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La última resurrección de Johnny Cash

El hijo del Hombre de Negro recupera canciones de 1993 de su padre en ´Songwriter´, un valioso testimonio para entender que su alianza con el productor Rick Rubin fue la decisión más acertada

Johnny Cash, en un concierto en Branson (Misuri) el 4 de noviembre de 1993.La última resurrección de Johnny Cash

Es uno de los cuentos de hadas más conocidos de la música norteamericana: a principios de los noventa, Johnny Cash conoce al productor Rick Rubin y este le ayuda a reinventarse hasta el punto de resucitarle para la gran audiencia. El Hombre de Negro llega a la ancianidad revalorizándose más que nunca y ofreciendo un repertorio tan emotivo como asombroso. Sin embargo, poco se sabía de que Cash tenía otros planes para sí mismo si no se llega a cruzar con el hábil productor, que antes había abanderado una pequeña revolución en el hip hop con su trabajo con Beastie Boys y dentro del sello Def Jam Recordings.

En 1993, un año antes de publicar el célebre American Recordings, el álbum con el que el productor hallaría una fórmula de crudeza instrumental sujeta a la portentosa voz cavernosa del cantante de country, Cash había empezado a registrar unas canciones por su cuenta en los estudios LSI en Nashville, propiedad de su yerno, Mike Daniels. Eran canciones que había ido componiendo a lo largo de los últimos años y con las que confiaba poder remontar el vuelo. Apareció Rick Rubin y esas composiciones, la mayoría sin acabar, se guardaron en un cajón. John Carter Cash, hijo de la leyenda de la música estadounidense, ha abierto ese cajón y, después de años de trabajo y colaboraciones, ha confeccionado un disco: Songwriter (Universal), una obra de 11 canciones que acaba de ver la luz y muestra a un artista pleno de facultades.

Songwriter es un testimonio importante porque, más allá de su valor simbólico, dice mucho de la decisión que tomó Cash. Sin duda, el músico supo ver que su trabajo con Rubin le ofrecía una versión de sí mismo mucho más renovada y aplastante. American Recordings, compuesto por canciones propias y versiones de temas originales de Tom Waits, Kris Kristofferson o Leonard Cohen, elevaba la figura del forajido de ´I Walk the Line´ a la categoría del gran crooner anciano y sabio, como un oráculo de una América siempre contradictoria, herida por sus pecados fundacionales y en búsqueda perpetua de la ballena blanca. American Recordings inauguró una serie de discos que le llevarían a ganarse las bendiciones definitivas de la crítica especializada, incluida la de la música indie, cuyo público lo acogió con los brazos abiertos como uno de los pocos bastiones a venerar, aunque solo fuera porque su vozarrón grave, melancólico y oscuro era como escuchar el de una especie de divinidad de las tablas del Antiguo Testamento.

El disco recuperado es, por tanto, una obra menor que todo lo que dejó Cash desde su asociación con Rubin. Y, aun así, Songwriter se despliega ante el oyente como un camino interesante y abundante en pistas que le definieron. Bajo la producción de David Ferguson, el álbum va sacando todas las señas que le marcaron antes de su celebrada reinvención en American Recordings. Es como un resumen de Cash hasta 1994. Hay composiciones de ritmo saltarín e imparable, impulsado por el bajo de Dave Roe, tan propias de esos años cincuenta en Sun Records, como ´Well Alright´, ´Soldier Boy´ o ´Sing It Pretty Sue´, revisada tras haber sido grabada en 1962. También se dan baladas country como ´Have You Ever Been to Little Rock?´ o ´She Sang Sweet Baby James´. Y otra con un delicioso toque swing como ´I Love You Tonite´, una carta de amor a su esposa, June Carter. Faltaría algo de su vertiente góspel, aunque, por el contrario, se puede apreciar su actitud outlaw ungida de un canto espiritual en la inicial ´Hello Out There´, donde el guitarrista Marty Stuart deja su estupendo sello. Stuart y Roe son músicos que solían acompañar a Cash y grabaron con él en esos días, pero para completar el trabajo inacabado de Songwriter el hijo de Cash ha reclutado en la conocida como Cabaña Cash —un espacio estrecho en Tennessee donde el músico escribía, grababa y se relajaba— a otros espadas importantes como Dan Auerbach, de The Black Keys, que deja un solo blues en ´Spotlight´; y Vince Gill, que presta su voz en ´Poor Valley Girl´.

Su esposa, June Carter, andaba tan preocupada por su marido que un día llegó a comentarle que tenía que parar y reflexionar porque estaba más desorientado que nunca

Las sesiones de Songwriter sucedieron a principios de 1993.