Mi Bandera

En una época de intelectos superiores, en la que el don de la palabra obraba prodigios, Juan de Dios Peza escribió su poema Mi Bandera, uno de los más bellos textos que se han dedicado al lábaro patrio. No podía ser de otro modo, Juan de Dios, además de poseer una inteligencia notable, fue alumno de Ignacio Ramírez Calzada, conocido como el Nigromante, cumbre del liberalismo, en la Escuela Nacional Preparatoria
Ingresa a la Escuela de Medicina, donde se topa con otro poeta de altos vuelos, Manuel Acuña, al que llama hermano. Escribe: “Bandera que adoraron mis mayores/ y que aprendí a adorar cuando era niño,/ tú formas el amor de mis amores;/ no hay un cariño igual a tu cariño./ Me llenan de entusiasmo tus colores/ Aún más inmaculados que el armiño, y al verte tremolar libre y entera,/ te adoro como a un dios, ¡oh mi bandera!”.
Peza es nombrado secretario de la legación de México en España, al lado de Riva Palacio. Y de nuevo su destino lo lleva a unirse a otras grandes luminarias como Núñez de Arce, Campoamor y Selgas. “Símbolo de la tierra en que he nacido/ emblema del honor y de la gloria,/ quien muere por haberte defendido/ vida inmortal alcanza en nuestra Historia./ Las legiones que libre te han seguido/ viven de nuestro pueblo en la memoria,/ un templo encontrará en cada pecho,/ ¡Oh, emblema de honor y de derecho!”.
Con infinita ternura, se atreve a cantar al hogar y los hijos. Entre los libros que publicó están: Hogar y Patria, La Lira de la Patria, El Arpa del Amor, Recuerdos y Esperanzas, Flores del Alma y Vinos Festivos. “¡Con qué orgullo filial siempre te mira/ quien a tu sombra suspendió su cuna!/ ¡Con qué dolor el corazón suspira/ cuando de ti lo aleja la fortuna!/ Tu ausencia amarga, tu/ presencia inspira:/ no hay comparable a ti joya ninguna;/ y si te ofende el poderoso, el fuerte,/ por defender tu honor, nada es la muerte”.
Como discípulo de Ramírez y Altamirano figuró entre los jóvenes poetas liberales; a la vez hispanófilo y nacionalista,. Se empeñó en versificar castizamente y en hacer poemas con motivos y escenarios locales. Diplomático, dio a conocer en Madrid a los poetas de este país ( La lira mexicana, antología). “Yo juro por mis horas más serenas,/ por los amantes padres que yo adoro,/ dar gustoso la sangre de mis venas/ por defender tu nombre y tu decoro;/ Juro luchar con tigres o con hienas/ que mancillar pretendan tu tesoro,/ y morir a tu sombra, ¡oh, santa égida!,/ y amante bendecirte al dar la vida.
Históricamente la importancia de Peza es crucial: su empleo del habla cotidiana, su prosaísmo, limpió la lengua poética del peso muerto que arrastraba el romanticismo de aquella época y preparó, sin saberlo y tal vez sin quererlo, el advenimiento de los modernistas. “Flota libre y feliz, ¡bandera santa!/ Tú nos das los mayores regocijos,/ y siempre que una mano te levanta/ los anhelos del pueblo en ti están fijos;/ Y antes que hollarte la extranjera planta,/ morirán junto a ti todos tus hijos:/ ¡Que mientras haya patria y haya gloria,/ sin mancha flotarás sobre la Historia!”.
Es de notarse cierta empatía entre el poema de Juan de Dios Peza y la letra del Himno Nacional, ambos símbolos de la patria, lo que no es casual, dada la época en que ambos fueron escritos. Una época en que brilló con esplendo singular el patriotismo de los mexicanos, tanto por las invasiones extranjeras del siglo antepasado, una de las cuales le costó la pérdida de la mitad del territorio nacional, y la otra convirtió a la nación en el espurio Segundo Imperio Mexicano. Ambos fueron producto del talento de la generación del 57, que tanto lustre ha dado a la historia de México por el claro sentido de nación convertida en patria, una patria de hombres libres, celosos de su tierra natal.
Los versos de Peza dejan clara evidencia de la grandeza de los hombres que defendieron a su patria con las armas en la mano; pero, también con talento, inteligencia y trabajo, mucho trabajo.
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