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A dónde va el PRI

  • Por: SALVADOR CAMARENA
  • 09 AGOSTO 2022
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A dónde va el PRI

En el Estado de México se jugará mucho más que una gubernatura: una derrota del PRI marcaría el inicio de una hegemonía del lopezobradorismo

Si el año entrante el PRI pierde el Estado de México estará liquidado. Ganar esa entidad no garantiza futuro concreto para el partido que gobernó la República Mexicana más de 70 años, pero una derrota ahí tendría tal peso simbólico que haría imposible el desmoronamiento de la organización surgida para aplacar y agrupar a los ganadores de la revolución de 1910. Todos los priistas están conscientes de eso, pero hasta hoy no parecen tener lista su estrategia de salvación.

En la acera de enfrente, en cambio, están prestos para liquidar al PRI. En tan solo una semana Andrés Manuel López Obrador ha ejecutado una serie de movimientos político-judiciales que mucho complican la vida al Revolucionario Institucional. Desde distintos frentes el presidente ha lanzado embates que vulneran tanto a iconos del priismo como las posibilidades de una alianza opositora en el Estado de México. Palacio Nacional mandó el mensaje a la oposición de que, en efecto y dado que eso querían, habrá tiro.

Esta semana el oficialismo ha destapado a la maestra Delfina Gómez como candidata a la gubernatura mexiquense. Lo importante es el contexto en que ha ocurrido la revelación de un abanderamiento morenista que toda la clase política descontaba. La todavía secretaria de Educación Pública volverá a competir por el Palacio de Gobierno de Toluca, pero en esta ocasión AMLO pondrá en esa campaña todos los recursos del Estado, incluidas —por lo visto— pesquisas judiciales en contra de priistas y panistas.

La noticia el jueves de que Delfina Gómez será candidata al Edomex llegó un par de días después de que la Fiscalía General de la República informara que se alista a judicializar una acusación en contra del expresidente Enrique Peña Nieto, lo que supondría un paso inédito en la historia del país y un golpe directo en el corazón del priismo mexiquense.

Son tres las carpetas de investigación que la FGR tiene en contra de quien le cedió la banda presidencial a López Obrador en 2018. Esas indagatorias penderán de aquí al año entrante como una espada de Damocles imposible de obviar por, antes que nadie, Alfredo del Mazo, gobernador del Edomex y pariente del exmandatario que hoy habita en España.

El amago judicial en contra de uno de los suyos puede por supuesto galvanizar a la clase política de Atlacomulco, que sabe que la elección del año entrante no está decidida, que Delfina no luce como una candidata imbatible, y que los triunfos mexiquenses de PRI y PAN en las intermedias del 2021 son argumentos para albergar ilusiones de que Morena podría sufrir una sonora derrota en el Estado de México.

Pero si el golpe de ese anuncio de la FGR cimbró al priismo en el plano mediático, el oficialismo cerró la pinza al lanzar otras pesquisas en contra de figuras del panismo de Ciudad de México, una operación que complica las posibilidades de que PRI y PAN logren la prometida —y prometedora para sus objetivos— alianza en la elección del primer domingo de junio de 2023.

El sábado de la semana pasada el Gobierno de Claudia Sheinbaum lanzó una tarascada al PAN capitalino, al que acusa de haberse convertido en un "cartel inmobiliario". La detención ese día de un importante exfuncionario de la alcaldía de Benito Juárez —con dos décadas en manos panistas— y el posterior anuncio de que buscan aprehender al que por 12 años fuera secretario de Obras de esa demarcación, ambos acusados de apropiarse y explotar decenas de inmuebles, ha pegado en la línea de flotación del panismo nacional.

La Benito Juárez es el coto de poder desde donde Jorge Romero, actual líder de los diputados federales panistas y jefe político de los hoy requeridos por la justicia, ha construido una influencia sin la cual no se entiende la presidencia panista de Marko Cortés; porque Romero, cuyos méritos son una labia pegajosa, controlar padrones de militantes y una capacidad para llegar a acuerdos que han sido cuestionados por propios y extraños, es visto como quien apuntala a Cortés y como quien ha de sucederle.

Cuando la Fiscalía General de Justicia de Ciudad de México tocó con sus pesquisas a los dedos chiquitos de Romero en la Benito Juárez, en un caso que todavía dará mucho de qué hablar, sabía que había lanzado un golpe a la mandíbula de Marko Cortés, que no aguantó ni el primer round sin mandar un mensaje que abona a las posibilidades de Morena en el Edomex.

Antes de que concluyera la semana, Cortés publicó algo en Twitter que es imposible no leer como una petición de tregua. En ocasión del destape de Delfina, el viernes el líder panista escribió que "Morena premia a delincuentes. Delfina Gómez robó dinero de trabajadores para su campaña en Texcoco y López Obrador la recompensa con una candidatura para Edomex. Frente al cinismo y corrupción, estamos listos con quien ha demostrado que sabe ganar y gobernar: Enrique Vargas".

Si algo caracteriza a los priistas mexiquenses es el cuidado de las formas. Son adictos a los rituales y a engoladas cortesías. Que el presidente del PAN atropelle con un mensaje así las posibilidades de una alianza (que no menciona) con el PRI en el Edomex solo puede ser leído como producto de la desesperación. Cortés quiere que Palacio Nacional sepa que está listo a pactar impunidad para su aliado Romero, y que no le importa que el precio sea romper las posibilidades de que el PRI y Acción Nacional vayan juntos el año entrante.

Vargas es un político que, encima, resulta intransitable para el gobernador Del Mazo, que le ha combatido personalmente, pues ambos provienen del municipio de Huixquilucan, un municipio conurbado a la ciudad de México del que respectivamente han sido alcaldes.

 Desde hace meses la alianza en el Edomex es el tema que desvela a panistas y priistas. Esa negociación se volvió más central luego de los resultados de las elecciones estatales de junio pasado, donde la alianza opositora pudo salvar el orgullo al quedarse con dos de las seis gubernaturas en juego.

"Hay tiro", salieron a decir sincronizadamente los líderes de PAN y PRI a pesar de tan magro balance. Pero esos comicios sí dejaron claro que el ir separados en las dos elecciones del 2023 representa minimizar sus posibilidades de ganar.

Coahuila y Estado de México están desde siempre en manos del PRI. Son Estados muy distintos con algo en común: no saben lo que es la alternancia partidista a nivel gubernatura. Otra cosa en común es que sus actuales gobernadores están bien posicionados frente a sus gobernados y en el PRI.

Y con sus distintos estilos —más directo el coahuilense Miguel Riquelme, más ceremonioso Del Mazo— no han tenido dramáticos choques con el presidente López Obrador, como los que vivieron el gobernador panista Francisco García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas, o el exmandatario perredista Silvano Aureoles, de Michoacán.

Riquelme y Del Mazo encarnan también el típico gobernador priista. 

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