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Confianza electoral
La palabra clave para que funcione mejor una institución es la confianza. En ella radica la respetabilidad que le pueden tener los ciudadanos a lo que informan, proponen y acuerdan cualquier ente social. Para generar confianza se requieren de varios elementos que crean y mantienen ese estado de ánimo y de bienestar en la sociedad.
Por ejemplo, conocer la verdad de la información teniendo elementos que la validen que sean comprobables y medibles. Contar con sistemas efectivos de comunicación inmediata que retroalimenten de información ante cualquier incertidumbre, incluso ante algún error cometido para que se dé una explicación o disculpa pública evitando con ello la perdida de la confianza.
Cuando se logra esa condición de confianza en las familias, los amigos, las organizaciones públicas o privadas, los acuerdos fluyen con mayor velocidad, se generan nuevas ideas que se ponen en práctica, se alcanzan objetivos de los que gran parte se sienten que son propios y todo se mejora constantemente.
Sin embargo, las organizaciones y los tiempos de la “confianza permanente” desafortunadamente son muy cortos dadas muchas malas prácticas humanas que rompen con esas buenas relaciones.
Los “venenos” en contra de la confianza son las mentiras, las noticias sin sustento, la falta de cumplimiento de los compromisos hechos o lo que es lo mismo faltar a la palabra empeñada.
Una de las instituciones a la que le es más importante la credibilidad, es decir que le tengan confianza los mexicanos es a la que organiza junto con millones de mexicanos los procesos electorales para elegir a nuestros representantes populares.
El Instituto Nacional Electoral antes Instituto Federal Electoral se “independizó” del gobierno federal el 11 de Octubre de 1990 dando paso a que “ciudadanos” encabezaran a los órganos de control electoral y organizaran las elecciones sin la participación de ningún funcionario de gobierno como antes acontecía.
De esta forma se dio un paso muy importante en el fortalecimiento de la credibilidad a los resultados electorales en los comicios posteriores y hasta la fecha.
La pérdida de confianza hacia quien organizaba las elecciones y era el beneficiario directo de los resultados aun cuando estos hubieran sido limpios y legales le daban a la institución electoral una duda digamos “normal” y muy “mexicana” a los resultados. Siendo nosotros mismos quienes nos tenemos poca confianza o elevamos a instituciones del orden, educativos y a los símbolos religiosos como los que más les creemos es hasta cierto punto normal que necesitemos más herramientas de validez para creer en lo que nos dicen los demás.
En el tamiz de la desconfianza pasan medios de comunicación, parlamentarios, cuerpos de seguridad publica en diferentes escalas que provocan un desanimo, desinterés y rechazo hacia todo lo que proponen y generan estas organizaciones.
Sin duda este ambiente no nos ayuda en nada como nación porque el trabajo individual nunca va a ser más productivo que el de conjunto. Nunca una sociedad se va a desarrollar si no existen bases de confianza, honor, credibilidad y aspiracionales que motiven a las generaciones presentes y futuras a poner mayor esfuerzo en sus propósitos colectivos.
En ello radica la importancia de cuidar las instituciones del estado mexicano para que les tengan confianza los ciudadanos en general y las instituciones privadas que ocupan de sus servicios y orientación. Ante un escenario de competencia electoral como el que estamos viviendo con el mayor número de puestos de elección popular en juego en la historia de México lo menos que esperan los ciudadanos es que las instituciones de interés público como denomina la ley a los partidos políticos y sus candidatos generen señales de desconfianza sobre el resultado electoral.
Hace unos días el candidato a Presidente de la República del partido Morena señaló que en caso de haber un fraude electoral en estas elecciones se podía “soltar el tigre”, metáfora referida a que la sociedad pudiera protestar causando desorden postelectoral en el país.
Dicha expresión lo único que hace es generar desconfianza en quienes están organizando las elecciones y crea una sensación de que siente que no va a ganar para hacerse el “mártir” de este nuevo capítulo de la historia.
Creo y estoy seguro que millones creemos lo mismo que el INE y los millones de representantes de los partidos políticos en las casillas y los funcionarios en cada una de ellas son gente honesta y patriota que nunca permitirían que se violentara la voluntad popular este próximo 1 de Julio.
Por ello, creo que esta expresión aparte de inútil y temeraria sólo abona a la discordia y desunión que en nada beneficia a la unidad nacional que requiere nuestro país después de que conozcamos el resultado electoral, sea cual sea este, tal como lo fue en las elecciones federales del año 2000, 2006 y 2012.
Así que aparte de darle la confianza a las instituciones, creamos en nosotros en los mexicanos que hemos sido capaces y lo seremos de nueva cuenta de afrontar cualquier desafío y salir adelante por el bien de nuestra patria. Que gane el que quiera la mayoría y con ello ganara México.
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