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Carmen Boullosa: cada libro una aventura

"En Carmen Boullosa no se puede confiar", apunta, no sin cierto conocimiento de causa, la escritora Carmen Boullosa.

 A cuatro años de haber comenzado a escribir su libro más reciente, con 19 libretas colmadas de apuntes, notas, fragmentos, mapas y dibujos, por ahora cree que lo que trae entre manos podría ser, tal vez, la versión final de una novela.

Foto ReformaCarmen Boullosa: cada libro una aventura

  • CIUDAD DE MÉXICO

 Con Carmen Boullosa, sin embargo, todos los años de planes y planes pueden cambiar de forma radical hasta el último segundo.

"Estoy escribiendo un libro, sé que estoy escribiendo un libro. Y hasta que llegue al final de ese libro voy a estar segura de que no he tomado un camino errado. Hasta que llegue al último punto voy a saber si voy a tener que reescribirlo con otro tono, con otra voz", explica.

 Novelista, poeta, narradora, ensayista, dramaturga y todo lo que quepa en medio, Boullosa (Ciudad de México, 1954) acomete cada nuevo libro con la incertidumbre por delante.

 "Para mí cada libro es una aventura nueva", declara en entrevista virtual desde su casa en Brooklyn, en la que vive cuando no está en Coyoacán.

 "Y nunca sé qué va a ser. Empiezo explorando, buscando, haciendo pequeñas notas, escribiendo en mis libretas, haciendo mis mapitas, leyendo lo que necesito para entender y leyendo poemas, porque si no el oído se pierde", confía.

 Esa apertura absoluta entre géneros literarios es uno de los aspectos destacados por el jurado del Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, que este sábado le será entregado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Yucatán (FILEY).

 "Su trayectoria, consistente desde 1978, explora los límites de los distintos géneros y aborda preocupaciones constantes de la historia de la literatura", expone el laudo del galardón para Boullosa.

 Entre sus libros más recientes, pues la lista entera abarca decenas de títulos, está la novela El libro de Eva (Alfaguara, 2020), el poemario La aguja en el pajar (Visor, 2019) y el volumen de cuentos Tres odios (Yerba Mala Cartonera, 2018).

 Y esto, claro, sin contar las numerosas colaboraciones con otros autores y artistas, además de las publicaciones individuales en diversos medios o volúmenes colectivos.

 Tampoco es sencillo enunciar sus intereses literarios, pues cada nuevo libro, como el que está escribiendo ahora, demanda mucho más que simplemente saber de qué se va a tratar.

"No sólo es una aventura de cuál es el tema, de qué va. También es la aventura de la lengua y la lengua es un universo, y todo universo es inconfiable: lo que tú no puedes manipular. La lengua es lo que más se asemeja a lo que no sabemos qué es, que es el universo", reflexiona.

 Iniciada su carrera literaria a finales de los años 70, como poeta, Carmen Boullosa es diestra en encontrar metáforas precisas para echar luz a lo que piensa, para luego descomponerlas y recomponerlas en una sola oración.

 "Cada libro es para mí una aventura total y una aventura en la que no siempre me siento segura. Tardo en sentirme segura. Tardo en poder domar ese caballo, si acaso es que un caballo, un caballo de lengua, se doma; tardo en saber qué tipo de animal es el caballo que estoy montando, si es que es caballo, si es que lo estoy montando", ilustra.

 A caballo, o no, Carmen Boullosa vive siempre de aventura en aventura.

Las obsesiones y los demonios de la escritora

 De una novela a la siguiente, Carmen Boullosa puede pasar de la Ciudad de México de su infancia al mundo de los piratas, luego a un pintora desconocida del Renacimiento, de ahí a la época de Miguel de Cervantes, después a pergeñar con la propia pluma el libro que habría escrito Ana Karenina y, por último, a enmendarle la plana a la Biblia.

 "Yo digo que siempre estoy persiguiendo a mis demonios, o mis demonios me están persiguiendo a mí, pero si fuesen demonios con nombre y apellido, no sería escritora, tal vez sería psicoanalista, tal vez sería científica, o tal vez sería qué se yo", se pregunta.

 "Pero, como soy escritora, mis demonios no tienen nombre y apellido y yo estoy cazándoles el nombre y el apellido porque ellos a mí me persiguen, entonces me es muy difícil decir mis temas; soy muy mala vendiéndome a mí misma", concluye.

 Algunas veces, explica, lo que ocurre es que "se enamora de un misterio", como cuando se encontró en el Museo del Prado con la pintura en miniatura de una artista enterrada por la historia, Sofonisba Anguissola, que hasta ese momento desconocía, y que terminó por obsesionarla a tal grado que la retrató en La virgen y el violín (Siruela, 2008).

 Otras veces, el ambiente le dicta el tema, como cuando trabajaba una novela en Nueva York y, al experimentar la islamofobia que se vivía en la ciudad tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, le fue sugerida la época de Cervantes, que terminó relatando en La otra mano de Lepanto (FCE, 2005).

 Una aproximación posible a esta gran variedad de temas e historias la ha hecho la editorial Debolsillo con la Biblioteca Boullosa, que ha dividido sus novelas, hasta ahora, en dos tomos.

 El primero, "Infancia e invención", abarca Mejor desaparece (1987), Antes (1989), Así pensó el niño, La milagrosa (1993), Treinta años (1999), La novela perfecta (2006) y Texas, la gran ladronería (2013).

