Editoriales

El compromiso por la Independencia

  • Por: MIGUEL ALEMÁN
  • 16 SEPTIEMBRE 2015
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El compromiso por la Independencia

El proyecto nacional que dio origen a nuestra vida como nación independiente está inserto en la corriente de pensamiento producto de tres acontecimientos históricos de trascendencia. 

El Tratado de Westfalia (1648) es el punto de partida del sistema de Estado-nación en donde se establece el principio de respeto a la integridad territorial como elemento primordial de la soberanía y la convivencia pacífica entre naciones. 

Posteriormente las ideas de la Ilustración hacen eco en la Revolución Francesa para dotar a los ciudadanos de los principios de equidad jurídica y representación democrática. 

En tercer lugar se establece un precedente con la Independencia de Estados Unidos de la Corona británica. De esta manera la independencia en el nuevo mundo significó no sólo el acceso a un modelo de igualdad jurídica internacional y la sustitución de un modelo de gobierno monárquico para formar una República con cimientos democráticos.

Estos hechos y sus ideas llegaron a la Nueva España para inspirar el anhelo de independencia y soberanía que hoy tenemos. En la actualidad el concepto de independencia ha evolucionado; el siglo XX ofrecía un proyecto de progreso basado en el desarrollo industrial acelerado que tuvo como costo ser el siglo más violento de la historia de Occidente. 

La confrontación estéril entre países ricos y pobres no ha sido resuelta, por ello prevalecen los flujos migratorios sin un viso de solución. El aislamiento por proyectos ideológicos, autocráticos o religiosos presenta obstáculos para la integración de una comunidad global pacífica y armónica. 

No obstante, en nuestros días los nuevos retos provienen del interior. La nueva era trae consigo un modelo social de creciente individualismo y diversificación de intereses de vida, que gradualmente se han buscado establecer como derechos jurídicos. Estos cambios necesariamente ejercen presión sobre las instituciones y los gobiernos para incluir en los deberes del Estado la noción de felicidad. 

El aislamiento del individuo de sus semejantes ha erosionado la cohesión social, donde la intolerancia confronta la tolerancia, las diferencias generan indiferencia, la polarización se interpone a la concordia y las adicciones, así como sus intereses criminales, atentan contra la vigencia del valor supremo de la autoridad del Estado. 

Tenemos una nueva sociedad impaciente y exigente que goza del acceso a grandes redes de interconexión universal con caudales de información y conocimientos que son grandes herramientas que nunca antes se habían tenido al alcance de todo individuo. 

La noción de independencia no sufre por la apertura a la globalización y el acceso a la información y el conocimiento; la nutre cuando un pueblo asimila y aprovecha sus contenidos para promover su desarrollo competitivo. 

En la era del conocimiento el desafío es la definición de viabilidad de largo plazo de una nación, sustentado en un proyecto político y económico que brinde los espacios de participación productiva y creatividad innovadora. La fuerza de nuestra identidad y el orgullo de nuestra nacionalidad no se pierde por la innovación, al contrario ésta será el impulso que las consolide. Lo principal es pensar en la responsabilidad de las autoridades en este objetivo. Celebremos nuestra Independencia sustituyendo el reclamo por el compromiso, porque la verdadera fuerza que genera progreso se da cuando la sociedad propone y comparte ideas que construyen futuro sin destruir el pasado. 

Rúbrica. Himno, Bandera y Honor. Nuestras Fuerzas Armadas están integradas por hombres y mujeres que comparten un ideal que nos recuerda que la defensa de la soberanía y la vigencia de las instituciones es tarea de todos los mexicanos. 

@AlemanVelascoM 

articulo@alemanvelasco.org

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