales y militares de España a nivel internacional, además de los vales reales.

“Los vales reales eran títulos de la deuda pública que se colocaron entre los sectores de la población interesados en comprarlos. La Corona ofrecía a los compradores una comisión de 10%, así como intereses de 4% anual sobre el valor nominal de cada vale. Pero el Estado no sólo utilizó los vales reales para obtener en préstamo grandes cantidades de dinero, sino también como medio de pago, paralelamente a la moneda, para cubrir la escasez de circulante que había en España”, según Gisela Von Wobeser, en su libro Dominación colonial, consolidación de vales reales en Nueva España, 1804-1812.

Tras emisiones continuas de dichos vales, fueron perdiendo su valor a lo largo de los años, por lo que el gobierno colonial implantó una medida que se conoció como Consolidación de Vales Reales.

Esta consistió, principalmente, en la enajenación de bienes de instituciones educativas, de salud y de beneficencia, así como de fundaciones que tenían propósitos religiosos, como obras pías y capellanías de misas.

La medida, plasmada en el Real Decreto del 19 de septiembre 1798 sólo se refirió inicialmente a España y desde finales de 1804 se hizo extensiva a todo el imperio, señala Von Wobeser. Asimismo, se amplió posteriormente a los bienes eclesiásticos, lo que constituyó una de las principales causas del movimiento de Independencia.

Ya para 1821, después de 11 años de guerra, la hacienda pública nacional nace con un déficit muy grande.

“La guerra había dejado muy deteriorada las arcas y muchos grupos de control locales se habían quedado con los impuestos como parte de enfrentar la realidad. A partir del informe que se le encarga, se dan cuenta que hay la necesidad de ordenar todo”, explica a este semanario, Silva Riquer, quien también coordinó la investigación Las haciendas públicas estatales en México, siglo XIX y XX. Un acercamiento.

Recuerda que se abrió una discusión en términos de una división federal de impuestos.

Llegan a la conclusión los liberales que los impuestos se van a dividir en dos: los indirectos, que son todos los que se cobran al comercio, aduanas van a pasar a pertenecer al gobierno nacional. Y todos los impuestos directos sí pasarían a ser parte de los gobiernos locales como la alcabala, el diezmo, equivalentes a los gravámenes a la producción agropecuaria, a la minería y los estancos al tabaco.

Esa primera estructura fiscal federalista fue fuente de conflicto, además por su ineficiencia y la rivalidad entre burócratas fiscales y federales por la apropiación de la renta pública; al tiempo que se llevó un debilitamiento de la vieja burocracia colonial y una recesión económica permanente, según Marichal.

“La forma en cómo se organizó la Hacienda Pública e incluso la economía no cambió mucho estructuralmente entre la colonia y la guerra de Independencia, sino hasta 1857 con la promulgación de la segunda Constitución, arrastrando también un rezago social”, cavila Silva Riquer.

“La desigualdad ha sido un problema constante en México desde hace mucho tiempo atrás. Es una desigualdad que no es la misma, pero que es una constante en la economía y en el país. Máxime porque las condiciones laborales y salarios en ese momento eran bastante precarias para todo el mundo. Hay un proceso de recuperación interesante entre1830 a 1850 donde algunas actividades empiezan a recuperar esa pujanza, pero la venimos arrastrando desde hace 500 años”, concluye el sociólogo por la UNAM.



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