 "El mundo", segundo volumen de sus novelas reunidas, incluye Son vacas, somos puercos (1991), Duerme (1994), La otra mano de Lepanto (2005), La virgen y el violín (2008) y El libro de Ana (2016).

 "Yo sí sé qué cosas me interesan, no tengo la menor duda de qué temas me interesan, pero tengo 68 años, unos temas me interesaban cuando tenía yo 20, y aunque he seguido, de alguna manera, con mis mismas obsesiones, también es cierto que el mundo ha cambiado y yo también", dice Boullosa.

 Los demonios que la persiguen, no obstante, permanecen sin nombre o apellido.

Un diálogo con el silencio

 Todos los libros de Carmen Boullosa han sido escritos a mano y revisados por su autora, invariablemente, iniciando cada nueva lectura desde la primera palabra hasta la última, para calibrarles el ritmo.

 Dentro de su particular proceso de escritura, no obstante, destaca todo lo que precede a la escritura misma, donde la autora puede pasar varios años, como lo hace ahora con su nuevo libro, dibujando, anotando, diagramando mapas, bordando y pintando.

 "A esto yo le daba una explicación de joven poeta y creo que, posiblemente, no es una explicación equivocada: el poeta trabaja con el silencio, no sólo con las palabras, el silencio es igualmente importante", comienza.

 "El silencio con el que trabaja un poeta es, en mi caso, un silencio táctil, un silencio sensorial, un silencio de piel", pondera.

 Gran conversadora, fiestera empedernida y melómana, Boullosa tuvo que encontrar este otro tipo de silencio para dialogar consigo misma.

 "Necesito lo visual, lo practico, es parte de mi vida, y lo hago en los intersticios de la palabra, y lo necesito, porque el poeta necesita el silencio, pero ese silencio mío está teñido por esta necesidad de conversación, y como el silencio es táctil, pues ahí está, sin palabras.

 "Creo que hago mis cosas visuales, mis libros de artista, mis cosas que imprimo --aquí tengo mi prensita--, las cosas que bordo --que bordo muy mal-- pero las bordo, las que pego y pinto, todo esto que hago es porque, en el silencio, también quiero la conversación, y la tengo con lo táctil, mientras voy ganándome el espacio de las palabras", detalla

 Algo de la propensión de Boullosa por las artes visuales pudo verse en la exposición Bajo la misma falda, en el Museo Nacional de Arte, una colaboración con la artista Magali Lara --con quien ha hecho mancuerna durante décadas-- en la que se mostraron sus libros de artista.

 Aunque se dice supersticiosa y prefiere no adelantar nada de la trama del libro que escribe, sí anuncia que tiene que ver con la historia mercantil de México de finales del siglo 17 y el 18, la época del esplendor de la Nao de China.

 Estos cuatro años, con sus 19 libretas repletas, los ha pasado "bomba", pero es tiempo de acabar la fiesta.

 "A veces me enojo conmigo, en este libro que estoy trabajando, que creo que es novela, en esta novela en la que estoy trabajando, veo y veo y veo y digo: '¡Pero por qué no escribías más! ¿Por qué todo es tanta pegatina y tanta tinta, y todas estas cosas que has impreso, que has impreso en tela, que has bordado, y has cambiado, y luego vuelto a cambiar. ¡Usa ese tiempo para escribir!', me dice mi superyó", confiesa.

 "Pero, pues, mi superyó, en realidad, es un personaje bastante menor en mi vida. Le doy sus patadas y sale corriendo", dice triunfante.

 Pronto, ese libro que escribe, que podría ser una novela, podría estar llegando a su final, pero nunca se sabe del todo.

 "Creo que ahora sí ya estoy escribiendo lo que será la última versión del libro, pero en Carmen Boullosa no se puede confiar", asegura, con la sonrisa de quien se sabe en una aventura más.

***

Cambiar el orden patriarcal

 Uno de los aspectos de la obra de Carmen Boullosa destacados por el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco fue, según el laudo, la forma en la que sus personajes y estructuras "desafían las normas y fronteras establecidas por un orden patriarcal".

 La autora reconoce que esto ha sido así desde su primera novela.

 "Se llama Mejor desaparece (1987) y el que desaparece es el padre, y el padre al final se vuelve chiquitito y ya no se le encuentra entre las hojitas del pasto. O sea, sí, me temo que sí hay algo en contra del orden patriarcal", apunta.

 "Soy mujer y soy mujer de mi generación, donde todavía ser mujer nos restaba muchísimos bonos. Yo creo que las cosas para las escritoras han cambiado, por suerte, pero en mi tiempo todavía no cambiaban tanto las cosas que digamos.

 "Con todo y que había una generación previa de fantásticas feministas mexicanas, que abrieron, que pelearon, que ganaron la calle en muchos sentidos, eran pocas, pero son muy fieras, y nos abrieron espacio para nuestra voz", dice al respecto.

 La suya, expone, es una generación brillante que se unió de forma natural.

 "Mi generación, cuando empezamos a publicar, era una generación de poetas mujeres y son formidables: Coral Bracho, Gloria Gervitz, Myriam Moscona, Nelly Keoseyán, Verónica Volkow".

 "No decíamos 'ésta es una generación de mujeres', pero hacíamos algunos proyectos juntas, libros, trabajé con pintoras, gente de teatro mujeres, porque había una necesidad y había un mundo en común y había muchas cosas y la obsesión de lo que ahora llamarían, a mí me chocan esas recetas, pero pues sí, llamarían el deseo de cambiar el orden patriarcal", concluye.



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