¿De dónde provenían los primeros pobladores de Reynosa durante la colonización del Nuevo Santander?
La población colonizadora consistía de 17 matrimonios integrados por parejas de españoles, cinco de mestizos, una de “pardos” (descendencia africana), cinco entre diferentes castas y ocho matrimonios no definidos. Dieciocho hogares pertenecían a nueve hombres solteros, cinco viudos y cuatro viudas
Cronista Municipal de Reynosa
Desde el punto de vista de la antropología, hay colonización cuando la población externa ocupa un territorio geográfico que ya es habitado por una sociedad inicial. Tal fue el caso durante la colonización del Nuevo Santander a mediados del siglo XVIII. Dos sociedades compartieron el territorio del bajo río Bravo: un grupo colonizador multiétnico o de castas que tenía sus orígenes en previas colonizaciones en el noreste mexicano y la otra, una población nativa emanada del prehistórico tardío, con adaptaciones de subsistencia a través de la caza y recolección.
En documentos posteriores consta que el primer asentamiento, conocido como Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa, fue fundado el 14 de marzo de 1749. La incipiente comunidad se formó río arriba a 22 km al oeste de la actual ciudad de Reynosa, donde hoy se encuentra el poblado de Reynosa Díaz. Un año después, el 16 de junio de 1750, José de Escandón ordenó la primera revista y padrón de pobladores que conformaban los 54 hogares en la recién establecida villa, sumando un total de 223 individuos.
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La población colonizadora consistía de 17 matrimonios integrados por parejas de españoles, cinco de mestizos, una de “pardos” (descendencia africana), cinco entre diferentes castas y ocho matrimonios no definidos. Dieciocho hogares pertenecían a nueve hombres solteros, cinco viudos y cuatro viudas. La lista del padrón incluía ocho sirvientes que venían integrados a cuatro de las familias colonizadoras. Éstos eran indígenas adoptados por pobladores desde niños de los grupos cazadores y recolectores de la región del noreste de México.
Revista y padrones de pobladores (censos) así como registros parroquiales en el noreste mexicano durante el siglo XVIII no mencionaban más de ocho castas en sus clasificaciones. La población que colonizó a la villa de Reynosa se clasificó en el primer padrón con sólo cuatro castas: españoles, mestizos, pardos y castizos. En el noreste mexicano el sistema de castas en el siglo XVIII era meramente protocolario y poco tenía que ver con la realidad biológica o cultural de las personas.
Los escalafones eran fácilmente superados por la posición económica de la familia. Otra manera de cambiar su estatus era a través del matrimonio. De los cinco matrimonios entre diferentes castas que llegaron a Reynosa, tres hombres mestizos y un hombre pardo estaban casados con españolas, que no eran necesariamente nativas de la península Ibérica. En la parte tardía de la época colonial, era común que se repitiera el mismo apellido en todas las castas.
Según declaraciones hechas en 1757 por el fundador de la villa, capitán Carlos Cantú, 40 familias colonizadoras habían llegado en 1749 provenientes del Pilón (Montemorelos), Cadereyta, Sabinos (Sabinas Hidalgo), Pesquería Grande (García) del Nuevo Reino de León. Aunque no lo menciona el capitán Cantú, algunos pobladores venían también de Cerralvo. Para entender el origen de estas familias hay que remontarse a las ocupaciones del noreste mexicano a finales del siglo XVI. Durante los 172 años previos a la colonización del Nuevo Santander, habían llegado pobladores al territorio del noreste de México de origen europeo, africano e indígenas de varias partes de Mesoamérica. Entre los que destacaban principalmente individuos de descendencia española, africana, sefardita y tlaxcalteca.
Sefardíes
Los sefarditas o sefardíes (judíos), que habían estado presentes en la Península Ibérica desde el Imperio Romano en el siglo III, fueron expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos, estableciéndose en diferentes puntos de Europa y el norte de África. Para finales del siglo XVI los pobladores sefarditas en el noreste mexicano provenían de la “Raya de Portugal,” en lo que es la frontera del viejo Reino de León y Extremadura en España y Trás-os-Montes en Portugal. Debido a la persecución en Portugal de 1506, algunos sefardíes regresaron a España infiltrándose a través de los puertos sureños para pasar al Continente Americano. En la documentación de la época son reconocidos en la Nueva España bajo el sinónimo de portugués, judeo-portugués, judaizante o cripto-judío.
Para la colonización de las 200 leguas cuadradas, que comprendían el Nuevo Reino de León, Luis Carvajal de la Cueva introdujo a mediados de 1580, en la embarcación conocida como la urca de Carvajal o la zabra Santa Catalina, 103 pasajeros de los cuales 77 eran de descendencia sefardí. Durante el intento colonizador de Carvajal desde las regiones del Pánuco y nueva Vizcaya el 68.3% de los pobladores eran de origen judío- portugués. En esta población sefardí estuvo presente tanto judíos practicantes como conversos y algunos antiguos cristianos. Los más allegados al gobernador serían procesados por la Inquisición en esa época.
