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Entre dos mundos: Yasuhiro Ishimoto

Una exposición reúne en París las primeras décadas de la trayectoria de este referente de la fotografía japonesa, donde converge la búsqueda formalista con su habilidad para captar el componente humano

´Chicago. Ciudad´ (1948-52), de Yasuhiro Ishimoto.Entre dos mundos: Yasuhiro Ishimoto
Por: Gloria Crespo Maclennan
Noviembre 17, 2024 -

Decía el fotógrafo americano Minor White, que Yasuhiro Ishimoto (1921-2012) era "bilingüe visual... habla un inglés visual con acento alemán". Una versatilidad que desarrolló entre dos países, Estados Unidos y Japón, a través de la cual encontraría su voz en un impecable equilibrio sostenido entre varios polos: la fotografía documental y el gusto por las formas; la quintaesencia de la tradición japonesa y los preceptos de la Nueva Bauhaus; la lógica geométrica y la libertad poética.

Considerado una de las figuras más destacadas de la fotografía japonesa, Ishimoto es el protagonista de una extensa exposición, que, por primera vez en Europa, permite adentrarse en su universo visual. Así, Yasuhiro Ishimoto. Des lignes et des corps, exhibe en el centro artístico Le Bal de París, 169 obras, muchas de ellas vintage, centradas en las primeras décadas de una trayectoria que transcurrió entre Chicago y Japón. Esta muestra ofrece una oportunidad para descubrir la mirada este fotógrafo, mucho menos conocido en Occidente que algunos de sus contemporáneos, como Moriyama y Fukase. Su papel como transmisor de la modernidad fue crucial durante la posguerra en Japón, y de igual forma serviría de enlace entre la generación inmediata a la II Guerra Mundial y los radicales colectivos VIVO y Provoke.

Nacido en San Francisco de padres japoneses, Ishimoto regresó a Japón cuando tenía tres años. Allí comenzó sus estudios en agricultura. En 1939, regresó a California para evitar ser alistado en el ejército japonés. Si bien lograría continuar su formación académica, tras el ataque a Pearl Harbour, el joven fue recluido en un campo de prisioneros, en Colorado. Fue, en aquel triste entorno, donde un compañero le introdujo en el arte de la fotografía y en la técnica del cuarto oscuro. Una vez liberado, decidió estudiar Arquitectura y se instaló en Chicago, considerada el epítome de la ciudad moderna, un lugar perfecto para que el autor desarrollara su distintivo estilo. Allí, se matriculó en el Instituto de Diseño de Chicago, fundado por László Moholy-Nagy, un centro basado en los principios y tendencias experimentales exportados de la Bauhaus, donde tendrá como maestros a Harry Callahan y Aaron Siskind. Bajo su influencia, Ishimoto irá cultivando una sensibilidad propia, de calidad abstracta y acentuados contrastes, donde las sombras de los viandantes parecen reemplazar a los propios sujetos y la realidad documental queda distorsionada en favor de la expresividad, manteniendo siempre un equilibrio entre la búsqueda formal y la fotografía directa.

Destaca la serie realizada en las playas del lago Michigan. "Simplemente aislando una parte del cuerpo, Ishimoto ha reconocido el poder sugestivo de la imagen", escribe Agathe Cancellieri en el libro que acompaña la exposición, publicado en colaboración con Atelier EXB. "Las piernas pasan a revelar una actitud, una personalidad, un momento, al tiempo que funcionan como un grafismo, un elemento estructural de la imagen".

De los dos periodos que pasaría en Chicago surgieron tres libros. El primero, Someday, Somewhere, se publicó el mismo año que Los Americanos de Robert Frank. Ofrecía una mirada melancólica, pero menos sombría que la del suizo, centrada en su mayoría en los niños de las zonas más marginales de la ciudad. Enigmáticos sujetos que frecuentemente se presentan sin contexto y participan de un imaginario visual más allá de su significado social.

Tras catorce años de ausencia, en 1953, Ishimoto regresó a Japón. La Villa Imperial de Katsura será uno de los primeros lugares que visitará. Allí cumplió con el encargo de Edward Steichen, director de fotografía del MoMA, de acompañar a Arthur Dexler en su investigación sobre la arquitectura japonesa. Impactado por la belleza de los jardines, la austeridad de la arquitectura carente de todo tipo de decoración, su monocromía, y la simplicidad de sus líneas, el fotógrafo la retrató como un cuadro de Mondrian. Mientras en los caminos de piedra resuena la pureza de Brancusi. "Qué emoción", escribiría, "encontrar, en la arquitectura clásica de mi país natal, no solo reminiscencias de la arquitectura moderna, sino su misma fuente".