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Censura, oportunismo y coraje: el periodismo en la era del PRI

  • Por: CARLOS S. MALDONADO
  • 22 FEBRERO 2024
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Censura, oportunismo y coraje: el periodismo en la era del PRI

El periodista Manuel Buendía fue asesinado de cinco balazos disparados a quemarropa por la espalda. Corría el verano de 1984 y México se hundía en una dura crisis económica y escándalos de corrupción bajo el Gobierno del presidente Miguel de la Madrid. Buendía, periodista de Excélsior, publicaba entonces una ácida columna titulada Red Privada, en la que denunciaba las oscuras actividades de la CIA en México, la podredumbre de los sindicatos petroleros, los chanchullos de los funcionarios gubernamentales y hasta la venta de armas a la contra en Nicaragua. El periodista tenía buenos contactos y una estrecha relación con los mandamases de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), encargada de espionaje en el Estado, hasta el punto que contaba con una credencial de esa oficina, una llave que abría muchas puertas. Sus detractores lo acusaban de ser una pluma a sueldo y fueron muchas las personas que se sintieron agraviadas con sus denuncias.

El asesinato del periodista generó un sismo en el México de la época y resume la relación ambigua entre periodismo y poder durante el priísmo, pero también demuestra cómo las revelaciones periodísticas contribuyeron a la creación de una opinión pública crítica que desembocó en la apertura democrática. El caso Buendía es analizado en De escándalo en escándalo (Siglo XXI editores), de la historiadora estadounidense Vanessa Freije (Indianápolis, 38 años), un libro que explora el impacto de las denuncias que hacía el periodismo durante la era del PRI. "Lo que hicieron los escándalos y la prensa de denuncia fue moldear esa concientización y prestar un lenguaje para disputar lo que se decía desde los ámbitos del poder político. Muchos escándalos o reportajes empezaron con una filtración, que hizo posible una investigación más profunda", explica Freije.

El crimen contra Buendía sigue opacado por una gruesa cortina de misterio, como luego ocurrió con tantos asesinatos de periodistas en México, convertido en uno de los peores países para ejercer la profesión: Reporteros Sin Fronteras recoge que desde el año 2000 han sido asesinados más de 150 periodistas. En junio de 1989 fueron capturados por el crimen de Buendía el policía Juan Rafael Moro y también fue condenado por la autoría intelectual José Antonio Zorrilla, exdirector de la DFS y con quien Buendía mantenía una estrecha relación como fuente informativa. Freije explora esa forma que tenían muchos periodistas de mantener lazos con las autoridades mexicanas, que usaban como una herramienta para obtener información, pero también para el chantaje y recibir beneficios económicos. "No había otra forma de sacar información", explica la autora. "Había un descontento dentro del PRI, que empezó a generar filtraciones de parte de quienes estaban en el poder porque no podían resolver sus desacuerdos a puertas cerradas", argumenta.

La precaria situación de los periodistas era usada por las fuentes poderosas para lograr coberturas que los favorecieran. "El Gobierno básicamente mantenía un control sobre la prensa de varias maneras. Un reportero común y corriente no ganaba casi nada y dependía del embute o del chayote [prebendas] o de otras formas de apoyo, que incluían la entrega hasta de departamentos o regalos para costear su vida. A eso se suma lo que daba el partido [PRI] a los directivos de medios, como la publicidad o el papel subsidiado. Los reporteros vivían de esa relación", asegura la historiadora estadounidense.

No todo en esta historia está relacionados con trapicheos. El periodismo mexicano también ha dado valiosas voces, llenas de coraje que se enfrentaron a grupos poderosos para denunciar las desigualdades y promesas incumplidas de la revolución de 1910, de la que el PRI se creía adalid. Uno de esos casos es el del periodista yucateco Mario Menéndez Rodríguez, quien en 1963 develó una enorme malversación de fondos públicos en las instituciones encargadas de entregar créditos a los productores agrarios de Yucatán. Menéndez Rodríguez dirigía El Diario de Yucatán y desde esa tribuna "acusó a ciertos funcionarios agrarios de enriquecerse a costa de los campesinos mayas que trabajaban en los campos de agave", relata el libro de Freije. El periodista, con apenas 26 años, acusaba a la revolución de incumplir la promesa de una reforma agraria eficiente y de entregar a los campesinos financiamiento y herramientas para que tuvieran una vida digna. En cambio, vivían en condiciones de miseria mientras los funcionarios estatales se enriquecían a manos llenas. Menéndez los calificó de "los judas de la revolución" y sus denuncias acapararon la atención del público en su estado y tuvieron eco en los grandes diarios de Ciudad de México, a tal punto que preocuparon al Gobierno y hasta a la CIA, que temía que el descontento desembocara en ma-

nifestaciones que podían ser aprovechadas por movimientos de izquierda. "El mexicano promedio lo que quería ver era que alguien tuviera que caer por esos escándalos. Con estas historias, el mexicano encontró un lenguaje compartido para hablar de la corrupción de parte del poder, lo que fue importante para unir a grupos distintos en luchas que iban desde lo particular a una lucha más amplia para lograr cambios", explica Freije.

El trabajo de Menéndez y de otros periodistas valientes influyó en la opinión pública a tal punto que el Gobierno tuvo que intervenir en muchas ocasiones por temor a las consecuencias de los escándalos revelados por la prensa. Si los sobornos no surtían efecto, acudía a la barbarie traducida en confiscación de imprentas, cierre de redacciones, negar el papel necesario para la impresión de diarios y revistas. Los poderosos usaron también el método más brutal: el asesinato de reporteros. Ninguna de esas artimañas, sin embargo, logró callar la voz de la prensa. "Creo que a través de esos escándalos y esos reportajes de denuncia se generó un consenso de que se tenía que ir el PRI y que eso iba a significar la democracia. Ese fue, digamos, el impacto más fuerte que tuvieron", analiza Freije. "La prensa de denuncia jugó un papel importante en la democracia en el sentido de que iba formando un público, que estaba unido por su desengaño con la vida política", agrega.

La apertura democrática en México no significó, sin embargo, garantías de seguridad para el trabajo de los periodistas. Si bien el Estado ya no ejerce la censura directa y ahora los reporteros cuentan con leyes que protegen el acceso a la información, hay un actor en esta historia: la violencia criminal y el narcotráfico, que amenazan la libertad de expresión. "La democracia electoral no ha garantizado mejores condiciones para la prensa. México es un caso ejemplar, en el sentido de que es un país que no está en guerra, pero donde los periodistas sufren peligro. Creo que influye mucho el hecho de que el sistema judicial no funciona como debería y no hay reglamentos para proteger a los periodistas", dice la autora, que teme que esa violencia se convierta en el arma que logre la censura del periodismo. "Ese es el peligro. La violencia es un problema muy fuerte para la prensa. Tenemos que estudiar más para entender exactamente cómo está generando autocensura, pero en ciertas zonas del país los periodistas no pueden tocar ciertos temas, incluyendo temas relacionados con la política local. Creo que esto a largo plazo va a ir degradado mucho la calidad de información a la que uno puede acceder, así como la vida democrática y pacífica del país", alerta Freije. Con todo, la autora aplaude la valentía del periodismo mexicano: "Una cosa que me impresiona muchísimo de la prensa mexicana es que a pesar de esas condiciones ha podido florecer y la muestra es que salen reportajes que están denunciando al poder".

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