Columnas - De política y cosas peores

Tablas de multiplicar

  • Por: CATÓN
  • 16 AGOSTO 2024
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Tablas de multiplicar

"¿No sabes quién es mi padre?", eso le dijo el majadero mozalbete a la chica que le informó que ya no había lugares en el avión. Respondió la muchacha: "No, pero si llego a enterarme, le prometo que de inmediato se lo comunicaré". Un campesino puso a la orilla de la carretera un cartel grande que decía: "Campo nudista", y explicó: "Lo ven los conductores, bajan la velocidad y ya no atropellan a mis gallinas". En el curso de unos ejercicios espirituales el padre Arsilio les hizo una extraña pregunta a sus feligreses: "¿Qué les gustaría que dijeran de ustedes cuando estén en su ataúd?", respondió uno: "A mí me gustaría que dijeran: 'Fue un buen esposo y padre de familia'". Contestó otro: "A mí me gustaría que dijeran: 'Fue un ciudadano ejemplar'". Declaró un tercero: "A mí me gustaría que dijeran: '¡Miren! ¡Se está moviendo!'".  Estudié para abogado porque la Escuela de Leyes era la única de mi ciudad en la cual no se cursaba ninguna asignatura relacionada con las Matemáticas. He sentido siempre un respetuoso pavor ante esa abstrusa ciencia. Admiro a quienes la cultivan, y sé de la importancia de los números, presentes en muchos aspectos de la vida, pero así como hay personas que no tienen oído para la música yo carezco de cerebro para los guarismos. Jamás pasé de las tablas de multiplicar, y todavía la del 9 se me dificulta. En el curso de mis estudios de jurisprudencia, sin embargo, aprendí que los problemas de las matemáticas son fáciles por difíciles que sean: admiten una sola solución correcta, y todas las demás son falsas. En cambio los problemas que plantea el Derecho llevan en sí toda la complejidad de la persona humana, pues atañen a su libertad, su honor, su patrimonio, su familia, y aun su vida. Durante muchos años profesé cátedra en la prestigiada Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Coahuila, cuyo claustro me distinguió nombrándome Maestro Ad Vitam de la institución. Su actual director, el licenciado Alfonso Yáñez Arreola, me invita cada año a recibir a la nueva generación de estudiantes. Esta vez, al dirigirme a ellos, expresé mi opinión en el sentido de que nada bueno aguarda a un país cuyo principal gobernante ha dicho cosas como: "Al diablo las instituciones" y: "No me vengan con el cuento de que la ley es la ley". Aclaré: "No estoy hablando de política, sino de Derecho". Hoy digo -y ahora sí estoy hablando de política- que López Obrador se ha apartado continuamente de la legalidad, y en eso estriban la anarquía y el caos que privan hoy por hoy en el país. La forma en que AMLO se propone destruir la judicatura nacional con mal urdidas ocurrencias populistas nacidas del resquemor y el ansia desorbitada del poder, es amenaza grave contra la Nación y la acerca más a todos los riesgos que derivan del ejercicio sin contrapesos de una voluntad omnímoda y caprichosa. En términos llanos a eso se le llama dictadura. Agradezco al maestro Yáñez Arreola el honor que me confiere; le expreso mi reconocimiento por su fructífera labor al frente de nuestra Facultad, y espero que la Vida me dé vida para regresar el próximo año a la que durante décadas fue mi casa y todavía lo es. Un muchacho caminaba por el parque cuando vio a un hombre de edad madura que lloraba desconsoladamente en una banca. Fue hacia él y le preguntó, solícito: "¿Qué le pasa, señor?". Contestó entre lágrimas el lacerado: "Mire usted, joven. Estoy casado con una mujer 30 años menor que yo, guapa y voluptuosa. Me da el mejor sexo del mundo; cocina para mí los más exquisitos platillos y me brinda siempre finas y delicadas atenciones". El muchacho se asombró. "¿Y entonces por qué llora?". Con un sollozo respondió el provecto señor: "¡Es que olvidé dónde está mi casa!". FIN.

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