´Desigualdades Silenciadas: La Brecha de Género en la Salud´

El Día Internacional de la Mujer, celebrado cada 8 de marzo, se presenta como una oportunidad para reflexionar sobre los avances hacia la igualdad de género, pero también para señalar los desafíos que persisten. En el ámbito de la salud, las mujeres continúan enfrentando desigualdades que afectan gravemente su bienestar y calidad de vida. Estas disparidades no sólo se deben a factores biológicos, sino también a barreras sociales, culturales y económicas que limitan el acceso a una atención médica justa y adecuada.
Una de las principales desigualdades en la salud que enfrentan las mujeres es el acceso a servicios médicos adecuados. En muchas comunidades rurales o de bajos recursos, las mujeres tienen menos acceso a atención de calidad, lo que se traduce en diagnósticos tardíos o tratamientos inadecuados. Por ejemplo, en zonas alejadas, las mujeres a menudo deben recorrer largas distancias para llegar a un centro de salud, lo que puede retrasar el tratamiento de enfermedades que, de haberse detectado a tiempo, podrían haberse prevenido o tratado con éxito. Esta falta de acceso afecta no sólo a su salud física, sino también a su salud mental y emocional, ya que muchas veces sienten que su bienestar no es una prioridad.
Además, las mujeres enfrentan una subrepresentación en la investigación médica. Durante años, los estudios clínicos se han centrado principalmente en hombres, lo que ha llevado a un desconocimiento de cómo ciertas enfermedades afectan de manera diferente a las mujeres. Un claro ejemplo es el de las enfermedades cardiovasculares, que, si bien son la principal causa de muerte tanto en hombres como en mujeres, se presentan de manera distinta en ellas. Mientras que los hombres suelen experimentar síntomas clásicos como dolor en el pecho, las mujeres pueden sufrir fatiga, dolor abdominal o dificultad para respirar, síntomas que a menudo se pasan por alto. Esta falta de conocimiento ha llevado a diagnósticos erróneos y retrasos en los tratamientos adecuados.
La salud reproductiva es otro aspecto donde las desigualdades se hacen evidentes. Aunque en muchas partes del mundo se han logrado avances en el acceso a métodos anticonceptivos y a atención prenatal, aún persisten barreras significativas para las mujeres, especialmente en países en desarrollo. Muchas enfrentan dificultades para acceder a servicios de planificación familiar, cuidados durante el embarazo y atención en el parto. En regiones rurales, las mujeres deben enfrentarse a la falta de personal capacitado y a la escasez de recursos en los hospitales, lo que incrementa los riesgos tanto para ellas como para sus hijos. Además, la violencia obstétrica sigue siendo una realidad para muchas mujeres, quienes experimentan un trato despectivo e inhumano durante la atención del parto, así como también siguen presentándose casos en los que la pareja masculina logra persuadir al personal médico de esterilizar mediante métodos anticonceptivos irreversibles, como la salpingoplastia a su pareja sentimental sin su consentimiento.
La pandemia de COVID-19, por si fuera poco, ha profundizado aún más estas desigualdades. Las mujeres, especialmente aquellas que desempeñan el rol de cuidadoras en el hogar, han sufrido de manera desproporcionada los efectos de la crisis sanitaria. La carga de trabajo no remunerado aumentó, y muchas se vieron obligadas a descuidar su salud física y emocional para atender a los demás. Además, la sobrecarga de los servicios médicos durante la pandemia dificultó aún más el acceso a atención básica, exacerbando las condiciones de salud preexistentes en las mujeres.
Es claro que las desigualdades de género en la salud tienen raíces profundas que van más allá de la biología. Existen factores sociales, económicos y culturales que siguen limitando el acceso de las mujeres a una atención sanitaria de calidad. Para avanzar hacia una verdadera igualdad, es esencial que los sistemas de salud reconozcan y aborden estas disparidades. Es necesario que las políticas públicas promuevan un enfoque inclusivo, donde las necesidades específicas de las mujeres sean tomadas en cuenta en todas las fases de su vida, desde la prevención hasta el tratamiento de enfermedades.
En este Día Internacional de la Mujer, es crucial que como sociedad no solo visualicemos los logros alcanzados, sino que también reconozcamos los desafíos que siguen afectando a las mujeres en el ámbito de la salud.
En conclusión, la brecha de género en la salud no es solo un problema que afecta a las mujeres, sino que nos afecta a todos como sociedad. Se logrará un futuro más justo, cuando se consiga garantizar que todas las personas, independientemente de su género sean atendidas digna y eficientemente. Solo así tendremos un futuro más equitativo para todas y todos. La igualdad de género en la salud no debe ser una meta lejana, sino un derecho que todas las mujeres deben poder disfrutar en su totalidad. Es fundamental que las políticas públicas prioricen la equidad en la salud, asegurando que todas las mujeres, sin importar su contexto, tengan acceso a una atención de calidad.