Domingo Cultural

“En el mundo griego una mujer siempre estaba en peligro, ya fuera por los hombres o los sátiros”

La ensayista y novelista británica Natalie Haynes narra en ‘Las mil naves’ la guerra de Troya a través de sus personajes femeninos, constata la espantosa violencia que se ejerce contra las heroínas de la Antigüedad
  • Por: Jacinto Antón
  • 21 / Agosto / 2022 -
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“En el mundo griego una mujer siempre estaba en peligro, ya fuera por los hombres o los sátiros”

Andrómaca cautiva, por Frederic Leighton.

Llega uno a la entrevista en Londres con la clasicista, mitógrafa, ensayista y novelista Natalie Haynes con la cabeza llena de amazonas, gorgonas, ninfas, sirenas, magas, reinas y princesas.

 

CITA

La cita es en Bloomsbury pero no como cabría suponer en el British Museum con sus extraordinarias colecciones de arte griego (de las que la autora se ha servido) y su serenidad, sino en un café que ha elegido ella del moderno Brunswick Center, un alegre y bullicioso complejo comercial de tiendas, bares y restaurantes que parece lo opuesto a las salas del venerable museo.

La opción cobra sentido cuando se piensa en que Haynes (47 años, Birmingham, “territorio peaky blinders”, recalca), es una gran y popular divulgadora del mundo clásico, en libros, prensa y radio, con un enfoque moderno en el que destaca su reivindicación, muy en la línea de los tiempos que corren, de la voz de las mujeres en los mitos griegos.

Autora de dos libros de no ficción, uno de ellos el extraordinariamente estimulante Pandora’s Jar (Picador, 2020), una revisión iluminadora de los personajes de Medea, Medusa, Pandora, Helena, Eurídice, Penélope o las amazonas, y tres novelas, es noticia por la publicación en castellano de la última de ellas, Las mil naves (Salamandra, 2022, traducción de Aurora Echevarría) —referencia a la numerosa flota aquea que zarpó contra Troya—, emocionantísima relectura de la Ilíada contada por sus personajes femeninos, desde la mismísima musa Calíope que le enmienda la plana a un estulto Homero a Hécabe (Hécuba), Casandra, Tetis, Ifigenia, Políxena, Penélope o Clitemnestra.

Realmente, aunque desde luego hay precedentes tan ilustres como los de Christa Wolf (Casandra), Marguerite Yourcenar (Pentesilea) y Margaret Atwood (Penélope), por no hablar de Eurípides (a cuya Las  troyanas, con la adición de cormoranes en la playa, debe tanto Las mil naves), pocas veces se ha visto dar voz a las heroínas de la guerra de Troya y “ponerlas por delante” con tanta fuerza, sensibilidad y pertinencia como lo hace Haynes.

Entre los buenos hallazgos, hacer que Laocoonte y sus hijos se enreden en algas y se ahoguen, describir a Afrodita como líquida, mostrar a Ulises volviendo a la manera de El regreso de Martin Guerre, o el que a los dioses les desagrade el hedor a muerte que emanamos los seres humanos.

La autora aparece con un vestido negro y, al tener el cabello del mismo color y los ojos oscuros, sugiere de entrada (y visto su tema) una Circe o una Medea.

Sin embargo, al conversar se revela una mujer vivaz y simpática, inclinada a la ironía y la broma inteligente y culta, como en sus libros (“tu secreto está a salvo conmigo, no le diré nada a Apolo”, apunta al conocer el nombre de su interlocutor). Hace bochorno en Londres, pero desde que ella se sienta con una cerveza Brewdog (que bebe directamente de la botella) y empieza a hablar como un personaje de El secreto, de Donna Tartt, una novela que le encanta, se diría que el calor procede del mismísimo incendio de Troya.

¿Con qué personaje de su novela se identifica más? “¿Con cuál te parece?”. Casandra. “Eso mismo dice mi madre”. Penélope es su segundo personaje favorito de Las mil naves: aparece en forma de cartas que le escribe a su viajero marido Ulises y que cada vez son más clarividentes, desengañadas e irónicas.

“Ulises ya está tardando, los números son los números, y son demasiados años, demasiados pretextos para no volver a casa y demasiadas aventuras horizontales, como los siete años con Circe”.

  • Haynes proyectaba hacer con la Odisea lo mismo que ha hecho con la Ilíada, pero el protagonismo de Penélope en Las mil naves lo ha vuelto, considera, innecesario.

Pese a la mucha ironía y un notable sentido del humor, recorre la conmovedora novela un pathos terrible. En particular, la violencia que se ejerce con las mujeres es espantosa.

“En el mundo griego, ser mujer era muy duro” 

“En el mundo griego, ser mujer era muy duro”, subraya la escritora.

“Tenemos por ejemplo esa idea bucólico pastoril del campo griego, pero sólo era bonito si eras un hombre; las mujeres estaban en constante riesgo ahí afuera por los hombres o los sátiros”. Heynes continúa: “A veces los clásicos parecen una horror movie, muchas escenas de Las mil naves me han sido difíciles de escribir. Probablemente la que más la de la muerte del niño Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca, con la madre tratando de impedirlo e incluso proponiendo matarlo ella misma para evitarle sufrimiento.

Los sacrificios de Ifigenia, por su propio padre el odioso Agamenón, y de Políxena, por Neoptólemo, el hijo de Aquiles, también me han resultado muy duros”.

“En el mundo griego una mujer siempre estaba en peligro, ya fuera por los hombres o los sátiros”

El sacrificio de Políxena por Neoptólemo en un vaso griego.

 

Lecturas recomendadas

Las mil naves 

Natalie Haynes  

La senda de Aristóteles 

Edith Hall 

Muros de Troya, playas de Ítaca 

Jacqueline de Romilly  

Pensar como Ulises 

Bianca Sorrentino  

Clitemnestra 

Kathleen L. Komar

Músika 

Javier Azpeitia  

Maneras trágicas de matar a una mujer 

Nicole Loraux  

Penélope y las doce criadas 

Margaret Atwood 

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