Arizona, clave en las elecciones de EU
En estado tradicionalmente conservador las encuestas muestran la posibilidad de que este martes pudiera imponerse Biden y eso pondría en serios aprietos a Trump
Phoenix, Arizona. Si el tradicional estado republicano de Arizona cae en manos demócratas, Donald Trump será despedido de la Casa Blanca. Así de “sencillo” lo pintan las métricas del sistema electoral de este país.
“El problema es que hasta octubre, Trump no lideraba en ningún estado que perdió en 2016, por lo que es problemático para Trump asegurar la reelección”.
Ambas fuerzas políticas son conscientes de lo que se juega en Arizona. Trump visitó el estado en siete ocasiones este año, mientras que el vicepresidente Mike Pence, y los candidatos demócratas, Biden y la senadora Kamala Harris, coincidieron en la capital Phoenix en la recta final de la campaña, el 28 de octubre.
Tampoco escatimaron en recursos: el gasto en publicidad en radio y televisión alcanzó cifras récord en Phoenix; ambos desembolsaron conjuntamente 44.5 millones de dólares entre agosto y el 2 de octubre, de acuerdo con la empresa OH Predictive Insights.
Con la segunda ola de coronavirus en pleno acenso, la entidad abrirá este martes las casillas a las 6:00 y las mantendrá abiertas por 13 horas.
Los especialistas anticipan niveles de participación no vistos; cuatro días antes de la elección, al concluir el proceso de voto anticipado, las autoridades habían recibido 2.3 millones de sufragios. En las presidenciales de 2016 votaron en total 2.6 millones de personas.
“Es la mayor cantidad de votos anticipados registrados en la historia de Arizona", aseguró Paul Bentz, vicepresidente de la firma HighGround Inc.
Para esta edición, se han registrado 4.28 millones de votantes, 692 mil 686 más que en 2016; aproximadamente uno de cada tres se declara independiente.
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Las encuestas de opinión ponen por delante al demócrata Biden, con más de 3.1 puntos de diferencia. El promedio de RealClearPolitics le da un punto de ventaja. Los pronósticos también favorecen a Mark Kelly, cuya candidatura es clave para arrebatar el control del Senado a los republicanos.
El gobernador Doug Ducey declaró que no dudará en sacar a la Guardia Nacional en caso de disturbios. El director del Transnational Threats Project at the Center for Strategic and International Studies, Seth Jones, no descarta la posibilidad de que el eventual triunfo de Biden desencadene acciones violentas por parte de “milicias supremacistas blancas”.
Arizona es una plaza conservadora. Desde 1952 el dominio republicano ha sido una constante, con excepción del expresidente Bill Clinton, quien en 1996 pudo romper con esa hegemonía. Los analistas explican que Clinton se llevó Arizona debido a que los republicanos dividieron su voto, entre el candidato Bob Dole y el populista de derechas, Ross Perot, del Partido de la Reforma.
En entrevista, Patrick Lukens, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas, Eastern Arizona College, afirma que Arizona es un estado “rojo” (color con el que se identifican los republicanos) por cuestiones religiosas.
“Arizona es, en muchos sentidos, una extensión de Utah. Históricamente, el grupo religioso predominante es la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Incluso aquellos que reclaman afiliación demócrata generalmente votan republicano en las elecciones nacionales”, explica.
“El segundo grupo más grande son los católicos, quienes, aunque han sido tradicionalmente demócratas, se inclinan por los republicanos por el tema del aborto. El tercero más grande son los cristianos evangélicos, quienes se han vuelto abrumadoramente republicanos desde la década de 1980”.
El profesor asociado del Departamento de Políticas y Relaciones Internacionales de la Northern Arizona University, Stephen Nuño Pérez, asocia el dominio republicano a la inercia política, a la popularidad de figuras como Barry Goldwater, quien fuera senador por casi 30 años y dejara el cargo sólo para aspirar a la presidencia.
