Objetivo número uno: aplanar la curva del coronavirus
Las autoridades sanitarias piden la colaboración de todos los ciudadanos para evitar el colapso de los hospitales
“No podemos impedir que el virus circule”, reconoció el lunes, en pleno directo en la televisión, el ministro de Sanidad francés, Olivier Véran. “Pero podemos evitar que demasiadas personas se infecten a la vez”, matizó. “Una imagen vale más que mil palabras”, prosiguió el ministro tras coger un bolígrafo y ponerse a dibujar en un papel. De su mano salió la gráfica que resume de un solo vistazo la estrategia mundial contra el nuevo coronavirus: intentar aplanar la curva epidémica.
El ministro había visto esa gráfica días antes en la revista médica The Lancet, en un análisis encabezado por el epidemiólogo británico Roy Anderson. “Lo que ha ocurrido en China muestra que la cuarentena, el distanciamiento social y el aislamiento de las poblaciones infectadas pueden contener la epidemia”, señala el equipo de Anderson, del Imperial College de Londres. China, lugar de origen del inquietante coronavirus, ha comunicado solo 20 nuevos casos en las últimas 24 horas, frente a los más de 4.100 detectados en ese tiempo en el resto del mundo. Hay que tomar decisiones drásticas.
El grupo de Anderson aplaude medidas como las prohibiciones de actos multitudinarios, pero señala otro camino. “El comportamiento individual será crucial para controlar la propagación de la COVID-19. En las democracias occidentales, las acciones personales, más que las acciones gubernamentales, podrían ser lo más importante”, subraya el equipo del Imperial College. “El rápido autoaislamiento [en casa, ante sospechas de tener el virus], la búsqueda de asesoramiento médico por teléfono a menos que los síntomas sean graves y el distanciamiento social son esenciales”, recalcan los autores.
El propio director general de la Organización Mundial de la Salud, el biólogo etíope Tedros Adhanom, ha recordado hoy que él estos días saluda a distancia, llevándose la mano al corazón. “Durante las próximas semanas, no dar la mano a alguien no será una falta de educación, sino un signo de responsabilidad cívica. Cada beso en la mejilla a nuestra amiga puede convertirse, de rebote, en el beso de la muerte para su anciana madre”, escriben hoy en EL PAÍS Miguel A. Hernán, epidemiólogo de la Universidad de Harvard (EE UU), y Santiago Moreno, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.
La gráfica de la revista The Lancet incluye una tercera posibilidad, además del pico insostenible de pacientes y la montaña de casos grande pero asumible. “Si las medidas [para controlar la propagación] se relajan dentro de unos pocos meses para evitar un duro impacto económico, es probable que aparezca un nuevo pico en otoño”, advierten los investigadores.
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El nuevo coronavirus ha infectado en poco más de dos meses a al menos 114.000 personas y ha matado a 4.000, la mayor parte de ellas con edad avanzada y otras enfermedades, como la hipertensión y la diabetes. El equipo de Anderson calcula que el virus infectaría al 60% de la población mundial en el peor de los escenarios. Las actuales estimaciones sugieren que el 80% de los casos serían leves o incluso sin síntomas, pero habría otro 15% en estado más grave, que requerirían oxígeno, y otro 5% en situación crítica, con necesidad de ventilación en la unidad de cuidados intensivos. Moriría entre el 0,3% y el 1% de los afectados.
Estas son las cifras que ponen los pelos de punta a las autoridades sanitarias. El Ministerio de Salud alemán ha divulgado la misma gráfica para que los ciudadanos visualicen la estrategia: “Cuanto más lento se propague el virus, mejor podrá manejarlo nuestro sistema de salud”. La OMS urge a los ciudadanos a que se laven las manos frecuentemente, a que tosan en sus codos, a que no se toquen la cara y a que se mantengan a una distancia de un metro de las demás personas. Hay que aplanar la curva del coronavirus.