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Morena: divisiones, trifulcas y autocomplacencias
Las elecciones internas que celebró Morena el fin de semana podrían parecer de poca importancia de no ser por la relevante concentración de poder que tiene el partido oficial tanto a nivel federal como local y municipal. Se definieron quienes fungirán como coordinadores y consejeros estatales y distritales para integrar los 300 congresos distritales del partido en el país. Si tomamos en cuenta que se "eligieron" 3,000 congresistas nacionales del partido y asumimos que ellos serán quienes incidirán en la estrategia para las elecciones del partido en el 2024, no queda duda del impacto que ese proceso tendrá en la próxima elección presidencial.
El proceso dibuja a Morena de un pincelazo: fue desastroso por los disturbios, las irregularidades, el acarreo y la violencia que dejaron ver con nitidez lo divididos que están internamente. Esta fragmentación no es el único problema que enfrentan, sino que la falta de respeto y dignidad ante la natural pluralidad del movimiento los descoloca como movimiento articulado. La disputa en el partido se escenifica con trifulcas de jalones de pelo, patadas, encontronazos y cualquier tipo de golpiza que revele el fervor con el que se arrebatan pedacitos de poder.
Hubo 2,5 millones de militantes que votaron. Algunos por voluntad propia, otros por temor a que las represalias les afectaran en su trabajo o comunidad. Las amenazas le restan buena parte de legitimidad a este digno número de votantes. Una réplica del priismo más añejo, de manías heredadas y normalizadas, que al parecer seguirán por muchos años más.
Después del deliberado desacato a la ley electoral señalado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en el que se incluye a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, el senador Ricardo Monreal, el Secretario de Gobernación, César Augusto López, entre otros, el partido no sólo da muestra por medio de sus liderazgos su descarado desapego a la legalidad, sino que sus bases se regodean replicando ese desacato entre golpizas y ataques verbales dignos de una escena deleitante para los amantes de las peleas callejeras. De tales líderes, tales militantes.
La reacción de César López contra el INE y su deseo de desaparecer a la institución electoral que nos ha garantizado procesos democráticos ejemplares, después del comportamiento de sus compañeros morenistas no puede sino contradecir de facto cualquier intención de poner en manos de los suyos una elección.
Si algo queda más claro que nunca, es que para garantizar la democracia y dotar de legitimidad cualquier elección de representantes, no puede realizarse sin una institución profesional, imparcial y efectiva como ha demostrado ser el INE. Es el momento de asegurarnos que las elecciones sigan en manos de los ciudadanos, con un marco normativo que regule los procesos y que limite en la medida de lo posible que se conviertan en peleas de palenque, en donde los desplumados no sólo son los gallos de la partida, sino todos sus apostadores. A menos que Morena apueste a eso, a desintegrarse como Movimiento para dar lugar a cientos de grupúsculos en busca de espacios políticos para repartirse, sin proyecto de nación, sin fines comunes que los doten de identidad, pero eso sí con un líder que denigra a "corcholatas" a sus "leales destapados" y que niega las rabiosas "irregularidades" de su militancia.
Los partidos políticos viven mayoritariamente de los recursos que las y los ciudadanos aportamos con cada impuesto a los artículos que consumimos y con todas las cargas fiscales que asumimos cuando trabajamos. Justamente porque nuestro dinero se les entrega, tenemos todo el derecho a vigilar sus procesos internos y a denunciar si con ellos atentan contra los principios democráticos. Morena siendo ahora el partido oficialista concentra más recursos que cualquier otro partido político. El destino que decida asignarle a esos dineros debe ser transparente y les obliga a rendir cuentas. Minimizar el porcentaje de agarrones violentos en su proceso interno, puede hacerlos sentir menos incómodos porque en la autocomplacencia han echado raíces que difícilmente soltaran los territorios que tienen ya ganados. Eso no quita el referente de zafarranchos electorero que han dejado a su paso.