buscar noticiasbuscar noticias

La biografía definitiva de Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica

‘Prometeo americano’ recopila 30 años de investigaciones sobre el auge y caída del científico que puso su talento al servicio del arma definitiva

Hay varios aspirantes al incómodo título de padre de la bomba atómica. Se le puede adjudicar a Albert Einstein, que al escribir en 1905 la ecuación más famosa de la historia, E=mc2, reveló al mundo que una pequeña cantidad de materia (m) se puede transformar en una enorme cantidad de energía (E) al multiplicarse por el cuadrado de la velocidad de la luz (c2), que es un número gigantesco.

J. Robert Oppenheimer (a la derecha), junto a Albert Einstein en 1950.La biografía definitiva de Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica

O tal vez a Alexander Sachs, el economista de Lehman Brothers que percibió de inmediato que, si era posible diseñar un arma con el poder destructivo que predecían aquellos físicos, Estados Unidos debía construirla. Y desde luego al presidente Franklin Delano Roosevelt, que se tomó en serio todo lo anterior y financió el proyecto Manhattan para crear aquel artefacto mortífero.

EL MEJOR DE LA ÉPICO

Pero todos ellos palidecen frente a Robert Oppenheimer, el jefe científico del proyecto Manhattan, su demiurgo y su inspiración, el imán que atrajo al mejor talento de la física de la época y lo puso al servicio del más espantoso de los fines militares, el arma definitiva, el vector llamado a cambiar la historia del siglo XX.

  • Su biografía de referencia, Prometeo americano; el triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, de Kai Bird y Martin Sherwin, llega a las librerías españolas muy bien editado por Debate, y en un momento muy oportuno. Christopher Nolan estrenará en junio su película Oppenheimer, basada por entero en este libro, así que es un buen momento para leerlo.

Prometeo americano es una obra monumental. Tanto el columnista Bird como el historiador Sherwin son especialistas en el desarrollo del armamento nuclear, y estuvieron treinta años investigando toda fuente de carne o papel relacionada con Oppenheimer.

Se publicó en inglés en 2005 y obtuvo el premio Pulitzer al año siguiente. Sherwin murió en 2021. La edición española mide 859 páginas e incluye dos cuadernillos de fotos dignos de mirarse con parsimonia.

Porque esta no es solo la historia de un científico jefe de científicos en un remoto laboratorio de alto secreto de Los Álamos, Nuevo México, sino también la de un chaval hijo de emigrantes judíos en la Nueva York de principios del siglo XX, de su ascenso como héroe americano y de su bajada a los infiernos del macartismo.

El apodo de Prometeo encaja bien con Oppenheimer. No solo porque ese titán de la mitología griega robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los hombres —esta es la parte más obvia de la analogía nuclear—, sino también porque Zeus se agarró tal berrinche por ese acto de traición que hizo clavar a Prometeo al monte Cáucaso para que un águila le comiera el hígado de forma repetitiva y cruel.

Pese a que el artefacto creado en Los Álamos bajo su dirección había resuelto la II Guerra Mundial a favor de su país, y de la manera que más podía satisfacer a los halcones de Washington, fue el propio Partido Republicano el que empezó a desconfiar del físico en los años cincuenta y acabó por destruir su vida y su reputación en nombre de la recién nacida guerra fría.

Oppenheimer había vivido de joven la Gran Depresión de 1929 y el auge del fascismo en Europa —estudió Física Cuántica en Alemania en los años veinte— y se enroló en movimientos sociales de Nueva York donde había comunistas y otros simpatizantes de izquierdas que luchaban contra la discriminación racial y la desigualdad económica. Más tarde, ya después de Hiroshima y Nagasaki, y como muchos otros científicos que habían estado bajo su dirección en Los Álamos, se convirtió en un activista contra la proliferación nuclear.

Cuando los republicanos accedieron al Gobierno en 1953, los militares y estrategas que defendían el uso masivo de bombas atómicas se hicieron con un asiento en la Casa Blanca, y pronto dirigieron su punto de mira hacia Oppenheimer, el héroe científico de la guerra y la voz más incómoda que se obstinaba en alzarse contra su estrategia.

Eso fue el final de su imagen pública y de su influencia intelectual. Zeus no perdona.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD