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La leña del diablo

  • Por: SANTIAGO CREEL MIRANDA
  • 28 ENERO 2022
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La leña del diablo

Seguramente, querido lector, te estás preguntando: ¿por qué este título?, ¿a qué me refiero?, ¿qué quiero explicar?  

Estoy seguro que tú mismo, con estas preguntas que planteo, ya estás asociándolas quizas con alguno de los círculos que Dante describe en la Divina Comedia.  

No es para menos, la reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador, sólo podrá cumplir la meta para que la CFE genere por lo menos el 54% de energía eléctrica en el país, si eleva la utilización de combustóleo y de plantas menos eficientes, lo que tendría como consecuencia el aumento de las emisiones contaminantes que hoy padecemos. La alegoría del infierno resulta totalmente pertinente por los daños que causa la energía sucia que se genera. 

¿Estoy exagerando?, ¿mi dicho tiene poco valor por ser opositor al régimen? Si piensas que mis razones las llevo al límite o utilizo una ironía literaria para titular la reforma eléctrica como "la leña del diablo", tal y como algunos se refieren al combustóleo (Diego Badillo. El Economista), me temo que te equivocas y no percibes el severo daño y las consecuencias nefastas que tendría la reforma presidencial. 

Si llega a aprobarse la reforma, situación que francamente la dudo —porque la coalición Va por México está más firme que nunca— las emisiones contaminantes aumentarían en más de 50%, en un país, que ya de por sí, tiene graves problemas de contaminación. ¿Asumes la actitud de: hasta no ver no creer?, se vale, pero por favor, tómate el tiempo de leer este estudio https://www.nrel.gov/docs/fy22osti/81350.pdf 

Vamos al detalle: el combustóleo es un residuo producto de la refinación del petróleo crudo; tiene un alto contenido de azufre (4%, en la Unión Europea el contenido máximo permitido es de 1%).  Cuando este combustible se quema genera contaminantes que no desaparecen, se dispersan y contienen partículas (PM10 y PM2.5), óxidos de nitrógeno (NOx) y dióxido de azufre (SO2), que son devastadores para la salud humana y para los ecosistemas; generan lluvia ácida, acidificación de océanos y erosión de suelos; generan gases de efecto invernadero y contaminantes de vida corta, como el carbono negro, causantes del calentamiento global. 

La quema de combustóleo en nuestro país es más preocupante que el uso de carbón, ya que las termoeléctricas no cuentan con equipos de control de emisiones y generan 99.98% más SO2, 43.15% más de NOx y 39.92% más CO2 en zonas altamente contaminadas. Tanto las plantas de carbón, como las de combustóleo, generan más del doble de CO2 que una planta de ciclo combinado, que produce mayor cantidad de electricidad por tener un equipo más eficiente. 

Apostar por una política de desarrollo energético basada en combustibles fósiles es poner en riesgo la salud de la población, violenta los compromisos adquiridos por México en el Acuerdo de París, para reducir 22% las emisiones GEI, y en 51% las emisiones de carbono negro para 2030. Como también el Compromiso Global de Metano en la COP26, al que nuestro país se adhirió y que busca reducir las emisiones de ese gas hasta en 30% para 2030, con respecto a las emisiones de 2020. 

La reforma eléctrica propuesta, al fomentar el incremento en el uso de combustibles fósiles, pasa por alto los posibles aranceles que establecerán la Unión Europea y otros países, por la emisión de la denominada energía sucia.

 La pregunta que tú y yo nos tenemos que hacer es: si queremos o no contribuir a preservar nuestra salud y a aportar a la sustentabilidad del medio ambiente global. La disyuntiva es: ¿Vamos a asumir o no nuestra responsabilidad como habitantes del mundo o, indolentemente, seguiremos contribuyendo a acelerar el cambio climático que viene acompañado de grandes tragedias y pérdida de vidas humanas: por inundaciones, huracanes, sequías, incendios, el efecto de la temperatura y el deshielo en los polos y otras muchas calamidades que rompen con el ciclo de la vida y de la naturaleza?

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