Don Luis ha muerto: Vive don Luis

En Nuevo Laredo dejó: el Tecnológico, el monumento a Simón Bolívar, el Caballito. En el Teatro de la Ciudad se encuentra una gran escultura, la cabeza de Adolfo López Mateos, que donó a los ciudadanos. 

Lo conocí cuando era candidato y andaba por todo el País caminando por los pueblos y saludando a la gente. 

Don Luis ha muerto: Vive don Luis

Me subí al camión y me senté junto a él. Al sentarme, lo saludé. Me dijo: "recuerdo a su padre, Don Heriberto Deándar Amador, era amigo de mi padre cuando era telegrafista, humanista y liberal". 

Me sentí más confiada con su comentario y lo invité a que fuera a inaugurar la prensa nueva en El Mañana de Reynosa, el periódico que mi padre fundó después de El Mañana de Nuevo Laredo. 

El siguió con sus recuerdos y me dijo que él de joven estudió en Nuevo Laredo, en la escuela amarilla. A los maestros los admiraba por su arduo trabajo, viajando en el campo, en mulas, para llegar a los lugares más apartados. Recordé y le dije de mi tía Anita Deándar De Alba y mi tío Guillermo De Alba, inspectores los dos, muy distinguidos y dedicados en cuerpo y alma a las labores educativas. 

"Recordar es vivir", me contestó. 

Ya de presidente, me invitó a México, a la comida de la Libertad de Prensa, me sentó a su diestra y di un mensaje a los medios ahí presentes. 

Fueron después, frecuentes los viajes a México, pues representaba como presidenta a los periodistas independientes de la frontera y nos reuníamos en una oficina que nos prestaba el licenciado Fausto Cantú Peña, gente cercana a don Luis para trabajar. 

En las reuniones discutíamos los proyectos de México para los estados y los apoyábamos con nuestros periódicos. 

Fela, la esposa de Fausto, una experta en comida mexicana que sabía le gustaba a don Luis, hacía que nos visitara a la comida. Después de comer, caminábamos con él en la Plaza, que está enfrente de la casa de Fausto. 

Platicaba con nosotros de los problemas y gentes en los estados, funcionarios que fueran corruptos, pedía que los denunciáramos, porque a la gente no se le roba. 

Don Luis le pedía a Fela que yo sirviera el café negro y fresco. Fausto traía el café de su rancho, donde lo sembraba. 

Son recuerdos que florecen ante la muerte de un hombre consciente que gustaba de caminar, ver las flores, y platicar con los periodistas. Le gustaba estar bien informado y tomar café fresco. 

Sabía mucho de historia y con una memoria privilegiada nos hablaba de los héroes que nos dieron Patria y de la gente que participaba en estos enseres sembrando tierras y cosechando bondades de la tierra mexicana. 

Era admirador del presidente Benito Juárez, y a su hijo le puso el nombre de Benito. 

La historia de México es vida y Luis Echeverría lo sabía. 

Prendí una vela de rosas en mi casa. Claudia, mi asistente, trajo flores blancas para mi altar para dar gracias al infinito y a Jesús el Cristo por darnos esta vida, tan transitoria y hermosa, como las flores blancas de mi altar. 

Con una oración, evoco al más allá, para un descanso en paz a don Luis Echevarría Álvarez. Desde este lugar, donde dejaste recuerdos y amigos. 

Hoy la vida nos vuelve a bendecir con un presidente como Andrés López Obrador, humanista y liberal. Terminamos con éxito una etapa oscura de neoliberalismo que tanto daño nos hizo. 

Luchemos junto con nuestro presidente para que México alcance la conciencia por lo que estamos luchando. Servir al pueblo, y no servirse de él.

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El Día de la Libertad de Expresión, Luis Echeverría festejaba a los periodistas con una comida. Saludando al expresidente aparece Ninfa Deándar Martínez