“Su ideología ´independiente´ dejó una huella indeleble en la política de Arizona y se mantuvo cuando John McCain ocupó su puesto como senador de los Estados Unidos durante las siguientes tres décadas; él también fue visto como un político rebelde. Su popularidad y afinidad partidista siempre han influido en la población de Arizona, así como han sido un reflejo de la misma, para bien o para mal”, dice a este diario.
Si no fuera por la aparición del coronavirus Covid-19 y sus severas implicaciones en las estructuras económicas, el famoso estado de paisajes desérticos y montañosos estaría pasando desapercibido en estos comicios.
“Arizona hubiera votado por el presidente si no fuera por la pandemia y el colapso económico”, afirma Charles Coughlin, Presidente de HighGround Inc.
La sacudida económica, en combinación con la narrativa tóxica del presidente y su forma de manejar la pandemia, habrían servido de incentivos para acelerar factores con potencial para hacer de Arizona un campo de batalla electoral, como es el elemento demográfico -los latinos suman 24% de la población elegible para votar-.
“La ventaja de los republicanos en este estado ha disminuido en los últimos años por una serie de motivos. Primero, la cantidad de personas que migran aquí desde otros estados. Por ejemplo, los dos estados con el mayor número de personas que se mudan a Arizona son California y Washington, dos estados muy liberales”, indica Kim Fridkin.
“Segundo, han aumentado los latinos y suelen votar demócrata. Muchos latinos se movilizaron a causa del ex alguacil Sheriff Joe Arpaio (polémico por sus prácticas de persecución de indocumentados) y mucha gente se movilizó para derrotarlo”.
Charles Coughlin, en un foro virtual organizado por el German Marshall Fund, añadió dos factores más: el voto femenino y de las agrupaciones religiosas.
Señaló que el comportamiento de Trump ha movilizado el voto femenino en su contra, así como ha agotado la paciencia en la comunidad mormona, que tradicionalmente vota republicano, pero que es probable que disminuya en 13% su apoyo. “En una elección cerrada ese voto es crucial”, afirma.
Patrick Lukens prevé que la batalla por Arizona termine en un fallido intento demócrata. Sostiene que si bien el condado más poblado, Maricopa, muestra inclinación por los demócratas, las poblaciones rurales, incluyendo aquellas que simpatizaban con el partido de Biden, han sido persuadidas por Donald Trump.
“Puede que sea una contienda cerrada, pero pienso que Donald Trump ganará Arizona, con un amplio apoyo de los votantes latinos. Vivo y enseño en la provincia, y la mayoría de mis estudiantes latinos, así como anglosajones, apoyan a Trump”, indica.
Para el investigador, la ecuación de que los latinos le darán la victoria a Biden es equivocada. Afirma que la comunidad no es monolítica y erróneamente se piensa que para los residentes de este estado, incluyendo los mexicanos y latinos, el tema de la migración ilegal es un tema de racismo, como “lo presentan los demócratas”.
“Es ante todo laboral. Los estadounidenses descendientes de mexicanos se ven compitiendo con los inmigrantes por empleos, de manera que favorecen el cierre de la frontera tanto como los angloamericanos”.
Si bien en el universo electoral estadounidense Arizona tiene asignados únicamente 11 electores, históricamente ese número sirve para contrarrestar el peso de California, que tiene 55. “Si Arizona vota por Biden, esos pocos votos se sumarán a los de California dando un giro en todo el país a favor de los demócratas”, resalta Lukens.
Stephen Nuño tiene un cálculo distinto. Indica que probablemente Arizona terminará la jornada electoral con dos senadores demócratas, lo que sería “una gran transformación”.
También anticipa un apoyo masivo a favor del cambio por parte de la comunidad latina, debido a que “el Partido Republicano se ha visto consumido por las intolerantes fracciones partidarias de Trump que desean que Arizona vuelva a los días de Joe Arpaio”.
“Este sentimiento no tiene más cabida en el estado y los latinos se han movilizado para cambiar la política y la economía de EU”.
Asegura que si Biden obtiene más del 50% será un momento histórico, así como un indicador de los cambios demográficos y de cómo los republicanos se han distanciado de los ciudadanos.