Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Miedo al adicto

Mi propia experiencia

No se me podía decir nada porque de inmediato explotaba, me tornaba sumamente agresivo, terco, explosivo, me defendía como gato patas pa arriba, me tenían que tratar con suma delicadeza a pesar de que de noche andaba como loco buscando pruebas de que mi mujer me engañaba, no dormía,  esculcando e inspeccionando todo, checando hasta el último detalle en su ropa íntima, supervisando los cajones y guardarropas, por supuesto, borracho y drogado, lleno de miedos y secuestrado por mis delirios de persecución, me volví loco, perdí imagen, llegue a pesar menos de 50 kilos, temblorino, amarillo, ojeroso, muerto en vida, atrapado sin salida, dormía con cuchillos generando que dos tipos me querían asesinar, estaba muy mal, pero lleno de soberbia, no aceptaba, ni reconocía que tenía un serio problema por mi manera de beber y de drogarme, por las mañanas y durante el día, me la pasaba dormido, mi esposa y mi madre, no me podían decir nada de nada porque luego luego explota y las reprimía de una manera violenta y déspota, como yo, el adicto se resiste al cambio, no acepta ayuda, mucho menos sugerencias, se torna intocable y la familia está en jaque, imposibilitada de buscar y de dar alternativas de solución, prefiere la esposa, los hijos, los padres de adicto, darle la vuelta al problema y no agarrar al toro por los cuernos.

El perfil del enfermo emocional

Miedo al adicto

La negación es un sello de distinción, no reconozco que tengo un serio problema me justifico buscando pretextos y culpables, somos como almas gemelas, copias fieles al carbón, como dos gotas de agua emocionalmente, totalmente parecidos, somos iguales, los alcohólicos que los marihuanos, iguales los farmacodependientes, los adictos al sexo, la pornografía, los codependientes, también, hay similitud entre los drogadictos diversos con los maniaco depresivos, con los machos típicos mexicanos, asimismo, los ludópatas, los masoquistas que se autodestruyen, no hay gran diferencia, somos iguales, igualmente de enfermos llenos de soberbia y neurosis desparramada, por supuesto ególatras, déspotas, tipos raros en su comunicación, acomplejados, llenos de miedos, sin tener valor de pedir ayuda y de buscar alternativas de solución, no hay ninguna variante de un enfermo a otro.

El bienestar común, no tiene la preferencia

El enfermo emocional, es ególatra, aislado, se refugia en su recamara la mayor parte del tiempo, es un tipo aislado, con mala comunicación, iracundo, irreverente, rebelde e irresponsable, puede haber vivido en este cuadro todo su vida, conozco enfermos mayores de 50 y 69 años que cómodamente viven con sus papas o con la mama, se alcoholizan, se empestillan y generan angustia a toda la familia, son chabelotes, mayores de edad, con actitudes infantiles y las viejitas, por miedo, permiten que el borracho, el drogadicto se hunda en la adicción, muestran miedo al confrontarlo, a pedirle que busque ayudo o que se salga de la casa, ellas, no saben nada de la enfermedad y el tipo fracasado, sin trabajo, mediocre, propiamente es el rey del hogar.

Una personalidad en común

El trastorno de personalidad narcisista (uno de varios tipos de trastornos de la personalidad) es un trastorno mental en el cual las personas tienen un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás. Sin embargo, detrás de esta máscara de seguridad extrema, hay una autoestima frágil que es vulnerable a la crítica más leve. 

Un trastorno de personalidad narcisista causa problemas en muchas áreas de la vida, como en las relaciones, el trabajo, la escuela o los asuntos económicos. En general, es posible que las personas con trastorno de la personalidad narcisista se sientan infelices y decepcionadas cuando no reciben los favores especiales ni la admiración que creen merecer. Es posible que no se sientan satisfechos con sus relaciones y que otras personas no disfruten de su compañía.