Editoriales

Las cuentas del mejor cuentista

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 01 DICIEMBRE 2017
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Las cuentas del mejor cuentista

Agustín Carstens Carstens tiene fama internacional de economista; pero, si se echa mano de los resultado de su gestión de ocho años al frente del Banco de México y los previos, cuando estuvo en Hacienda, su mejor cualidad es la narrativa de ficción. Hoy deja el Banxico e insiste en que la inflación, su principal tarea, ronda el 3 por ciento, cuando es bien sabido que está a punto de llegar a 7 por ciento, la más alta en 20 años.

Cuando el engrudo se le hacía bolas al becario de ingrata memoria, a finales de 2009, Carstens fue enviado a ocupar el cargo de gobernador del Banco de México con la tarea de estabilizar la macroeconomía del país, controlar la inflación y la devaluación del peso. Ese año, el índice general de precios y cotizaciones se situó en 3.57 % con una paridad cambiaria de 12. 97 pesos por dólar, con las tasas de interés en 4.5 %, con reservas internacionales depositadas en la institución a su cargo por 1,171,122. m.d.

A mitad de su gestión, en el 2013, ya con el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien lo confirmó en el cargo, la inflación creció 4 décimas para irse a los 3.97 por ciento; la paridad peso-dólar llegó a los 13.09; las tasas de interés bajaron a 3.5 y el saldo de las divisas acumuladas en Banxico se fueron hasta los 193,217. Parecía que la tarea de Carstens se estaba cumpliendo y había optimismo, aunque la deuda crecía ominosa. Fue entonces cuando el gobernador del Banco de México entró en controversia con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, por el tema del excesivo endeudamiento y la presión que este fenómeno ejercía en el control de las finanzas, especialmente las de la macroeconomía. Poco pudo hacer Carstens ante la tozudez de Videgaray, quien tenía todo el respaldo del presidente. Tal vez eso tenga que ver con las malas cuentas.

Porque el presidente del Banco de México se inicia hoy como gerente general del Banco de Pagos Internacionales, cuando el país padece uno de los momentos más críticos en lo que va de la centuria. Aunque nominalmente el Banxico anuncia una inflación anualizada del 6.37 por ciento, hay expertos que aseguran que cerrará el año en 7 %, la más alta en dos décadas; la paridad cambiaria está en el umbral de los 19 pesos por dólar, casi un cincuenta por ciento más de cuando tomó posesión; las tasas de interés están por encima del 7 por ciento aunque se haya fijado esta cifra como el objetivo. Las reservas internacionales se fijaron al cierre de la semana pasada en 172,749 m.d., que comparados con el máximo histórico logrado a finales del 2013, vienen a arrojar saldos negativos, con una disminución de 20,468 millones de dólares.

La gestión de Carstens se ve empañada con el muy acelerado crecimiento de la deuda pública, tanto interna como externa, que ha llegado, la primera a los 6,542,644.3 (seis billones, 542 millones, 644 mil pesos con 3 centavos) y la segunda a la friolera de 193 mil, 576 millones de dólares con 3 centavos. El total de las reservas no serviría para pagar la deuda que se tiene con entidades del exterior. Claro que la responsabilidad de este desaguisado es de Hacienda; pero, bien pudo Agustín con su autoridad evitarla.

Otras pésimas decisiones hacendarias que pudieron afectar la gestión de Carstens fue el alza desmedida de los precios de los combustibles, que necesariamente incidieron en los índices inflacionarios, y la especulación con los precios internacionales del petróleo. De cualquier manera, no puede abonarse un saldo positivo a su gestión aunque goce de gran prestigio en los medios financieros planetarios. Para México su gestión fue deficiente y estuvo más encaminada a cuidar la salud de la macroeconomía que el bolsillo de los mexicanos de a pie, que ya no ven lo duro sino lo tupido y a hacer cuentas de ficción, como la del catarrito.  


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