Confesiones y retratos de machos mexicanos

Retrato de lo enfermo que sigue, estando este país misógino

"Me llamo Damián, pero en el barrio me dicen ´El Dartañán´. También ´El Perro´. Yo sí soy bien macho. ¿Cómo sé que soy bien macho? Un día estaba con mi novia y me le quedé mirando a otra mujer. Estábamos en una fiesta y ella me regañó. O sea, tuvo el descaro de arruinarme la fiesta. Me reclamó: ´Llevas horas viéndola así, ¿qué te pasa?´ Y yo le dije: ´Qué culpa tengo yo de que ella esté bien buena y tú no´. Hasta la peda se me bajó del pinche coraje, pero la puse en su lugar, como se debe".

"Me llamo Oscar. Me dicen ´El Chichifo´. Un día estaba echando pasión con una morra. Ya teníamos varias semanas dándonos. De pronto ella voltea a verme y me dice: ´Oye, después de esto, tú y yo qué somos´. Y le contesté: ´Tres cuartas partes de agua´. Jajaja. Se la pasó deprimida como un mes, chillando. Yo no sé por qué se ponen así, si uno nomás es sincero".

Confesiones y retratos de machos mexicanos

"Me llamo César y me dicen ´El Espectro´. La neta chale con eso de la igualdad. No somos iguales, claramente los hombres somos superiores. Eso se ve luego-luego, para empezar en la fuerza. Las viejas no te aguantan un madrazo. También somos más inteligentes, sino quién es jefe en la mayoría de los trabajos. Exacto, un hombre. Se van perdiendo los valores. En mi casa sí se reconocía la jerarquía. Desde chiquitos, mis hermanas tenían que levantar los platos de la mesa, lavarlos, barrer, trapear, lavar nuestra ropa, plancharla, guardarla, y nosotros los hermanos estábamos para que nos sirvieran porque nosotros íbamos a ser los que trajéramos lana a la casa".

"Me llamo Alejandro y me dicen ´Marranet´: Las mujeres ya no están entendiendo cuál es su lugar en la sociedad: estar en la casa y cuidar a los hijos y ser fieles y proveer los gustos de su pareja. Mi novia no puede andar saliendo con amigas ni puede andar yendo vestida como quiera si no va conmigo. Ni que fuera puta para ponerse minifaldas y para andar enseñando chichis. Por eso luego les dicen de cosas y las abusan. Así como andan en la calle parece que piden a gritos que les den. Es como cuando hablan. Yo ya se los he dicho varias veces a mis novias: "Nadie te está pidiendo tu opinión cuando estemos en reuniones familiares o en cenas. Calladita te ves más bonita, perra". Ella no tiene que andar opinando, ella nada más está para escuchar y aprender, no para estar dando sus opiniones pendejas. Por eso luego les dan un chingadazo, por faltarle al respeto a uno o a la suegra. Es que, de veras, ahora las mujeres no aprenden eso de que un chingadazo a tiempo educa y demuestra quién manda. Se sublevan. Es que cuando una mujer se pone a discutir gacho, claro que es porque está en sus días. Y si no está en sus días, es porque está loca o es tóxica. No hay quién las entienda, yo por eso prefiero darles un putazo preventivo".

"Me llamo Héctor. Me dicen ´El Gavilán´. Las mujeres no deberían de estudiar más allá de la secundaria porque entonces empiezan a querer hacer otras cosas que no tiene qué ver con su papel de mujer en la familia. Cuando las mujeres empiezan a estudiar, entonces se empiezan a perder los valores familiares y se desintegra la sociedad. Además, qué es eso de que ahora uno no les puede decir nada a las mujeres. Ni un piropo, o agarrarle tantito a la nalga. Si de eso deberían de sentirse agradecidas, de que uno les haga caso y uno esté valorando su belleza. Qué tiene de malo decirles que están bien buenas. Si no quieren que les digan nada para qué salen así, vestidas con sus escotes, sus minifaldas y sus cadencias. Nadie es imprescindible, pero las mujeres son remplazables".

Estas anécdotas machas, recogidas por cuatro colegas y yo, retratan lo enfermo que sigue estando este país misógino, porque esa monstruosidad social no se limita a cuatro estampas de pensamiento cavernario: el año pasado hubo 948 feminicidios y 2,808 homicidios dolosos. Un total de 3,756 mujeres asesinadas en 2022. Seguimos igual, las mismas diez de 2021. Una vergüenza de país feminicida.