20-20: agradecer la década
Cuentan que el emperador Alejandro Magno no movía un dedo sin consultar a los astros. Marcado por una historia fascinante de victorias sucesivas, desde antes de su nacimiento, un astrólogo pidió a la madre retrasar cuanto pudiera el parto para tener el momento mejor alineado con las estrellas.
Finalmente, cuando la mujer dio a luz el vaticinador anunció: ha nacido un gobernante del mundo. Y así fue, sin duda. Pero también su muerte fue pronosticada: Morirás en Babilonia, dijeron. Y aunque primero esquivó a la muerte, entrando por otra puerta a Babilonia para conquistarla, un poco más tarde terminó sus días ahí, donde los astros habían señalado.
Como el grande de Macedonia, muchos reyes han buscado ser guiados por los astros, incluyendo a los tres magos que siguieron la estrella de Belén para encontrar al Salvador. Y aunque la influencia de las estrellas ha sido despreciada por algunos científicos, la historia da cuenta de los muchos fervientes convencidos. Y pese al declive que tuvo la astrología tras la caída del Imperio Romano, cuando se le vinculaba con la hechicería, en el Renacimiento volvió a repuntar para ser consultada incluso por los papas, quienes tenían astrólogos en su corte. También adepta, la poderosa e influyente familia Medici, que no sólo creía sino protegía al mismísimo Nostradamus. Otro ejemplo reconocido es la Reina Isabel I, con su astrólogo de cabecera: John Dee, un sabio graduado en Cambridge y pieza fundamental de la estrategia del imperio, aconsejando lo mismo el tiempo propicio para la coronación que para navegar y explorar mundos nuevos.
Así, entre escepticismo y fervor, ha transcurrido la astrología que sigue teniendo numerosos adeptos entre los poderosos. El caso del matrimonio Reagan fue bastante sonado, por su recurrente consulta a la astróloga Joan Quigley, en sus tiempos en la Casa Blanca. Aunque no sólo los ricos, poderosos y famosos consultan los astros, mucha gente en diversos ámbitos ve con mucha seriedad el tema y se acerca a los astrólogos más preparados, porque en esto también hay charlatanes, ya ve usted todo ese montón de videntes vendiendo su cháchara.
Pienso en todo ello, después de leer una nota acerca de las profecías de Nostradamus para 2020 donde se incluyen predicciones que suenan muy razonables. Una buena amiga, bastante conocedora del tema dice que el año viene marcado por una "crisis de estabilidad" en lo público y en cada persona se prefigura distinto. A mí, que por ser historiadora, las enseñanzas me vienen más del pasado, me cuesta entender la Astrología, pero precisamente la historia me enseña su enorme peso en el acontecer universal, como herramienta para la vida de mucha gente.
Porque finalmente es cada persona quien construye su ruta de vida. Los que creemos en Dios, lo hacemos apelando a su misericordia, pero siempre desde nuestro interior. Pues cada quien busca las herramientas para conocerse, para construirse a sí mismo. Más ahora que finaliza un año, miramos al futuro, pero también hacemos balance de lo acontecido, y esta vez, de toda una época, pues el 2020 se cierra una década.
Y antes que hacer propósitos, es bueno primero mirar atrás, para agradecer y valorar el aprendizaje. De lo bueno y lo malo, los errores y los aciertos, las luces y las sombras. Asomarnos a nuestro interior es la mejor manera de mirar el porvenir. Desandar el camino para emprenderlo con nuevo aliento. Preguntar y respondernos: ¿Qué nos gustó y nos disgustó de nuestras acciones? ¿De qué podemos sentirnos orgullosos? ¿Qué gozaste más, las miradas o los likes? ¿Qué tanto amor diste, qué tanto recibiste? ¿Qué tanto ayudaste a los necesitados? ¿Qué tanto sonreíste? ¿Cuánto aprendiste?
Cada quien puede hacer su balance particular de esta década llena de grandes acontecimientos y cambios: AMLO presidente, Trump en la Casa Blanca, las redes sociales, la reivindicación femenina, los terremotos, la guerra infinita. Nadie es el mismo que fue en 2010. Estar vivo es el primer motivo para agradecer. En lo personal doy gracias por una década con experiencias y aprendizajes. Por lo grande y lo pequeño: por los libros, el alimento, el trabajo, el arte, por las sonrisas y también por las lágrimas, por la luna, por las flores, las amistades, la fe, por ustedes mis queridos lectores, por mi amada patria, por la familia toda que es razón de vivir, por los que se fueron (siempre en mi corazón papá) y por los que llegaron; por la siembra y la cosecha, por el amor.
Y aunque los astros presagian pocos motivos para iniciar el 20-20 con optimismo, nos queda la esperanza y la voluntad de ser, hacer y agradecer. Con ello, cerremos el año y no olvidemos las palabras de Sabines: este es el tiempo de vivir, el único.
¡Feliz año 20-20!
DEJA TU COMENTARIO