´Golpe de gracia´: una historia de pobres, mafia y racismo en Boston
Siete años después de su última entrega, el escritor estadounidense Dennis Lehane regresa con una novela donde vuelve a demostrar todo lo que hace bien: diálogos, estructura, tensión, escenas de acción, personajes, entramado histórico, irlandeses a espuertas...
La espera de siete años desde la última entrega de Dennis Lehane (Dorchester, Massachusetts, 1965) ha valido la pena. Golpe de gracia a ratos parece una tableta crujiente de chocolate, a ratos una descarada muestra de la superior solvencia y talento narrativo de su autor, muy por delante de la mayoría de escritores de ficción, póngale el género que quiera, y la edad de nacimiento que sea. Golpe de gracia es un disfrute placentero, un alimento inteligente, un pasapáginas literario que respeta a quien se ha gastado el dinero con la compra del libro.
Lehane es condenadamente bueno, a veces, un poco demasiado y cuando eso sucede sus libros se meten en zona de rápidos y nos lleva al wéstern y lo pasamos genial, de acuerdo, pero nos resta épica, visión periférica, y se lo echamos en cara, a pesar de pagar sus facturas con gusto. La mayoría de sus novelas son un greatest hits de todo lo que hace bien: diálogos, estructura, tensión, escenas de acción, personajes, entramado histórico, irlandeses a espuertas... Pero cuando se corrige a sí mismo y se mide con Cormac McCarthy y Shakespeare, nos escribe Mystic River, y entonces sabemos a qué referirnos cuando le exigimos a Lehane lo que puede darnos.
HISTORIA
Con Golpe de gracia volvemos a territorio Boston, año 1974. Preámbulo de los disturbios que sucedieron a raíz de la decisión del juez Wendell Arthur Garrity Jr., al exigir como medida contra la segregación racial que hubiese intercambio de escolares entre las distintas escuelas públicas. La narración se hace desde Southie, barrio irlandés, que anda revuelto ante la posibilidad de que chavales suyos vayan a un instituto de negros y negros deambulen por el suyo. Todos son pobres pero cada uno en su gueto. Sobre ese escenario, en el que Lehane una vez más —ya lo hizo en Cualquier otro día (2008)—, explica de forma soberbia en qué consiste el racismo, el clasismo, la ira y la rabia, mediante la mejor forma posible: la ficción.
- La historia que nos engancha la protagoniza, en un primer momento, Mary Pat Fennessy, cuidadora de residencia de ancianos, que vive sola con su hija, en un piso de protección oficial, y a quién la vida se le ha mostrado dura, pero a la que no le han enseñado que uno puede rendirse. Su hija adolescente sale de fiesta y no regresa. Ella busca y pregunta hasta que es consciente de que ha de enfrentarse a la mafia del barrio. La desaparición de un hijo, su posible asesinato, el enigma, son territorios Lehane, y su olfato inteligente dota al personaje de una violencia vengativa que ya solo permitimos en una mujer y madre a la que igual han matado a su hija —después de perder a un hijo por sobredosis post Vietnam—.
Más de la sección
Entrada la novela, aparece un poli —que uno espera que tenga continuidad—, Bobby Coine, irlandés, testarudo y extoxicómano, que anda perdido y, en cierto modo, aún puro. Un tercio de la novela es tan superlativa que, aunque no puedes dejarla reposar no quieres acabarla. Te costará encontrar otra parecida. No solo por cómo transcurren los mecanismos de la acción sino por el entramado sutil de relaciones —la escena con el ex de Mary Pat o el té con una vieja compañera de colegio son antológicos— y el escenario social de ese 1974 contado por el racismo de pobres contra pobres mientras los hijos de los ricos se hacen hippies, universitarios, siendo los mismos que se escaquearon de Vietnam. El último cuarto de la novela no descarrila, a pesar de que Lehane pone exceso de brocha gorda a la protagonista y demasiados tiros, pero las últimas páginas recuperan elegancia y contención. Más Lehane, por favor.