Tlaxcaltecas
Uno de los pueblos aliados más viejos de los españoles, los tlaxcaltecas, se convirtieron en una de las principales fuerzas de la colonización del noreste de México durante 1590-1730. En 1591, del señorío de Tlaxcala, partieron 931 individuos que conformaban 401 familias (46 solteros y una viuda). Éstos establecieron colonias en San Luis Potosí, Zacatecas, Jalisco y Coahuila. La más lejana fue San Esteban de Saltillo fundada con 71 familias y 16 hogares de solteros del grupo de Tizatlán, la cual se convirtió en la más exitosa, proveyendo con pobladores para una expansión secundaria en el Nuevo Reino de León, Coahuila y Nueva Vizcaya.
El objetivo de estas colonizaciones era crear núcleos poblacionales de agricultores sedentarios que sirvieran de ejemplo para los grupos de cazadores y recolectores del noreste de México. Números pequeños de tlaxcaltecas participaron en la fundación de pueblos de indios y misiones en el Nuevo Reino de León: Hualahuises, así como en las misiones de Concepción, Purificación en el valle del Pilón (Montemorelos), y en la formación de la Villa de Guadalupe, inmediata a Monterrey. Fueron expertos en minería y participaron en el descubrimiento de los yacimientos de Boca de Leones y Santiago de las Sabinas. Parte de la población de Reynosa provenía de este último lugar.
Africanos
Población de descendencia africana en el noreste de México se encontraban presentes desde la penúltima década del siglo XVI; clasificados como clase dirigente (ej. escribanos), pobladores y también como esclavos. Estos últimos sustituyeron la esclavitud de indígenas desarrollada en el noreste de México, tanto para trabajos de minería como en haciendas. En los asentamientos coloniales fueron parte de la servidumbre de los hogares. Durante la primera mitad del siglo XVIII, ranchos y haciendas en la parte sur del actual Nuevo León, eran manejados por personal de descendencia africana.
Población Nativa
La Llanura Costera del Golfo de México, en la parte baja del río Bravo, fue habitada por poblaciones de cazadores recolectores. Del siglo XVII al XIX, en las riberas del río Bravo, habían hasta 49 grupos étnicos entre la desembocadura y el río San Juan. En su mayoría los grupos hablaban en lengua comecrudo y solo algunos, en las inmediaciones del río San Juan, se comunicaban en lengua cotoname. Los primeros grupos inmediatos a la primera villa de Reynosa que se conocieron fueron los comecrudos, pintos, tejones, zacatiles, nazas y narices. Durante la visita del verano de 1750, Escandón encontró 109 familias de estos indígenas que sumaban un total de 302 individuos, en las inmediaciones del nuevo asentamiento, listos para congregarse en la misión de Reynosa.
Datos etnográficos dicen que hombres y mujeres vestían poca ropa y que sus cuerpos eran adornados con pinturas y tatuajes. Éstos vivían en estructuras rústicas en forma de enramadas, varias de ellas juntas formaban pequeñas aldeas conocidas como rancherías; desde ellas salían algunos hombres a cazar animales y algunas mujeres salían a recolectar frutos, raíces y otras plantas.
La población nativa del río Bravo no fabricó cerámica o practicó la agricultura como medio de subsistencia. Fueron pocos los logros de las cosechas en la misión de San Joaquín del Monte de Reynosa, localizada tres kilómetros río arriba del actual poblado de Reynosa Díaz, donde existió más tarde la comunidad “Las Prietas” en el siglo XIX. Para los grupos indígenas del río Bravo, la colonización fue el principio del fin de su forma de vida, al reducirse sus territorios de caza y recolección.
El reclutamiento para los nuevos asentamientos del Nuevo Santander fue devastador para el Nuevo Reino de León. Tan sólo en Monterrey se redujo la población de 3000 a 600 personas durante el período de 1748 a 1754.
Las divisiones de castas que existieron durante la época colonial llegaron a su fin al concluir la Independencia de México en 1821, convirtiéndose los habitantes de Reynosa en mexicanos. En diferentes ocasiones, esta villa fronteriza ha presentado multietnicidad como resultado de pequeñas inmigraciones, resaltando en especial las décadas de 1830 y 1920. La historia fronteriza brinda un interesante espacio para las investigaciones del comportamiento humano, en los aspectos de poblamiento, colonización, inmigración y emigración.
Mural ‘’Historia de Reynosa’’, 1979. Autor: Desiderio Hernández Xochitiotzin. (Calle Melchor Ocampo esquina con Ignacio Zaragoza).
Plano donde se observa el curso del río Bravo desde la antigua Reynosa hasta la loma de San Antonio, 1767-1768.