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Sin país que transformar
Estamos viviendo momentos cruciales para México. Mientras la agenda del gobierno de la república debiese ser “seguridad”… “seguridad” y más “seguridad”, el presidente sigue adelante con los temas de su agenda personal. No se ha dado cuenta de que sus adversarios reales no son ni los “conservadores neoliberales”, ni la “prensa fí”, ni el sector crítico de los organismos empresariales, ni ningún otro grupo de la sociedad mexicana, sino la delincuencia organizada, que está convirtiendo a la sociedad en una comunidad tribal donde impera la ley de la selva. La delincuencia con su conducta ha estado contaminando y socavando los valores morales que dieron estabilidad a nuestro país. Si el “culiacanazo” representó un punto de inexión en el combate al crimen organizado, el asesinato de la familia LeBaron muestra la crisis social, de valores, que hoy vivimos. Antes hasta los cárteles tenían códigos de conducta, en los cuales el respeto a la familia del adversario era fundamental. Nadie se atrevía a tocar a la familia de sus rivales y menos aún a la población civil ajena a los conictos entre bandas. En contraste, en el pueblo sabio de hoy las abuelitas y las mamás de los sicarios voltean hacia otro lado para no preguntar de donde viene la repentina riqueza de los hijos y nietos, aunque por sentido común suponen cual es el origen. Pero seguramente, en los peores casos, estimulan su actividad delictiva. De este modo vemos cómo en los operativos para detener criminales, las familias enfrentan a las autoridades para evitar la captura. Hasta las abuelitas y mamás participan. De este modo vemos cómo familias enteras desvalijan tráileres en los accidentes carreteros o peor, como atracan vagones de ferrocarril. Hoy por no pagar el derecho de piso los delincuentes masacran a familias enteras, incluyendo niños, mujeres y ancianos.
La delincuencia de antes evadía a las fuerzas armadas, pero hoy la provocan. Por ello las voces de alerta de algunos segmentos del Ejército ponen el dedo en la llaga respecto a este nuevo fenómeno de pérdida de autoridad moral del Estado Mexicano. Se ha perdido el respeto a las instituciones que durante toda la historia anterior, garantizaron la paz social. No podemos dejar de reconocer que, si en alguna institución hay una cultura de responsabilidad patriótica y compromiso con el país, esta se da en la cúpula de las fuerzas armadas, pues tanto en el Colegio Militar, como en la Escuela Naval, parte de su formación es la creación de valores. Podrán equivocarse en el ejercicio de sus funciones e incluso extralimitarse. Sin embargo, para ello están las instancias jurídicas que respaldadas en la ley deben tomar cartas en el asunto, pero su lealtad para con México, está fuera de duda. El verdadero impacto del “culiacanazo” ha sido el mostrar el “talón de Aquiles” del Estado Mexicano. Ante la amenaza terrorista el estado se doblega. Este mensaje ya lo deben tener bien calculado todos los diferentes cárteles que operan en nuestro país. Simplemente en Michoacán, después de este operativo fallido en Sinaloa, el 25 de octubre, 50 sicarios cercaron a la comunidad denominada “Salvador Escalante”, de poco más de 40,000 habitantes, cuya cabecera es Santa Clara del Cobre, para liberar a su líder El Camaleón, que había sido detenido horas antes. Bloquearon la carretera federal y quemaron vehículos para poder controlar la zona. No podemos dejar de señalar que por motivos políticos e ideológicos, ya sea esto sin intención o con ella, se está estimulando una visión de reivindicación social para dar signicado al fenómeno de la delincuencia y este es el verdadero origen de la violencia salvaje que hoy vemos. Se está quitando el bozal al tigre con la nueva política de estimular el resentimiento que provoca odio y divisionismo. Sin embargo, el domador no ha considerado que empoderada, la era se le puede salir de control. Darle un signicado ideológico, de reivindicación social a la delincuencia, rompe el orden social y el estado de derecho, porque justica a la delincuencia vulgar y la convierte en un acto político. El manejo del lenguaje ha sido determinante en este gobierno para generar fenómenos sociales de los cuales aún no se conoce su alcance.
El presidente debiese urgentemente convocar a un pacto social, donde a quienes él calica de adversarios, los convierta en sus aliados para combatir al enemigo común que es el crimen organizado. No una alianza incondicional de sumisión, sino funcional, que nace a partir de escuchar a las voces bien intencionadas que dan alertas, para contrarrestar a los aplausos cómplices que representan el verdadero peligro. Si no se controla la violencia de inmediato con todo el peso de la ley, se corre el riesgo de que en un futuro de mediano plazo, ya no habrá un país al cual transformar.