Costoso regalo
En el caso de El Salvador, un presidente populista logró convertir una tragedia en una oportunidad de elevar su figura
La temporada de huracanes de 2020, una de las más mortíferas registradas en la historia de América Central, destruyó viviendas, cultivos y dejó a más de medio millón de personas desplazadas en toda la región. Honduras y Guatemala fueron los países más golpeados por dos huracanes que llegaron con dos semanas de diferencia y ante gobiernos incapaces de responder a una serie de tragedias que acentúan otro problema: el incremento de la migración a Estados Unidos.
Pero incluso cuando un gobierno decidió actuar en ayuda de los damnificados, la respuesta quedó opacada por su uso político, la falta de respeto al estado de derecho y la incapacidad de comprender una realidad compleja, formada por múltiples capas.
En el caso de El Salvador, un presidente populista logró convertir una tragedia en una oportunidad de elevar su figura. Cuando las tormentas golpearon al país, Bukele actuó rápidamente para demostrar que era capaz de ofrecer respuestas a cientos de personas en dos comunidades afectadas, Los Angelitos y Nueva Israel, y que esa respuesta sería apreciada por todos los salvadoreños.
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| Ines Flamenco muestra en su celular una foto de diciembre de 2020 en la que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le entrega un ramo de flores.
ANTECEDENTE
La noche del 29 de octubre, llovió tan fuerte sobre el techo de la casa de Ramón Sánchez Erroa, que cayó, como hipnotizado, en una sensación que llama “el sueño de la muerte”.
Un aluvión formado por árboles, roca y tierra había creado un tapón durante la tormenta en la ladera del volcán. Varios días de intensa lluvia se sumaron a la acumulación de agua del invierno y rompieron el dique artificial. El deslave destruyó Los Angelitos.
Sánchez Erroa recuerda aquella noche. “Me despertó una explosión”. Dice que una roca chocó contra un árbol atrás de su casa, luego temblaron las paredes y empezó a entrar el agua a su vivienda.
Sánchez y su esposa tomaron a los niños y salieron luchando contra la fuerza del agua que rodeaba su casa para buscar refugio en una posición elevada. ”Las casas se estaban yendo abajo”.
En cuestión de minutos, la bola de tierra, troncos y agua que había recorrido casi cuatro kilómetros hacia la falda del volcán se detuvo. “Todo terminó tan rápido como había comenzado”, recuerda Sánchez.
La madre de Sánchez, su hermano y sus dos sobrinos, que dormían en la casa de al lado quedaron sepultados.
En total, murieron 11 personas y desaparecieron 78 casas.
Su vecina Inés Flamenco, de 73 años, se despertó sólo para ver cómo su cocina había desaparecido y sus cabras balaban, como pidiendo ayuda, pero dijo que supo que si intentaba acercarse podría ser arrastrada y morir “con ellas”.
Comenzó a correr. Se detuvo sólo cuando se encontró el cuerpo de un vecino destrozado por el aluvión. Llora cada vez que lo recuerda.
Tras el diluvio, todo se precipitó, como en una película. Al contrario de lo que suele suceder en América Central, llegaron las respuestas, acompañadas de las cámaras del gobierno de Bukele, que lo retransmiten todo a través de sus redes sociales.
Una hora después del deslave, el Ministro de Defensa René Merino apareció en el lugar y etiquetó al presidente Bukele en Twitter para anunciar que se ponía al frente del operativo de rescate. Cientos de soldados y presos de confianza de un penal cercano comenzaron a remover el barro en búsqueda de supervivientes y cadáveres.
| Una familia trabaja en su granja, salpicada de los troncos de árboles que fueron arrastrados en un deslave el pasado octubre.
Historia de vida
Eulalia García se sorprendió al abrir el sobre. En su interior, una invitación del presidente Nayib Bukele anunciaba que al día siguiente un autobús pasaría a recoger a su familia para llevarlos a un lugar en el que se les entregaría un regalo de Navidad.
García sobrevivió a un deslave en el que murieron cuatro parientes y que se llevó por delante su casa de adobe en la ladera del volcán de San Salvador. “Será una buena manera de terminar el año después de todo lo que hemos sufrido”, le dijo a su marido, Ramón Sánchez Erroa. “Ni siquiera sé cómo estamos vivos”.
Una de sus vecinas en el caserío Los Angelitos, Inés Flamenco, se sintió tan agradecida que gastó lo que gana en tres días de trabajo para regalarle al presidente un ramo de rosas rojas y blancas, que se convertiría en la oportunidad de una gran foto para Bukele. “Quería mostrarle lo contenta que estaba”.
Pero esa alegría navideña no duraría mucho. Flamenco y varias más de las invitadas a aquella ceremonia no tardarían en descubrir que los regalos no salen gratis.
| De izquierda a derecha, Inés Flamenco, su nieto Daniel y su hijo Mauricio Flamenco, posan para una fotografía con sus animales en su caserío en Los Angelitos.