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El Gato Macho y la mujer
El éxito de Cuevas, a los 20 años de edad, fue total. El Museo de Arte Moderno (MOMA), de Nueva York, compró dos de sus cuadros sin haberlos visto previamente
Algunos años después de que publicara en una revista de circulación nacional una serie de fotografías junto con la vedette Rosy Mendoza, en la que ella dejaba ver su espléndida anatomía, y luego de anunciar su obra La Giganta que instalaba al centro del claustro del exconvento de Santa Inés, el Enfant Terrible respondió a una pregunta del autor acerca de la mujer, un tema de su gusto, dijo: "A una mujer no se le puede pedir nada; en cambio, debes estar siempre dispuesto a darle todo cuando ella lo desee".
José Luis Cuevas nació en el centro de la Ciudad de México, el 26 de febrero de 1934, aunque su hermano siempre dijo que había nacido el 31. Desde su más tierna infancia, mostró una personalidad narcisista y se hizo fama de mujeriego hasta ganarse el sobrenombre de el Gato Macho; sin embargo, respuestas como la que dio a la pregunta planteada y su vida misma, ligada a mujeres con las que tuvo una relación entrañable, evidencian cierta tendencia a acrecentar esa fama con propósitos publicitarios.
Ciertamente, Cuevas, el gran dibujante, pintor, grabador y escultor, no necesitaba de publicistas, él mismo era su más eficaz promotor, tanto de su obra como de su persona. Inicia su carrera internacional con una exhibición de 43 dibujos en tinta y acuarela en la Panamerican Union (Art Museum of the Americas) del 14 de julio al 16 de agosto de 1954, en Washington, D. C., que fue reseñada por el Post, diciendo: "Su obsesión en contra de la injusticia es plasmada en una grotesca protesta gráfica que magistralmente es representada por los retratos retorcidos de los seres desposeídos que muestran en líneas borrosas rayadas en papel a seres alineados en estados de enfermedad, esquizofrenia o pobreza".
El éxito de Cuevas, a los 20 años de edad, fue total. El Museo de Arte Moderno (MOMA), de Nueva York, compró dos de sus cuadros sin haberlos visto previamente. De hecho, toda su obra se vendió con altas cotizaciones. Cuevas representó a un nuevo grupo de artistas mexicanos que hacían un análisis de la consciencia y de la interpretación de la realidad, y evitaban los temas políticos. La muestra fue un éxito comercial, en las primeras semanas de la exhibición se vendió la totalidad. Pero, para José Luis la ciudad de Washington era demasiado ordenada y antiséptica, así que decidió escaparse y pasar un rato en el hospital de enfermos mentales de Saint Elizabeth, para captar las expresiones de los pacientes.
Es posible que la reseña del Washington Post, debida a la pluma de Leslie Judd Portner, estuviera muy influenciada por los conceptos del muralismo mexicano, cuya temática era estrictamente social, más bien, de justicia social, dado que apenas se estaban recogiendo los frutos de la Revolución Mexicana plasmados en la Constitución del 17, porque Cuevas marca la ruptura con esta corriente, a la que en muchas ocasiones ridiculiza, más que denunciar injusticias, plasmaba la irrealidad de la esquizofrenia.
En 1957, abrió una exhibición en la Aenlle Gallery en 59 West 53rd St. en Manhattan. En esta no sólo mostró las imágenes del extravío mental que caracterizan su obra, sino que incluyó una serie de dibujos anticlericales satirizando a la crucifixión, generando un gran escándalo. Eso lo llevó a ilustrar, bajo la tutela de José Gómez Sicre, la Metamorfosis de Kafka y con una beca del Philadelphia Museum School of Art, publicó un volumen de edición limitada intitulado The Words of Kafka and Cuevas, en 1960.
La temática recurrente de José Luis era la esquizofrenia, quizá como una premonición, pues su muerte, ocurrida a los 86 años de edad, a las 15:47 horas del 3 de julio de 2017, en un hospital en Tlalpan, en Ciudad de México, así lo deja ver. De hecho, de los últimos días de su vida nadie logró saber nada.
Su amigo, Homero Aridjis, dijo: "A mí me va a quedar para siempre el misterioso José Luis en los últimos años, como fue el misterio de Nellie Campobello: una de las tragedias mexicanas. Yo lo veía como el amigo secuestrado, era otro; entonces me preguntaba: ´¿Qué le pasó?´. Yo recordaba con mucha crudeza la anécdota de Carlota: cuando enloqueció en México, decían que le habían dado toloache. Entonces dije: ´¿José Luis no habrá caído miserablemente en la línea de este tipo de víctimas?´. Todo fue muy extraño; para mí todos estos años fueron patéticos porque una mente brillante, artística, con tanto sentido del humor, de pronto se desvaneció (...) ¿Por qué lo cremaron tan rápido? Ese es un misterio que tendrán que resolver los investigadores del arte en México".
No ha sido así y quizá jamás se sepa del fin de el Gato Macho, que fue, en realidad un gran feminista.