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Carta a Ifigenia Martínez Hernández
Y el triunfo será de quien
convierta en canto el gemido.
"Alfonso Reyes"
Querida amiga:
Lamentable fue tu partida al éter, es decir, a la eternidad; te fuiste sin despedirte. Imborrable es aquel recuerdo de nuestra última reunión en tu casa en Dulce Olivia de Coyoacán. Cuando redactabas tus memorias bien acompañadas de mi amigo Rodrigo Rojas Navarrete, tu verdadero guardián hasta el final. Quedamos de vernos después del alto honor de colocar la banda presidencial a la presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo.
Justa y merecida fue la ceremonia solemne que la República rindió en la Cámara de Diputados el 8 de octubre para darte el último adiós, así como reconocerte como símbolo e icono de dignidad e integridad de mujer socialmente comprometida con el pueblo. Lamenté profundamente no estar presente en ese majestuoso homenaje que cimbró las paredes y los corazones de todos tus amigos.
Como lo comentamos varias veces en nuestro carácter y convicciones liberales, yo no creo en la muerte, la verdadera muerte es el olvido, hoy contemplamos la separación del alma de tu cuerpo, regresas a la verdadera realidad y libertad inmortal.
Nos dejas tu enorme legado de justicia social y lucha por la paz. Mujeres de tu talla no se entierran, se siembran en esta tierra pródiga agradecida que tanto amaste con verdadera pasión.
Haber compartido contigo diversas tareas constituyen un tesoro, que naturalmente plasmaré en mis memorias. Nuestros diálogos, verdaderos banquetes de Platón, influyeron poderosamente en mi azimut y vida profesional. Admiré siempre tu sencillez y buen trato a mi persona, tal vez inmerecido. Marcaste mi ruta para navegar en este mar lleno de traidores caballos de Troya y quintacolumnistas. Tu orientación me enseñó a no escuchar jamás el canto seductor y embeleso de las sirenas. Descubrí con emoción tu sabiduría de enseñar al que no sabe, emparentada con el "Emilio o la educación", (Rousseau), en don Benito Juárez, el general Lázaro Cárdenas y el legado de la Revolución Mexicana.
Eres una mujer mexicana por los cuatro costados, no requieres presentación ni carnet, todos te conocimos por tus obras, están a la vista. Tu homenaje no requirió de plañideras ante tus restos mortales. Imaginariamente entoné en tu funeral en silencio un canto a esta tierra requemada por el sol para que vivas para siempre.
Mi gratitud, querida amiga, es por apoyarme a perfeccionar mi tesis como joven oficial del Ejército mexicano sobre el Nuevo Orden Internacional, la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, la Zona Económica Exclusiva de México y nuestro mar patrimonial. Estos temas son significativos de grandeza y prestigio mexicanos.
En mis frecuentes visitas a sede de la ONU, cuando colaborabas en ese alto organismo al lado de otro mexicano inolvidable Porfirio Muñoz Ledo, conté con tu apoyo para todas mis conferencias y seminarios que serán parte de mis próximas memorias, que espero publicarlas pronto.
El Centro de Estudios Económicos que me honro dirigir conserva tus diversas participaciones en múltiples conferencias, especialmente la organizada en 1981 con el título "En torno al Estado y el Desarrollo", conjuntamente con la CEPAL, con destacada presencia de Raúl Prebisch, Fernando Henrique Cardoso y coordinada por otra gran mujer Rosario Green Macías; tu participación en los debates con certera visión era una homilía laica, dibujando la grandeza y prestigio de México ante el concierto de naciones.
Tus obras quedan y te agigantan como modelo a seguir para aquellos mexicanos que no busquen héroes prestados. Eres un quijote de la libertad y la democracia, Prometeo encadenado de la justicia social.
P.D.
Anoche soñé y me desperté asustado, que tu nombre aparecía en letras de oro en la Cámara de Diputados y el Senado de la República. Pero los sueños, sueños son (Calderón de la Barca).