Reynosa

El nuevo templo de Nuestra Señora de Guadalupe en 1956

Se requería un nuevo templo que fuera el orgullo de los devotos de Reynosa
  • Por: Martin Salinas Rivera
  • 15 / Diciembre / 2019 -
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El nuevo templo de Nuestra Señora de Guadalupe en 1956

Cronista Municipal de Reynosa

A mediados del siglo pasado, la sociedad reynosense concertó en derruir el viejo templo de 115 años de edad, para dar paso a un edificio que llenara las necesidades de una feligresía pujante; se requería un amplio espacio para los creyentes locales y foráneos que iban llegando a la ciudad. La edificación requería nuevas técnicas de arquitectura, que supliera las tecnologías obsoletas del siglo XIX. El recinto religioso había sido restaurado y modificado lentamente a través de los años y no aceptaba más ampliaciones.

Se requería un nuevo templo que fuera el orgullo de los devotos de Reynosa, que sobresaliera no solo dentro de la diócesis de Tamaulipas, si no que compitiera con las parroquias regionales en Monterrey y en el Valle de Texas, como la de San Juan, Texas. La respuesta de la población fue favorable en todos los niveles de la sociedad, apoyando de acuerdo a sus capacidades económicas.

Para tal efecto se hicieron todo tipo de eventos para recaudar fondos. Se rifaron coches, dos casas y hasta el mismo Cantinflas dio un espectáculo en Reynosa para apoyar a la construcción del templo. A continuación, narramos como fue el desarrollo histórico de este recinto religioso, basado en los tres cuadernos recopilados por la Sra. Bertha G. de Garza Zamora. Copia de estos documentos se encuentran resguardados en el Archivo Histórico de Reynosa.

La UFCM

En el año de 1945 se pretendía que Reynosa participara en el Magno Congreso Eucarístico de Tamaulipas. Por ese entonces la Unión Femenina Católica Mexicana (UFCM) de Reynosa trataba de reunir fondos para llevar a cabo una ampliación en el escueto templo, Nuestra Señora de Guadalupe. La UFCM había sido fundada desde 1942 con el propósito de mejorar el viejo edificio. 

En realidad, el antiguo recinto religioso ostentaba simples ventanales hechos con tablas amachimbradas que se abrían de par en par para que circulara el aire del exterior y refrescara su espacio durante los servicios. El austero templo católico, construido con sillares de caliche, había sido planeado desde la época de la Colonia en 1810, pero no se había terminado y consagrado hasta 1835, ya en tiempos republicanos; así mismo, a través del tiempo pasó por una serie de modificaciones desde sus orígenes. 

En 1945, las devotas damas recababan fondos entre los hogares de los feligreses, que eran en ese entonces guiados por el entusiasta párroco interino, el padre José Madrigal. El grupo en esos momentos formaron el Comité Pro-Congreso que se concentró en la recaudación para el magno evento; pero ellas consideraron que el templo tenía un cupo muy reducido para tal acontecimiento.

En una reunión durante la visita de don Serafín María Armora y González, obispo de Tamaulipas, las Sras. Bertha G. de Garza Zamora y Dolores Reséndez de Calderoni le solicitaron posponer su labor del Congreso y regresar a sus esfuerzos en las mejoras y reconstrucción del antiguo templo. Fue entonces que el Padre Madrigal las alentó diciéndoles que era mucho mejor opción la construcción de un nuevo templo. El prelado Armora sin titubear nombró a la Sra. Bertha como Presidenta y a la Sra. Lolita como tesorera del Comité Pro-Construcción de la nueva iglesia, apoyadas por la UFCM.

Días después desde Tampico, el 24 de julio de 1945, el obispo dio la autorización para emprender la construcción. Aunque el comité continuó la colecta con la ayuda del Padre Antonio Mares, quien había regresado a la parroquia, no se inició la construcción en ese momento. Durante la mañana del 9 de marzo de 1947, la Junta Parroquial invitó cordialmente a la feligresía a la bendición y colocación de la primera piedra del nuevo templo; acto que presidió el propio obispo. Pero no sería hasta 1949 que se recibieron los permisos de la Secretaría de Bienes Nacionales para el nuevo edificio y no fue hasta el día 19 de marzo de ese año que se inició la obra.

Los Arquitectos

En sus inicios el trabajo estuvo a cargo del arquitecto Luis Cano Frías entre 1950 y 1951. En ese período se construyó toda la cimentación, el gran muro por el lado norte, columnas y una sección de las enormes torres. En esa fase se concluyó el firme del piso del templo y la monumental cripta o sótano al fondo por la parte sur oriental de la propiedad nacional. La cripta jugó un papel importante para los feligreses durante esos años. 

Al ser derruido el antiguo templo, dejando solamente la torre del campanario, todos los servicios eclesiásticos se desarrollaron diariamente en ese sótano por varios años. La obra fue detenida por algunos meses debido a falta de fondos.

A partir de julio de 1952, el trabajo de la nueva iglesia continuó bajo el arquitecto Manuel Muñoz Malagón. En esta fase se construyeron la sacristía, el sagrario y se continuaron las torres. También se levantaron los techos parabólicos que identifican la arquitectura de este templo. 

Debido a que el Arq. Muñoz tuvo que apartarse de la ciudad a finales de 1954, el trabajo fue continuado por el arquitecto Oscar Cantú Salinas. Este joven profesionista se encargó de dirigir el enchapado de las torres y muros laterales, además del enyesado interior, la iluminación y las tres portadas. También estuvo a cargo de la impermeabilización de los techos y el embanquetado por la parte exterior. El arquitecto Cantú Salinas jugaría años más tarde un papel importante en la construcción del “Parque de béisbol López Mateos”.

