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Cómo piensan, aman, odian y matan los japoneses

Keigo Higashino, el más importante cultivador del género policial en su país ofrece reflexiones sobre lo ético, lo social y los comportamientos cotidianos en su nueva novela

Visitantes en el mirador de Azabudai Hills en Tokio, Japón, 2024.Cómo piensan, aman, odian y matan los japoneses

Como debe ser, solo en las últimas páginas de Cisne y murciélago, novela del japonés Keigo Higashino, los lectores al fin conoceremos la verdad que resulta ser la verdad verdadera (y claro que me repito con toda intención), esa que dará su sentido conclusivo a la trama por la que hemos avanzado a través de 520 páginas. Es el momento climático del relato, cuando los dos policías investigadores que han trabajado en un caso de asesinato que pronto se ha convertido en dos casos de asesinatos que al principio eran aparentemente inconexos, mientras comen en un restaurant estilo japonés, se confiesan uno a otro: “Y hasta aquí toda la verdad de este asunto. Me temo que me he alargado bastante”, dice uno, y su colega comenta: “Ni siquiera puedo explicar cómo me siento. ¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano?”. Y con esos comentarios entendemos mejor lo que nos ha pretendido decir el escritor, pues, para llegar a esa verdad, se ha extendido bastante y, ciertamente para algunos de nosotros, puede resultar difícil asimilar el comportamiento de varios de los personajes de esta novela. A menos que la asumamos en clave japonesa, creo yo.

  • Keigo Higashino es considerado el más importante cultor del género policial en su país. Autor, entre otras piezas de La devoción del Sospechoso X y La salvación de una santa (sus dos novelas que ya había leído), su carta de presentación como escritor es muy concreta y esclarecedora: “Quiero que la gente lea mis libros para comprender cómo piensan, aman y odian los japoneses”. Y cuando lo leemos comprobamos que se esfuerza en intentarlo, y mucho, pues la literatura de Higashino es cultura japonesa en estado puro y así lo volveremos a comprobar con Cisne y murciélago (Ediciones B) un libro que se ofrece como una revisitación al tema de la culpa, al crimen y al castigo, pero con códigos éticos y comportamientos personales de carácter definitivamente oriental.

Por su propia estructura, resulta difícil comentar esta novela policial sin caer en el espóiler, pues cualquier acercamiento a su trama puede develar información que condicionaría o perjudicaría su posible lectura. Solo revelaré, por ello, que se trata de la historia más enrevesada que se pueda imaginar sobre la conexión de dos asesinatos, uno ocurrido en el pasado (1984) y otro en un presente postpandémico. Unos crímenes que convocan a toda una galería de personajes que van desde los asesinos y las víctimas a los supuestos asesinos y, tras ellos, a los investigadores policiales, luego a los investigadores por cuenta propia y, por supuesto, los afectados por los crímenes, una variedad de criaturas que muchas veces son lo que parecen pero no siempre parecen lo que son, pero a la vez todos son algo que sí parecen y los define: y es que son japoneses.

La filiación cultural de la novela, sin embargo, no solo tendrá que ver con sus reflexiones sobre la culpa, la responsabilidad, el sentido del honor, la necesidad de develar verdades o el papel de la ley y la justicia. Porque, desde ese entramado conceptual, que abarca lo ético y lo social, la pertenencia de la novela también se recalca, de manera muy visible, en los comportamientos personales más cotidianos, que se pueden ilustrar con esas constantes peticiones de disculpas, inclinaciones de cabeza y autorreproches en cuya mención no se limita el escritor, y con el regodeo descriptivo en la presentación de los detalles más nimios, sean o no reveladores y significativos para el desarrollo de la historia.

Asimismo, el carácter cultural del relato se transparenta en el tratamiento de un tiempo perezoso, casi circular, varias veces detenido o recurrente a lo largo del texto. Tal concepción temporal se revierte en el desarrollo de un tempo narrativo trabajado con una lentitud que puede resultar exasperante pero que, en cambio, tiene a su favor la capacidad de provocar el efecto dramático de un incremento de la tensión narrativa, pues nos obliga a avanzar preguntándonos adónde nos quiere llevar esa trama que se enreda en sí misma y alrededor de acontecimientos puntuales que son recuperados desde perspectivas diferentes. Tiempo y tempo definitivamente orientales…

Tal vez lo más notable de esa trama que se hará densa y compacta en la mentada recurrencia a lo ocurrido, y en la que aparentemente no hay misterios por develar luego de la confesión del asesino, será el empleo que hace Higashino de unos eficaces puntos de giro narrativos que descolocan el rumbo de la trama y la impulsan en su desarrollo dramático e informativo, siempre el persecución de la mentada verdad verdadera. Y es que cada vez que parece alcanzada una certeza tras cuya búsqueda se ha lanzado la trama, la revelación de un acontecimiento o la actuación de un personaje cambia el rumbo seguido y nos coloca en otro derrotero argumental.