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El beisbol y las lenguas indígenas de México. Këyät
El futuro de las lenguas indígenas de México no está en la Cuarta Transformación, si hay un futuro está en la resistencia de los colectivos de hablantes
No sé qué dios enojado haya escupido en nuestra boca y nos haya lanzado la maldición; como Casandra que desesperada predice la destrucción de Troya sin que nadie le crea ni parezca importarle, diversos colectivos, especialistas, universidades, pueblos indígenas y activistas hemos insistido una y otra vez: como nunca en la historia de la humanidad, las lenguas del mundo están desapareciendo. El diagnóstico es claro, más de la mitad de las lenguas del mundo morirán en menos de cien años. Nos hemos cansado de repetirlo una y otra vez, gritamos con desesperación pero nada, un dios enojado nos escupió la boca. Si lo vemos desde el lado del conocimiento, miles y miles de bibliotecas completas están despareciendo en el fuego de la violencia lingüicida sin que se haga lo mínimo suficiente para preservarlas; si lo vemos desde el lado de los pueblos del mundo, comunidades enteras están viendo violentados sus derechos lingüísticos y sometidos a una violencia física y psicológica que les ha obligado a abandonar las lenguas de sus pueblos. Sin derechos lingüísticos no es posible garantizar los derechos humanos. ¿Si no se respetan los derechos lingüísticos de la población infantil cómo se puede cumplir con su derecho humano a la educación? ¿si no se garantizan intérpretes en los hospitales para población que no habla castellano cómo se garantiza el derecho a la salud? ¿si no se asigna presupuesto a intérpretes en el área de la impartición de la justicia cómo se disfruta del derecho humano al debido proceso?.
Además de los 365 sistemas lingüísticos que corresponden a 68 agrupaciones de lenguas indígenas, en México se habla, desde hace más de cien años, el idioma romaní de la población gitana, también hay comunidades hablantes de plattdeutsch, la lengua de la población menonita y se habla véneto, una lengua de la península itálica, en Chipilo, Puebla; es importante también considerar las distintas lenguas de señas, como la Lengua de Señas Mexicana y la Lengua de Señas Maya Yucateca. La realidad de este país es multilingüe, el gobierno sigue negando en los hechos esta realidad.
En este país, el Estado mexicano tiene una clara responsabilidad histórica en la desaparición de la diversidad lingüística, durante demasiadas décadas se dedicó con ahínco a hacer todo lo posible para que las lenguas indígenas desaparecieran, el proceso de amestizamiento, tan fundamental para el proyecto nacional, básicamente pasó por la castellanización forzada y su violencia asociada. Lo mínimo esperable es que ahora se hiciera un esfuerzo proporcional para apoyar las iniciativas de revitalización. Pero no, al contrario, la Cuarta Transformación ha recrudecido la falta de interés y el recorte presupuestal en el tema.
Con cierta esperanza y por la presión de muchos activistas, comunidades de hablantes y del movimiento indígena asociado al alzamiento del EZLN, a principios del siglo XXI se promulgó la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México que a su vez ordenó la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). Además de evidentes problemas en su funcionamiento, los recortes que ha sufrido desde su creación reflejan el casi nulo interés que el poder ejecutivo tiene en un tema por demás urgente. Con la llamada Cuarta Transformación, las cosas ahora están cada vez peor. Si el interés de un gobierno en un tema determinado se puede medir en el presupuesto que se le asigna, el tratamiento presupuestal que se ha dado al INALI es más que elocuente: mientras que el "Programa para la promoción y desarrollo del béisbol en México" (deporte favorito del presidente de la república) recibió 264 millones de pesos en 2021, en ese mismo año se asignaron sólo 68 millones al INALI. No quiero con esto decir que no sea importante promover el deporte pero sabemos que la elección de un deporte sobre otro para su promoción no obedece a un diagnóstico elaborado sobre necesidades reales si no al mero gusto de quien encabeza el poder ejecutivo. Ese gusto es más importante que la diversidad lingüística del país y de los pueblos indígenas a juzgar por el dinero que se les asigna. Todas las lenguas indígenas valen casi tres veces menos que la promoción de un deporte que cuenta ya con el respaldo de una una liga millonaria, grandes estadios y múltiples respaldos desde la iniciativa pública y privada.
En enero de 2022, la Secretaria de Cultura avaló la iniciativa presidencial de fusionar el INALI con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) que a su vez comenzó el sexenio ya con un recorte importante de presupuesto del que se quejó el titular, Adelfo Regino, en su momento. Llovieron las críticas y dicha fusión no parece haberse concretado aunque cada vez más el INALI está siendo debilitado. En enero de este año, durante el informe que el ahora ex-director de esta institución, Juan Gregorio Regino, rindió ante el Senado de la República, se especificó que además de los gastos corrientes, el INALI sólo tuvo 10 millones de pesos para operar proyectos en su área. Risible e indignante si consideramos que el gobierno federal gastó, sólo por remodelación, 178 millones de pesos en dos estadios de beisbol en Sonora.
El proyecto más importante que el gobierno actual está planteando en materia de lenguas indígenas es la Universidad de las Lenguas Indígenas (ULIM) cuyo acuerdo de creación se firmó el pasado 21 de febrero, Día Internacional de la Lengua Materna. A este evento, el INALI, que sigue sin nuevo director, no fue convocado. Aunque crear la ULIM parece, de entrada, una buena idea, lo alarmante es que esta universidad no está enmarcada en un proyecto general de políticas públicas sobre el tema y su creación no se articula con una planificación lingüística, sin planificación estructurada parece más bien un esfuerzo gatopardista por palomear un requerimiento en el marco del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas y no el resultado de un plan genuinamente diseñado para la preservación de la necesaria diversidad lingüística. ¿Es la creación de la ULIM la acción más urgente para evitar que el número de hablantes de lenguas indígenas siga decreciendo estrepitosamente? ¿Cuál es la estrategia federal? Desalienta mucho también que los principales funcionarios hablantes de lenguas indígenas que impulsan la ULIM no han podido transmitir la lengua indígena que hablan a sus propios hijos.
¿Qué democracia se puede presumir cuando se reprimen los medios de comunicación y pensamiento de las múltiples naciones que habitan este país? El futuro de las lenguas indígenas de México no está la Cuarta Transformación, si hay un futuro, está en la resistencia de los colectivos de hablantes que organizados hacen lo posible por luchar contra el lingüicidio. Mientras, las Casandras en esta lucha siguen gritando desesperadas que ese Caballo de Troya llamado monolingüismo oficialista es una trampa, pero nadie hace caso, siguen en los estadios aplaudiendo emocionantes partidos de béisbol desde sus palcos recién remodelados.