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Azucena, entre libertades restringidas y polarización exacerbada

En la mañanera puede decirse misa. Lo cierto es que la salida de Azucena Uresti, de Milenio, difícilmente puede asumirse como una renuncia o una decisión de la televisora sin la presión de Palacio.  

Esta semana se han publicado diversas opiniones en los medios de comunicación y redes sociales sobre la salida de Uresti. Algunas opiniones se apegan a lo sucedido y no especulan. No es necesario cuando la censura se materializa, las hipótesis sobran. Sin embargo, hay quienes optan por llevar su reacción a uno de los dos extremos: el primero tiene que ver con la afirmación de que –casi casi– el presidente levantó el teléfono a la familia González (dueña de Milenio) para pedirles la salida de Azucena; el segundo es el planteamiento de que mientras la periodista no denuncie abiertamente la censura, esta no existió. 

Azucena, entre libertades restringidas y polarización exacerbada

El diagnóstico sobre la libertad de expresión no puede situarse solamente en supuestos subjetivos. Cinco años de gobierno de López Obrador han arrojado suficiente evidencia sobre ataques a la prensa.

Resulta imprescindible pensar el caso mexicano con respecto a otras experiencias en el mundo. Por ejemplo, el caso Ríos y otros, conocido y resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) que versa sobre la responsabilidad del Estado de Venezuela por las restricciones a la libertad de expresión en perjuicio de 20 trabajadores del canal RCTV.  

En la sentencia, la Corte IDH refiere sobre los hechos que "al observar la percepción que de ese medio de comunicación han expresado tener autoridades estatales y ciertos sectores de la sociedad, es posible considerar que dichos pronunciamientos de altos funcionarios públicos propiciaron o al menos contribuyeron a acentuar o exacerbar, situaciones de hostilidad, intolerancia o animadversión". (párr. 160).  

Por otro lado, en el caso de Granier y otros, la Corte Interamericana es más contundente al afirmar que los "funcionarios públicos tienen una posición de garante de los derechos fundamentales [...] sus declaraciones no pueden desconocer éstos ni constituir formas de injerencia directa o indirecta o presión lesiva en los derechos de quienes pretenden contribuir a la deliberación pública mediante la expresión [...]" (párr. 195)  

¿Suenan familiares estas referencias? Las expresiones del presidente en las mañaneras son, siguiendo el argumento de la Corte Interamericana, una forma de injerencia indirecta a la labor de los medios de comunicación.  

En este sexenio se ha demostrado que la presión a los medios de comunicación constituye una forma de censura. Azucena no es la única afectada, también lo es su público que se ha privado de informarse con la periodista y medio que habían elegido todos los días a las 10 de la noche. 

Quienes simpatizan con el gobierno, pero nunca han aceptado la restricción de libertades, tienen el compromiso de soltar la polarización discursiva y defender los derechos humanos antes de que sea demasiado tarde.  

@MaiteAzuela