Editoriales

Fuenteovejuna

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 12 ENERO 2020
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Fuenteovejuna

El drama municipal de Lope de Vega, que gira a través de la respuesta que dieron los habitantes del poblado Fuente Ovejuna a los cuestionamientos de los inquisidores para conocer quién mato al comendador mayor de Calatrava: "-¿Quién mató al Comendador?/ -Fuenteovejuna, Señor./ -¿Quién es Fuenteovejuna?/ -Todo el pueblo, a una", da la respuesta de lo ocurrido recientemente en la ciudad de Torreón, Coah. Señalar a solo uno de los factores concurrentes, es meter la cabeza en un hoyo profundo.

Este drama real y típico de los tiempos, es una evidencia contundente del fracaso de los sistemas político, económico y social. Tiene razón la Comisión Nacional de los Derechos Humanos cuando dice que: "Ese hecho evidencia la gravedad de la situación problemática que enfrenta el país en seguridad, así como la debilidad de nuestro Estado de derecho, ya que las autoridades de los distintos niveles y órdenes de Gobierno, desde hace años y hasta hoy, no han podido garantizar para todas las personas condiciones de seguridad para la convivencia pacífica". Pero, se salta todos los antecedentes del caso.

Si hay que señalar fechas y circunstancias, habría que señalar como el inicio, la Reforma Educativa de los años 70, cuando se hizo a un lado la educación tradicional que tanto lustro dio al país, para adoptar un modelo francés que de ninguna manera respondía a la idiosincrasia del pueblo mexicano y tenían que ver con el mayor rendimiento productivo en el menor tiempo posible. No se cambió el artículo 3o. Constitucional; pero, dejó de tener vigencia ´el desarrollo armónico de todas las facultades del individuo´.

El segundo golpe contundente y demoledor fue precarizar los salarios para obligar a la mujer a dejar el hogar para irse de obrera a la industria maquiladora, ya que con un ingreso adicional, la familia podía solventar sus necesidades. La ley dice que tanto las empresas como el Estado tienen la obligación de proveer servicios de asistencia a los niños pequeños a través de sus sistemas de guarderías; pero, nunca se hizo de manera eficiente ni en cantidad suficiente. Los hijos de la maquila crecen a la buena de Dios.

El caso del niño del Colegio Cervantes no se inserta de manera directa en el prototipo del pequeño que viene de un hogar de obreros, ambos permanentemente ocupados; pero, es claro que no tuvo la adecuada formación familiar para tener sentimientos solidarios con respecto de sus compañeros y de sus maestros. No fue adecuadamente socializado como para poder asumir sin problemas una relación sana con su entorno y la gente que lo rodea. Al contrario, fue arrastrado por la influencia mediática.

No tuvo educación hogareña; pero, tampoco escolar. El sistema educativo nacional es un gran desastre y lo seguirá siendo en tanto que los profesores insistan en tener a 50 niños sentados, callados y casi inertes mientras hacen disertaciones absurdas sobre temas que no despiertan el menor interés. El discurso como método educativo pudo tener lugar en la Academia griega, cuando los grandes filósofos utilizaban la dialéctica y la mayéutica; pero, no en estos tiempos de fantásticas creaciones tecnológicas.

Seguir fundamentando la calidad de la educación en función de resultados en matemáticas, lenguajes y ciencias, es tan absurdo como calcular costos y tiempos de cabalgar para ir de una ciudad a otra. Es una gran equivocación entender a la educación como un simple y llano camino a la competitividad, y no, con el mismo énfasis, como la ruta para tejer comunidad en la empatía, la colaboración y la proximidad. Cada ser humano es, por fortuna, una persona distinta, la educación debe encontrar la vocación de cada uno y de ahí partir para desarrollar todas sus facultades, y que logre ser una persona feliz y productiva.

Es claro que no hay posibilidad de lograr mejores resultados en la educación si no se empieza por poner en claro que, como su raíz latina educere lo señala, educar es encaminar para sacar lo mejor de cada uno en los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral. No todos serán artistas, sabios o santos; pero, todos andarán por esos caminos para dar contenido a su propia existencia. Educar será un fracaso si no se dirigen los esfuerzos del gobierno, los maestros, los padres de familia y los medios a la verdadera búsqueda de una vida sana, plena y productiva en sociedad, especialmente ahora.

El gran fracaso del neoliberalismo como régimen de explotación laboral no es que haya generado millones de personas que no tienen con qué sustentar sus necesidades básicas, ni en las enormes caravanas de desplazados que van por el mundo buscando un lugar donde vivir y poder trabajara. No; el gran fracaso está en haber deshumanizado las relaciones sociales, políticas y económicas para entronizar al becerro de oro,como en las peores épocas que ha vivido el planeta. Otra vez, como antes, el hombre a vuelto a ser el lobo del hombre, y cada vez a menor edad.

Que unos cuantos potentados sean los dueños del mundo y que compitan entre sí a ver quién es el más rico, en nada enaltece la vida del ser humano como la especie que recibió el don de la consciencia y del libre albedrío para poder utilizar los bienes que la naturaleza provee en su provecho; por el contrario, como queda de manifiesto con el cambio climático y con los incendios provocados en las selvas que aún existen en el planeta, son una muestra clara y precisa del dominio del egoísmo y la avaricia.

Como en el siglo XVI, cuando Lope de Vega escribió su drama clásico, en los sucesos de Torreón, no hay un culpable: fue Fuenteovejuna.

En ese mismo sentido, el remedio no está en desgarrarse las vestiduras y repartir culpas, sino en aceptar y contribuir a los esfuerzos por racionalizar la economía para hacerla más humana. Que ya no haya niños y hombres y mujeres en competencia, sino seres humanos en solidaridad.

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