Judas, mucho más que un traidor
Obras literarias, pinturas, ensayos y descubrimientos arqueológicos redefinen la figura bíblica estigmatizada e identificada con el mal
Pocos nombres en la historia están tan identificados con el mal como Judas Iscariote, el discípulo que traicionó a Jesús con un beso y lo entregó a una muerte segura. Sin embargo, en los últimos años, gracias a la arqueología, pero también a la literatura, la imagen del discípulo maldito del Nuevo Testamento ha cambiado profundamente para situarse en un terreno mucho más ambiguo. Como explica la catedrática de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria, Mar Marcos, “las distintas tradiciones sobre Judas ilustran una variedad de ‘cristianismos’ en la Antigüedad que fue desapareciendo por la censura de la Gran Iglesia. Con ello se perdió una rica y variada tradición textual, catalogada de apócrifa y herética”.
En ese inmenso terreno que se abre entre la fe y el mito, Judas se alza como una figura que ha despertado una mezcla de fascinación y repulsa: los pintores Carraci y Caravaggio, los autores clásicos Jorge Luis Borges, José Saramago, Anthony Burgess o Nikos Kazantzakis o los más recientes Amos Oz, Amélie Nothomb o Philip Pullman se han enfrentado a este apóstol que, pese a su fama universal, es un personaje secundario, aunque decisivo, en el Nuevo Testamento. Como en casi todos los episodios que rodean la muerte de Jesús, los Evangelios ofrecen versiones diferentes, incluso contradictorias, de los hechos.
Los motivos de la traición —las famosas 30 monedas que dan título a la nueva serie para HBO de Álex de la Iglesia, la influencia del diablo— y la forma de muerte —ahorcado o cayendo de forma patética y acabando destripado— varían entre Mateo, Juan, Marcos o Lucas. La Biblia incluye también una idea poderosa: que Jesús sabía que le iba a traicionar porque formaba parte del plan divino para su muerte y resurrección. De ahí la famosa frase: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Juan, 13:27). Tampoco es que el resto de los apóstoles queden especialmente bien en los momentos finales de Jesús. Pedro, por ejemplo, le niega tres veces.
Pero Judas cargó con toda la culpa y se convirtió en sinónimo del mal. Su papel en el desarrollo del antisemitismo ha sido enorme. La escritora estadounidense Susan Gubar, autora de Judas: A biography (2009), insiste especialmente en este hecho. “A finales de la Edad Media, se le vilipendia por completo. Se le asocia con el pueblo judío y se le utiliza para atacarlo. La traición se convierte, a partir de ese momento, en sinónimo de Judas y de los judíos estereotipados en la larga y despiadada historia del antisemitismo”, explica por correo electrónico esta profesora de la Universidad Bloomington de Indiana.
Algunos expertos creen que la idea de que Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos y que la autoridad judía, el Sanedrín, fue decisiva en su condena cuadra muy bien con el momento en que se escribieron los Evangelios canónicos, entre los años 70 y 120 de nuestra era. Dado que el cristianismo tenía que prosperar en el mundo romano, era mucho más conveniente culpar a los judíos que a la autoridad imperial. Como argumenta Simon Sebag Montefiore en Jerusalén. Una biografía, “los Evangelios, escritos o enmendados después de la destrucción del Templo en 70, acusan a los judíos y absuelven a los romanos, deseosos de mostrar su lealtad al imperio. Sin embargo, los cargos contra Jesús y el castigo en sí cuentan su propia historia: fue una operación romana”.
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Carmen Bernabé, profesora de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto, realiza una interpretación más política: “La inmensa mayoría de los exégetas actuales piensan que tanto el grupo de los 12 como el personaje de Judas tienen visos de ser históricos. Otra cosa es que los Evangelios lo presenten de formas diferentes. Cada uno de los evangelistas añade algunos desarrollos según sus propias ideas o intereses teológicos y morales: si entregó a Jesús por dinero, si era ladrón... Como un personaje histórico que estaba en el círculo de Jesús, que fuese un discípulo y que dijese dónde estaba para que los sumos sacerdotes diesen con él tiene visos de ser cierto. Probablemente era un discípulo desencantado con la línea de mesianismo que Jesús había adoptado. No era la que tenía en mente, más guerrera, más violenta, más davídica”.
El gran hallazgo arqueológico relacionado con esta figura fue el llamado Evangelio de Judas, descubierto en los años setenta en Egipto y restaurado en 2006 en un proyecto encabezado por National Geographic. Este texto gnóstico, seguramente del siglo II, ofrece una visión totalmente diferente del discípulo. Mar Marcos, que fue presidenta de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones (SECR), señala: “Hubo corrientes del cristianismo que defendieron una visión positiva de Judas, como los gnósticos, entre quienes circulaba un Evangelio de Judas que contenía revelaciones de Jesús a este discípulo privilegiado. Jesús le habría pedido que le delatara para provocar su crucifixión y resurrección, y propiciar así la salvación de la humanidad. Judas se habría sacrificado para cumplir esta misión. El texto, hallado en Egipto y escrito en copto, contiene un diálogo entre Judas y Jesús y es semejante a otros textos gnósticos contemporáneos, que son copia de los originales y que eran leídos todavía por comunidades cristianas al final de la Antigüedad”.
Lecturas sobre Judas
The Gospel According to Judas de Jeffrey Archer.
Tres versiones de Judas de Jorge Luis Borges.
Jesucristo y el juego del amor de Anthony Burgess.
Judas. A biography de Susan Gubar.
La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis.
Judas, un discípulo de Jésus de H. J. Klauck.
El buen Jesús y el Cristo malvado de Philip Pullman.
Soif de Amélie Nothomb.
Judas de Amos Oz.
El Evangelio según Jesucristo de José Saramago.
Judas: The Troubling History of the Renegade Apostle de Peter Stanford.