Editoriales

Las almas en pena

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 08 JULIO 2017
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Las almas en pena

Según diversas religiones, las almas en pena son el espíritu de las personas que al morir no saldaron sus deudas morales en esta vida y, por ello, no pueden alcanzar la gracia del perdón que lleva al descanso eterno. Las dos circunstancias más mencionadas sobre las almas en pena son las de los suicidas y los pecadores que no lograron la reconciliación divina. Las almas en pena se diferencian de las almas en el purgatorio por la expiación.

Pero, fuera de la religión, las almas en pena son los seres humanos perdidos en la bruma de una existencia estéril, inmersa en la masa viscosa del egoísmo, que no puede tener el menor rasgo de compasión (yo no creo en la caridad, dice el potentado). Son personas sumergidas en un mundo de autocomplacencia perturbadora que requiere de estímulos externos para poder soportar el vacío inmenso de sus vidas sin sentido ni calor humano.

El dinero, el poder, la lujuria, el alcohol, las drogas, la violencia, son algunos de esos estímulos que hacen del ser superior un esclavo. Es muy posible que exista una relación íntima entre todos esos elementos y que uno lleve al otro, como secuencia degradante. Ejemplos menudean, uno de los más notorios es el de Howard Hughes, el magnate que logró incursionar con éxito en el mundo financiero, el cine y la aviación, cuya astucia y falta de escrúpulos como hombre de negocios quedan evidenciadas cuando conseguía evitar los impuestos mediante argucias legales; pero que, no pudo evitar ser víctima de sus trastornos obsesivo-compulsivos, que le impedían encajar en el acontecer social.

Por ello, cuando se habla de buscar alternativas de solución a los graves problemas que significan la violencia y las drogas y se hace referencia únicamente a medidas coactivas que no han tenido resultado ni ahora ni nunca, se tiene la certeza de que se seguirá con la excavación del pozo profundo en que serán enterrados todos los logros de la parte creadora de la humanidad, aquella que ha dejado huella al entregarse toda a los demás.

Las altas cumbres de los tres grandes campos de la cultura humana, arte ciencia y moral dejarán de tener significado, postrados ante el becerro de oro que todo lo compra y lo envilece. Hughes afirmaba con una gran dosis de autosatisfacción: “Puedo comprar a todos los hombres del mundo. Todo el mundo tiene su precio”. Dos frases contundentes y ciertas en el mundo del atroz materialismo que todo los contabiliza y todo corrompe.

Pero no en los fértiles campos de la creatividad humana que produce la belleza, crea el conocimiento y conduce a la santidad, realizado con apasionada entrega, como Miguel Ángel o Hess; como Sócrates o Einstein; como Juan XXIII y la madre Teresa, a los que no pudieron tentar los artificios banales ni los cantos de sirena y lograron dejar un claro legado de humanidad creadora como su contribución al desarrollo y al bienestar social. 

Por ello, las conclusiones a las que llegaron los hombres encargados de los asuntos que tienen que ver con la vida de los pueblos, sea durante la reunión binacional de México y los Estados Unidos o la reunión del G20, que señalan como rumbo los mismos caminos recorridos hasta ahora, de coacción y represión, no tienen futuro, no dan esperanzas, no parecen ni pueden ser la solución. Dice un viejo y conocido refrán que sólo en hombre tropieza dos veces con la misma piedra, circunstancia que se ha vuelto harto reiterativa.

Tal vez si se palian los estragos perniciosos del capitalismo feroz y salvaje, que alienta la avidez de riqueza, obtenida a costa de la miseria de los demás; tal vez si se oyen las voces que claman por el retorno a la economía racional, con la justa retribución del trabajo, pueda lograrse más que con los métodos que ahora se usan y que se replantean como alternativa, con más eficacia y mayor contundencia. Agua, en lugar de gasolina.

Las almas en pena, por el poder, por el dinero, terminarán penando en el infierno de los demás apetitos que sin el freno de la moderación, conducen a la avidez y ésta a la total esclavitud, de la que muy pocos han podido escapar. Almas en pena que penas dejarán.   


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