Expolio nazi, heridas abiertas
El ´caso Pissarro´ evidencia que el saqueo sistemático perpetrado por las tropas alemanas en Europa no está resuelto
La furia ideológica de los nazis fue también una llave maestra para robar sin fin. Desde el corazón del Tercer Reich se planificó una sustracción sistemática de obras de arte de colecciones privadas y públicas en toda Europa, empezando por las familias judías alemanas. La última información sobre el expolio nazi es que un Tribunal de California ha concluido que el Museo Thyssen es el legítimo propietario de Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, un óleo de 1897 de Camille Pissarro.
Los litigantes por la propiedad del cuadro desde hace casi 25 años son los descendientes de Lilly Cassirer, su bisabuela judía, quien en 1938 se vio forzada a malvender la pintura para conseguir un visado y huir de Alemania. "La familia Cassirer ya ha dicho que va a continuar recurriendo, así que queda mucha tela que cortar y años de batalla por delante", declaró el miércoles Bernardo Cremades Jr, del bufete de abogados español que forma parte de la causa en representación de varias asociaciones judías españolas.
El debate, que trasciende fronteras, viene de lejos. Desde hace años, Anne Webber, presidenta de la Comisión para el Arte Expoliado en Europa, insiste en que hay que ser meticulosos con lo que se compra. "Es una cuestión de interés público que obras saqueadas a personas en las circunstancias más horribles cuelguen de las paredes de nuestros museos como los últimos prisioneros de guerra", afirmó en una entrevista a The Guardian en el año 2000.
Precisamente entre los años noventa y el 2000, una investigación llevada a cabo por el periodista Héctor Feliciano abrió el debate sobre la cuestión de la propiedad y el paradero de los cuadros expoliados. En aquel tiempo esta cuestión "era un capítulo abierto, con mucho secreto. Casi nadie del mundo del arte quería hablar del tema", explica. A lo largo de ocho años, Feliciano, corresponsal cultural en Europa para los diarios norteamericanos The Washington Post y Los Angeles Times, siguió las pistas de un rompecabezas con la mayoría de fichas perdidas y casi nula colaboración de las autoridades y museos. El resultado fue El museo desaparecido (Destino, 2004), una investigación que causó gran impacto en la comunidad artística y cultural francesa, primero, y en el resto de Europa y estados Unidos después.
Ahora, 20 años después, "se ha avanzaAdo mucho" según Feliciano, pero las heridas siguen abiertas. "Un museo, por definición, está fuera de contexto respecto a sus obras, y hablar es importantísimo. Hay que abrir un diálogo, conocer la biografía de cada obra de arte y la historia trenzada a ella. También la del cuadro de Pissarro", reflexiona al teléfono.
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Miguel Martorell, autor de El expolio nazi (Galaxia Gutemberg, 2020), también abunda en esta idea. Del bellísimo óleo Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia -que Pissarro pintó desde la ventana de su hotel en la plaza del Théâtre Français, en París- dice: "no podemos olvidar de dónde viene y lo que significa. No debería aplicarse una lógica de mercado normal, porque su historia va ligada al Holocausto".
En España se han dado dos casos de litigio relacionadas con el saqueo nazi, con finales más felices: el año pasado el Museo de Pontevedra devolvió a Polonia dos retablos del siglo XV atribuidos al pintor Dieric Bouts robados durante la guerra, y hace unos años el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía llegó a un acuerdo con los descendientes de David Weil, reclamantes de la obra La familia en metamorfosis, del surrealista André Masson, y se quedó con el cuadro.
Según los Principios de Washington, firmados por España junto con otros 43 países en 1998, los gobiernos se responsabilizan de investigar la historia de las obras de arte de sus museos en el periodo del expolio nazi y, en caso de reclamaciones, se comprometen a llegar un acuerdo "justo" para todas las partes en conflicto: devolución, compensación o reconocimiento histórico.
Los dos retablos del pintor Dieric Bouts, una 'Dolorosa' y un 'Ecce Homo', robados por los nazis y devueltos por el Museo de Pontevedra a Polonia en 2023.
Memoria y rapiña
Este tipo de litigios va más allá de una cuestión de la compra y venta. Robar las mejores creaciones fue un sueño de Hitler para crear el mejor museo del mundo en Linz (Austria), pero había otros objetivos. Por ejemplo, borrar sistemáticamente todo rastro de memoria judía a través de una política de requisas de sus obras de arte, pero también de objetos cotidianos como ropa, juguetes o bombillas. En enero de 1933, al poco de convertirse en canciller de Alemania, Hitler —que de joven vio cómo su solicitud de ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena fue rechazada en dos ocasiones— advirtió en una reunión en Stuttgart que era "un error pensar que la revolución nacional es solo política y económica. Es sobre todo cultural".
Según el estudio El expolio nazi: un expolio con ´recambio´ (Universidad de Barcelona, 2009), de Jone Sarriegui, las purgas nazis en la creación guardan similitudes con la idea de purga racial. Empezaron en el campo del arte, considerando "impuros" o "degenerados" los cuadros dadaístas, cubistas, expresionistas o surrealistas, todos ellos ajenos al canon "clásico" impuesto por el nazismo. De esta manera, la nueva ideología dictaba que el arte debía ser sano o puro, repleto de paisajes centroeuropeos, de hacendosos artesanos o de bellas mujeres de apariencia aria.
- "Se hace una selección de aquellas obras que interesan y el resto es eliminado o vendido (o trocado). Igual que se produce una exaltación de lo ario y se denigra, persigue o elimina al que no entra en esos cánones (judío, gitano, homosexual...), del mismo modo el arte no ´germánico´ será perseguido y eliminado", argumenta Sarriegui.