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Día de los Muertos

  • Por: MONS. JUAN NICOLAU
  • 29 OCTUBRE 2017
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Día de los Muertos

Las exequias, esos últimos ritos con los que despedimos los restos de los que se nos han adelantado en el camino, son impresionantes.

Cada quien a su modo trata de mostrar respeto por aquel familiar, amigo o conocido, o por aquellos que han muerto al servicio de nuestro país, aunque no los conociéramos personalmente, tratamos de participar en sus cortejos, tal vez poniéndose de pie en silencio en las aceras de las calles por donde pasa la carroza, o asistiendo al sepelio, o dedicando una misa para el descanso de su alma.

Ahora que celebramos el día de todos los santos y el Día de los Fieles Difuntos, este 1 y 2 de noviembre, seguiremos la tradición de visitar el camposanto si es posible, asistir a una misa en donde la intención especial es por el descanso eterno de quienes han fallecido. El tener una vela encendida permanentemente frente a la fotografía de ese familiar cercano que ya no está, y si la familia lo acostumbra, colocando también algunas de las cosas que esa persona degustaba en vida como por ejemplo sus bebida favorita, su platillo predilecto, frutas o cigarrillos si es que fumaba, etc.

Las nuevas generaciones comienzan a comprender mejor la tradición de sus padres, o abuelos, por el empeño que ponen los maestros en las escuelas, y los diferentes museos de nuestro Valle de celebrar a los antepasados en el día de los muertos con coloridos altares dedicados a personajes famosos, o importantes para nuestra localidad. Si no hay un altar dedicado a los soldados y marinos que han perdido la vida en y por los ideales de nuestro país, debería de haberlo.

El ambiente festivo de estos días en los cementerios llama la atención de aquellos que no comprenden de que se trata para nosotros los creyentes.  Creemos que hay vida después de la muerte. El morir no significa más que el primero paso para llegar a Dios, por lo que es un motivo de fiesta.

La misa será entonces la mejor manera de pedir por el descanso de los que se nos han ido. SI entendemos que el cuerpo de la iglesia se divide en tres: la iglesia militante, donde debemos luchar día  tras día para vencer el mal en cada uno de nosotros y vivir siguiendo el ejemplo Jesús; la iglesia triunfante, donde estaremos todos en la gloria de Dios padre; la iglesia purgante, donde están aquellos que esperan por la gracia de Dios.

Es claro entonces que estos últimos son los que más necesitan de la oración por parte de todos nosotros.

Psicológicamente hablando, el honrar su espíritu con un altar de muertos y, mejor aún con una misa es también una forma de aliviar nuestra pena por la partida de un ser querido, pues aquellos a los que se les recuerda con cariño nunca se van, VIVEN. ¡El está más vivo!

. . . Y recuerda que Dios te ama y yo también.

MSGR.Juan Nicolau, Ph.D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es psicoterapeuta familiar y consejero profesional co licencias.


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