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Xóchitl, la hora de la verdad
Conocí a Xóchitl Gálvez en 2010. Pedí a Roberto Trad, su estratega en la campaña por la gubernatura de Hidalgo acceso para pasar 24 horas junto a la candidata que, desde la oposición, desafiaba al entonces poderoso PRI hidalguense.
Haría una crónica para W Radio, ofrecí. Puse una condición. Si me limitan el acceso a la candidata, así sea por una hora, me regreso de la gira. "Dice que te vas a rajar, porque tendrías que dormir en la camioneta con ella y el equipo", fue la respuesta de Trad. Fui.
La Xóchitl de esa jornada en su campaña enfrentando al mañoso Miguel Ángel Osorio Chong, aspirante a cacique antes que gobernante que metió toda la mano para impedir el triunfo de una novata política, es idéntica a Xóchitl actual o, mejor dicho, a la Xóchitl de 2023.
Para cotejar eso de ser idéntica basta leer Xingona, una mexicana contra el autoritarismo (Grijalbo, 2024), la prolija biografía que sobre la aspirante presidencial escribió la experimentada y profesional reportera Ivonne Melgar.
El recuento biográfico de la hoy periodista del grupo Imagen expone que lo que padece Xóchitl con los partidos que la impulsan y con la clase política en general, incluida Morena, es una constante en su vida pública: no entienden los unos a la otra, ésta a aquellos.
Así fue en el gabinete de Vicente Fox y en la mencionada campaña por Hidalgo. Y en diferente forma, por la naturaleza de la vida parlamentaria, en el Senado de la República. Xóchitl ha hecho de la tozudez y espontaneidad una virtud que no siempre funciona grupo, y menos en la grilla.
Cabe decir que la clase política tampoco ha cambiado gran cosa en estas décadas, y que lo que ella denunciaba en el marco de los 100 días del gobierno de Fox sobre las resistencias a atender genuinamente los problemas de los indígenas podría repetirse hoy:
"Respondió que había racismo y desprecio. Y se confesó triste e indignada por los comentarios patéticos que igual escuchaba entre las mamás de la escuela de su hija que entre los legisladores. Pero también en el gobierno", consigna Ivonne Melgar en "Xingona".
Como es ultra sabido, Xóchitl aterrizó en el gobierno de Fox tras ser detectada para éste por cazadores de talento. El libro detalla sus dudas para aceptar el cargo y el encargo, y en muchos sentidos al recuperar los frentazos que se dio la hidalguense, destaca su valor.
En esas páginas de sus inicios en la administración del primer presidente panista está la crónica de la primera mitad de la campaña presidencial de Xóchitl. Un desgarriate. El sistema por un lado, ella por el otro. Ella resistiendo la nomenklatura y ésta indigesta con la hereje.
Es claro que, a diferencia de hoy, entonces tenía que cumplirle a un jefe y lidiar con el equipo foxista donde cada cual jalaba por su lado, pero que en general coincidían en obstaculizar a la empresaria metida en política que no sabía de la grilla ni de los rituales burocráticos.
Si Gálvez ya había padecido lo que hoy enfrenta internamente, incluso en la campaña de Hidalgo, cuando el PAN, nos recuerda Ivonne, la dejó a su suerte, y solo el perredista Jesús Zambrano se la jugó con ella, ¿por qué reincidió?; y, sobre todo, ¿podrá nuevamente prevalecer?
Porque quien entonces no le ayudó, hoy no le ayuda.
Va un ejemplo: aquel gabinete en el que tanto batalló para lograr apoyos de sus compañeros de viaje era presidido por Santiago Creel. Con ese antecedente, ya era cuestionable su nombramiento. Con sus actuales resultados, es insostenible.
Creel es solo un ejemplo, simbólico más que relevante. Una referencia a tener en cuenta hoy, cuando la candidata ha hablado de cambios drásticos luego del anticlimático debate que hizo hace un par de semanas.
Si su propósito de enmienda es genuino, y sobre todo si piensa ser radical en ese camino, habrá de tener en cuenta que su manera de hacer las cosas, diría el clásico, sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve.
Ella, por ejemplo, fue capaz de conseguir más de un millón de firmas ciudadanas en la informal precampaña. Esa es Xóchitl. Sin embargo, Xóchitl también es la candidata incapaz de conseguir tres tristes adhesiones: las de los líderes del PAN, del PRI y del PRD.
Si el volantazo que promete dar a su campaña la lleva a presentarse, de nuevo, como una ilusión de la ciudadanía, si ese run run revive, quizá, como en Hidalgo en 2010, apriete bastante el resultado de una campaña donde enfrenta más que a una candidata, a un sistema.
Si, en cambio, sigue proyectando la imagen de una política que mendiga apoyos a tres señoros, a cual más de imposibilitados a ilusionar fuera de su casa a nadie, entonces las próximas semanas serán la lánguida procesión de una pregonera sin chispa.
Porque el problema de Xóchitl no es Claudia Sheinbaum, ni el presidente Andrés Manuel López Obrador ––tampoco el par de carroñeros morenistas que la tienen de encargo—, su problema es que a finales de 2023 extravió los reflejos que solían ser su constante de vida.
En vez de rodearse de gente talentosa y entusiasta, cedió a cuotas; en lugar de ponerse en manos de expertos que ella descubriera, metió en problemas a sus hijos y a sí misma; en vez de ser ella, trató de ser otra, quién sabe quién: en efecto, en el debate estaba irreconocible.
"Tengo sentido del humor y voy a mandar a la chingada lo que tenga que mandar a la chingada, pero no me la voy a pasar mal", dijo en sus tiempos de comisionada indígena según recoge en un pasaje la biógrafa Melgar.
A saber si ahora no se la pasa bien justo porque todos los días debe acabar con jaqueca de tanta gente a la que consulta para todos los temas sin a final de cuentas escucharse a sí misma.
Un milagro xochitla parece todavía más improbable cuando la elección está a solo seis semanas.
Salvo que, en efecto, recupere la espontaneidad; a menos de que se dé cuenta de que la oposición disputa CDMX, Morelos y Veracruz, para empezar; no estará perdida si reconecta con los indígenas, por los que tanto ha hecho y quienes tantas ganas le dan de hacer cosas.
Dicen que Lorena Ochoa, la impresionante campeona del golf mundial, cuenta en sus conferencias que cuando tienes un mal día en el campo es un error tratar de corregir forzándote a seguir hasta "mejorar", que una pausa te ayudará a deshacerte de lo que estás ejecutando mal.
Xóchitl no tiene margen para pausa alguna. Le ha llegado la hora de la verdad. Su propósito de encabezar a la oposición no solo para ganar la presidencia, sino con la misión de impedir un carro completo del lopezobradorismo, es más pertinente que nunca.
Y como tantas veces en su biografía, lograr el objetivo solo depende de ella. Sabe más de campañas y de éxito que muchos de los que la rodean. Puede no repetir los errores de estos meses dándoles a ellos una pausa, siendo la misma de siempre.