Cinco razones para mantener el optimismo pese a Trump

Mantener la calma será la primera y mejor actitud que podamos tener con respecto a lo que se nos viene encima
Escribo estas líneas horas antes de que Donald Trump anuncie las medidas de su Liberation Day que habrán de sacudir al mundo. Sin embargo, trascendentes como serán para México en un sentido u otro, nunca como ahora la necesidad de mantener la cabeza fría y las cosas en perspectiva. El principal daño potencial no reside estrictamente en las medidas anunciadas, sino en la reacción que pueda desencadenar el nerviosismo entre las personas y el mercado. Recurro al ejemplo alguna vez citado aquí, de las tragedias que golpean en momentos de emergencia en auditorios, cines o estadios, provocadas esencialmente por la estampida de pánico y no tanto por la causa original del incidente.
Mantener la calma será la primera y mejor actitud que podamos tener con respecto a lo que se nos viene encima. La segunda residirá en tomar las acciones de corto, mediano y largo plazo para afrontar el nuevo escenario y reducir nuestra vulnerabilidad futura. Veamos lo primero; motivos para mantener una razonable calma existen.
1.- El impacto real en la producción será gradual. Si descartamos desplomes del peso, salidas de capitales o caída de la bolsa, a condición de contener el nerviosismo, la economía real tardará en experimentar a profundidad los efectos de un aumento en las tarifas. Las cadenas de producción se mantendrán en lo inmediato, incluso si aumentan los precios. Parte del 25% será asumido por las empresas importadoras en Estados Unidos y parte se reflejará en el precio al consumidor. Mudar fábricas de autos de México a Detroit o Texas es un proceso que lleva dos a tres años. Para algunos fabricantes, incluso, a pesar del gravamen de 25% podría seguir siendo más costeable hacerlos aquí que enteramente del otro lado de la frontera. Y paradójicamente, podría incluso beneficiar a México si ese 25% pega de manera diferenciada según el continente de procedencia. Estados Unidos importa 7.6 millones de autos cada año, la mitad de los cuales vienen de México y de Canadá. Pero si esa tarifa pega completa a los 4 millones de vehículos que proceden de Europa, Japón, China y Corea (principalmente), eso puede hacer más atractivos a los autos de México. ¿Por qué? Porque, en teoría, ese gravamen de 25% no se aplicará a la porción o las piezas que son elaboradas en Estados Unidos y armadas en México; una ventaja con la que no cuentan los vehículos que proceden de otros continentes.
2.- La contra reacción a Trump es el mejor aliado de México. La inflación en los precios al consumidor en Estados Unidos, la caída en las cotizaciones de las bolsas y la represalia contra productos norteamericanos en el resto del mundo provocarán resistencias y presiones crecientes sobre la Casa Blanca. Un probable descenso de la popularidad de Trump también. En conjunto un escenario bastante probable, que en algún momento el presidente intentará suavizar. Eso ofrece una enorme oportunidad a México. Y es así porque toda corrección parcial la asumirá a regañadientes y buscando algún pretexto que la justifique. Y seguramente no lo hará en favor de los países que tomen las mayores represalias contra Estados Unidos. En la medida en que México sea el país que mantiene la mejor relación posible dentro de las difíciles circunstancias, también será el probable primer beneficiado de un retiro total o parcial de tarifas. Se dice que la actitud reposada y no beligerante de Sheinbaum habría sido inútil si de cualquier manera nos aplicaron gravámenes; pero no se está contemplando que esta estrategia es clave para la etapa siguiente; cuando Trump tenga que comenzar a suavizar medidas para atenuar las presiones de la opinión pública y de los poderosos grupos de interés afectados.
3.- Trump termina en cuatro años. El presidente está intentando desmontar un modelo económico mundial, la globalización, por otro fincado en el proteccionismo. Los cuatro años no le alcanzarán, con lo cual podemos suponer que quedará en alguna etapa intermedia. Habrá que actuar asumiendo que la tormenta tiene una fecha de caducidad, por más que algunos efectos llegarán para quedarse. Si bien el desatado ego del neoyorquino le lleva a coquetear con la posibilidad de un tercer periodo, las posibilidades son mínimas. Incluso si su nivel de aprobación no se desploma antes, en 2028 tendrá 82 años. El escenario más probable es una alternancia dentro de cuatro años que modificaría mucho de lo construido (destruido) por la Casa Blanca.
4.- Con Trump o sin Trump el ajuste a la integración era necesario. A partir de la firma del TLC en los noventa, su impacto en la economía mexicana fue decreciente. Con Salinas de Gortari el PIB creció a una tasa promedio de 4% anual y con Zedillo a 3.5%; fue la época de oro de la globalización en el mundo. Pero en los siguientes 18 años (Fox, Calderón y Peña Nieto) el promedio cayó a 2% anual y menos de 1% con López Obrador, un siglo XXI de escaso crecimiento. Hubo países de América Latina que sin TLC con Estados Unidos crecieron con mejor ritmo que México en las últimas dos décadas. Es decir, ha sido importante para determinados rubros y regiones, y habrá que conservar esa planta productiva en lo posible, pero el efecto de conjunto dista de ser una panacea. Con la apertura indiscriminada a las importaciones, otros sectores de la economía se desplomaron frente a la inundación de productos asiáticos, por no hablar de la extrema vulnerabilidad que hoy padece nuestro país respecto a los caprichos de nuestro poderoso vecino. En ese sentido, el ajuste puede ayudar a transitar a un modelo híbrido más acorde a la diversidad de regiones y ramas productivas de nuestro país. Una buena oportunidad para comenzar a construir, en paralelo, oportunidades de negocios de cara al mercado interno y su fortalecimiento. Empresarios y gobierno de la 4T pueden coincidir en ello, a condición de escucharse uno al otro.
5.- Popularidad y liderazgo del gobierno mexicano. Al margen de casacas y corrientes políticas, la estabilidad y el apoyo social del que goza la presidenta constituye un activo invaluable en estos momentos, nos guste o no. En las emergencias, que exigen rapidez en la toma de decisiones y poder para instrumentarlas, la solidez de un liderazgo es una enorme ventaja. Muy pocos mandatarios en el mundo poseen este activo en la magnitud que hoy tiene Claudia Sheinbaum. Las crisis implican decisiones complejas y, en ocasiones, la aplicación de medicinas incómodas. Los márgenes de los que goza le permitirán respuestas rápidas y necesarias sin cargo a la gobernabilidad. Esperemos que siga ejerciendo con responsabilidad esta tarea.
Nos esperan tiempos difíciles. Si mantenemos la cordura podremos sortearlos.