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LA MADUREZ NO ES UNA META, ES UN PROCESO

  • Por: MSGR. JUAN NICOLAU
  • 21 SEPTIEMBRE 2021
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LA MADUREZ NO ES UNA META, ES UN PROCESO

La madurez es ambas un concepto estático y dinámico. 

Es estática en el sentido de ser una etapa definida y separada en sí misma, que surge de las complejidades, búsquedas y revelaciones de la niñez y la adolescencia. Implica, como se indica en su raíz latina, un estado de madurez, de pleno crecimiento y desarrollo, un estado de plenitud. 

Pero a diferencia de las etapas anteriores de la infancia y la adolescencia por la que hemos pasado y abandonado, nuestra madurez se desarrollará para siempre y sólo puede definirse por el grado y la calidad de su presencia a lo largo de los tiempos futuros de nuestra vida. 

Es como los conceptos de nuestras vidas. Es como los conceptos de amor o conocimiento: nunca puede haber un fin que adquirir, solo una intensa aspiración de experimentar más de ambos.

 Es, por tanto, un concepto tanto de ser como de devenir.

Con la madurez hemos adquirido finalmente un yo, un centro que, aunque no plenamente realizado, podemos aceptar como un comienzo. Reconocemos su naturaleza dinámica, su deuda con el pasado, pero aceptamos el hecho de que su realización futura es independiente de ese pasado, que nuestra vida no es meramente un epílogo de lo que ya ha sucedido. 

Nos elegimos a nosotros mismos en el presente. Aceptamos el futuro como nuestro desafío, no en el sentido de esperarlo, sino de vivir el ahora de una manera que lo haga realidad de la manera más viva. 

Aceptamos nuestro yo recién descubierto como un concepto en constante cambio porque sabemos que sin un fenómeno tan contundente, potente y en constante cambio, la interacción en un entorno ilimitado nunca puede conocer la plena realización.

Carl Rogers es quizás uno de los principales exponentes de este enfoque dinámico de la madurez. Siente que la buena vida adulta es más que un estado fijo de tensión reducida o una condición homeostática a la que aspirar y en la que uno puede sentirse cómodo funcionando en una sociedad compleja. Él ve la madurez no como una actualización o un estado de realización, sino más bien como un proceso que cambia y se desarrolla para siempre.

Hay muchas teorías sobre lo que constituye una persona humana madura. En general, se acepta que las personas maduras tienen un sentido de identidad del ego, un sentido del “yo”, un sentido de quiénes son separados y separados de los demás en su vida. Pero estas personas separadas también se dan cuenta de la necesidad de intimidad tanto física como psicológica, una necesidad de relacionarse en un nivel profundo y significativo con los demás.

Las personas maduras tienen un deseo sincero de ser productivas y dar esa producción a otros. Desean crear y compartir sus creaciones. Aceptan su vida y trabajan con satisfacción y alegría. Viven la vida como, en términos de Otto Rank, un “artista” (no necesariamente un artista que escribe o pinta, sino más bien un artista de la vida). Ponen sus talentos en cada esfuerzo y su imaginación para recrear sus vidas cada día. 

Los artistas maduros de la vida son espontáneos, acogedores, flexibles, receptivos a la nueva experiencia, desconfiados de la realidad. 

Están en armonía con las fuerzas externas, pero autónomos, ocupados en el proceso de inventar sus propias vidas. Ven la existencia como una serie de opciones, la selección de las que deben determinar y de las que son singularmente responsables. 

Se preocupan, respetan y aprecian el mundo y la sociedad en la que viven y los demás que conviven en él, aunque no estén del todo de acuerdo con ellos. 

Creen en sus propias necesidades y potencialidades personales y se dan cuenta de que estas a menudo pueden entrar en conflicto con las de los demás, pero reconocen que el conflicto puede ser una fuerza positiva para el crecimiento y el cambio.

Las personas maduras tienen un profundo sentido espiritual en términos de su relación con la naturaleza y otras personas, y reconocer la continua maravilla de la vida y el vivir. Hacen pleno uso de sus potencialidades, se aceptan a sí mismos como parte del mayor misterio de la vida y comparten su amor, alegría y sabiduría de una manera abierta, responsable y no explotadora.

En esencia, entonces, las personas humanas maduras en pleno funcionamiento están creciendo continuamente, porque se dan cuenta de que la madurez no es una meta, sino un proceso; que la esencia de la madurez radica en elecciones creativas y responsables. Tienen un sentido de identidad flexible pero inconformista, un sentido vivo y de aceptación de quiénes son, qué pueden ser y dónde residen sus poderes.

Para la persona madura es fundamental la capacidad de formar relaciones profundas, íntimas y significativas que se basan en una “consideración incondicional” por la singularidad de los demás. Son cariñosos, cariñosos y sexualmente receptivos; son sociables, tienen amigos y un sentido de comunidad. Son trabajadores productivos y dedicados a sus labores. Adoptan el cambio para la mejora de sí mismos y de los demás, así como de la sociedad en la que viven. Son autodeterminadas, inventivas, de buen humor y se sienten cómodos en su mundo, consigo mismos y con los demás.…Y recuerda que Dios te ama y yo también. 

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