Contratistas externos

Para casi todos los detalles ornamentales del templo se contrataron diferentes compañías externas. La compañía Ciudad de Carrara de la ciudad de Puebla fue contratada para los trabajos del altar, el presbiterio y el comulgatorio; elaboró un exquisito trabajo de calidad en mármol, el cuál fue instalado por la propia empresa. 

La Casa Montaña de Torreón, Coahuila, se encargó en elaborar los vitrales para la iglesia y de su instalación. Este 12 de diciembre de 2019, el maestro Fortino Cisneros Calzada acaba de publicar un interesante trabajo que lleva el nombre “Vitrales de Nuestra Señora de Guadalupe”, donde nos amplía la visión social, religiosa, histórica, político y económica del fenómeno guadalupano, no tanto local como a nivel local sino también global. 

En la parte superior del edificio se incluyeron tres enormes vitrales que interpretan la aparición mariana de Juan Diego. Cada uno de los 23 refulgentes vitrales incluye el nombre de la familia que lo donó en su época. 

El interior del templo se adornó con tres tipos de cubiertas de piso, además de la de mármol que recubre el altar, presbiterio y comulgatorio. El piso de granito es el más claro y recubre principalmente donde se encuentran las bancas de los feligreses, mientras que el pasillo central y los laterales fueron cubiertos con mosaicos de terrazo (granzón de mármol blanco manchado de negro) y lambrín de terrazo lavado con concha y cemento gris y tiras de aluminio elaborados e instalados por la Casa Rivero y Gracián de la ciudad de Monterrey, N. L. 

En esa ciudad se encargó al Sr. Eusebio González la elaboración de las primeras 52 bancas y 4 reclinatorios; además de las 12 puertas hechas con sabino americano para las tres portadas del templo, que comunica hacia el interior. 

En el exterior, las gradas o escalinatas de granito fueron hechas por el Sr. Luis Francia. Los barandales del coro fueron preparados en Reynosa por los talleres El Porvenir. Fue el Sr. Antonio Gómez quien estuvo a cargo de la pintura exterior e interior del templo, además de los acabados en bancas y puertas.

De Italia a Reynosa

Entre las obras que adquirió el Comité Pro-Construcción para el templo, en Roma, se encuentran los pequeños retablos a relieve donde se encuentra representado el viacrucis. Uno de los principales ornatos adquiridos en Italia fue el Cristo que ostenta la portada del templo, el cuál fue instalado después de su consagración.

Por encargo, la escultura fue pedida al reconocido escultor florentino Mario Moschi. La señora Bertha logró contactar a este escultor con el apoyo del Obispo de Tamaulipas, Ernesto Corripio Ahumada, y el Sr. Alfredo Torres Villanueva del Colegio Máximo de los Legionarios de Cristo en Roma.

La figura del Cristo de 1.90 m y la cruz se esculpieron de un bloque de mármol blanco de Carrara que tenía las dimensiones de 3.10 m x 2 m; tiene la peculiaridad de tener cuatro clavos en lugar de tres. El propio escultor hizo los arreglos del embarque marítimo desde Génova, Italia, al puerto de Brownsville, Texas. 

La obra fue colocada con el apoyo de Petróleos Mexicanos, quién obsequió vigas de fierro y las uñas de acero inoxidable que sostienen el crucifijo en la portada del templo. La bendición fue celebrada por el Obispo Corripio Ahumada la tarde del lunes 2 de junio de 1958, alrededor de un año y medio de la consagración del templo.

La consagración

Por fin después de 11 años se llevó acabo el Congreso Guadalupano en la ciudad de Reynosa, durante los días 8 a 12 de diciembre de 1956; consagrando el nuevo templo Guadalupano. Durante esos días se llevaron a cabo una serie de misas solemnes, eventos culturales, un desfile obrero y sesiones de estudio para las asociaciones católicas. Fue el lunes por la mañana del 10 de diciembre de 1956, cuando el Obispo Diocesano Ernesto Corripio Ahumada consagró el nuevo edificio. 

A las 22 horas del día 11de diciembre de 1956, los feligreses reunidos en la Plaza Niños Héroes iniciaron la tradicional procesión de Antorchas con bandas de música, mariachis, carros alegóricos hacia el templo. Ahí se cantaron las mañanitas a la virgen y se dio una misa a media noche. Los diferentes eventos en esa época se llevaron a cabo en el Teatro (Cine) Savoy, el Casino Montecarlo, la Escuela Secundaria José de Escandón, la Plaza Hidalgo y por supuesto en el nuevo templo de Nuestra Señora de Guadalupe.

Durante los días que duró el Congreso, se escucharon repertorios de música clásica en el templo y en otros puntos de Reynosa. Entre los diferentes intérpretes se encontraba el Presbítero Pedro Sosa Esquivel quien interpretaba en el órgano, a veces acompañando a su hermano: el famoso tenor José Sosa Esquivel. Éste era reconocido internacionalmente, pues había participado en la Ópera Metropolitana de Nueva York y en la Scala de Milán.

Hoy en día el nuevo templo, ya con sus 63 años de edad, todavía lleva el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe, que nos recuerda al primer nombre colonial de la villa, de sus orígenes franciscanos y de ese sincretismo cultural mexicano.

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