Ser niña en Nicaragua es una pesadilla
Estadísticas oficiales muestran que 1.600 niñas han sido violadas en el país en la última década y resultaron embarazadas. Fueron obligadas a dar a luz por las autoridades sanitarias
Managua
Las críticas a la radio oficialista fueron duras, y esta respondió en su cuenta de Twitter a la defensiva. “No sabemos las circunstancias de esa niña, pero es más fácil sacar la guillotina que investigar, ¿o no?”, respondieron unos periodistas que violaron el Código de la Niñez al exponer a una menor.
El caso de Kathy de los Ángeles no es el único en Nicaragua, país que cuenta con las tasas más altas de embarazos en niñas entre diez y catorce años en América Latina. Estadísticas oficiales reunidas en un estudio de la organización IPAS Centroamérica, muestran que en la última década –coincidiendo con los diez años de gobierno del presidente Daniel Ortega– 1.600 niñas entre 10 y 14 años han sido violadas y como producto de esa violación resultaron embarazadas. Como en Nicaragua el aborto terapéutico fue prohibido hace ya una década con el apoyo del Frente Sandinista, el partido del presidente Ortega, a estas niñas no se les recomendó abortar y, por el contrario, fueron obligadas a parir por las autoridades de salud pública.
"En Nicaragua no hay opciones para una niña que sufre violencia sexual y como resultado queda embarazada”, dice Marta María Blandón, directora de IPAS. “Hace diez años, con la penalización del aborto en Nicaragua, en este país a la niña no le queda otro camino que parir, y una vez que la niña pare, tampoco es bien visto que se le ofrezca que dé al niño en adopción, porque existe todavía el estigma de que la madre que engendra tiene que criar, así se trate de una niña de nueve años. A las niñas que han sido abusadas nadie les recomendó la interrupción del embarazo, que deberían, porque pone en peligro su vida, porque es una tortura, porque no es adecuado que una niña asuma responsabilidades físicas, emocionales, espirituales, de una mujer adulta”, agregó Blandón.
La pesadilla de ser niña en Nicaragua la ha vivido Carla Vanesa Calderón, de 17 años, violada cuando tenía 14. La adolescente vive en una choza hecha con tablones de madera, láminas oxidadas, plásticos y cartones en una chabola localizada a las afueras de la ciudad de León, en el Oeste de Nicaragua. Es aquí donde contó su historia: Máximo Rayo García, un conocido de la familia, abusó de ella constantemente. “Me pagaba cuando abusaba de mí. Cuando no me quería dejar hacer nada de él. Me trataba a trompones (golpes), me amarraba de las manos y de los pies, me decía que me iba a matar si yo hablaba. A mí y a mi mamá”, relató Carla Vanesa.
Como resultado de las violaciones quedó embarazada y aunque no quería ser madre, la joven fue obligada a parir. “Me sentía mal, porque ya no iba a ser la niña que era. Por eso cuando estaba embarazada pensaba que quería botar a la niña. Me pegaba para que se me cayera. Me golpeaba en la panza. Cuando nació la niña no sentía cariño ni amor, porque pensaba que ella me había desgraciado mi vida. Mi mamá me decía que le agarrara amor, que la niña no tenía culpa, que el papá era un cobarde y que yo no tenía por qué desquitarme en la niña. Yo le decía a mi mamá que no quería ver a la niña”, dijo Carla Vanesa.
Ella se convierte en adulta al lado de una bebé, en un mundo de miseria que las hace más vulnerables, sin que el Estado las proteja, más bien manipula los embarazos adolescentes, catalogándolos como un milagro, en un guiño a los sectores más conservadores de un país que, según organizaciones que trabajan contra el abuso sexual, sufre una epidemia de violaciones contra sus niñas. “El Estado y todas sus instituciones tienen responsabilidad”, dijo Lorna Norori, directora del Movimiento Contra el Abuso Sexual. “No hay una política de protección. Las instituciones de Nicaragua no solamente no están haciendo nada para proteger a esta niñas, lo que ya es grave, sino que están lesionando sus derechos cuando convencen a una niña de diez, once, trece años de que tiene que aceptar su maternidad”, afirmó Norori.