Moisés Didenot, un migrante venezolano, participa junto con otros residentes latinoamericanos para hablar en contra de las denuncias de actividad criminal en su complejo de apartamentos en Aurora, Colorado, el 3 de septiembre de 2024.
Familias de Venezuela llegaron a EU en busca de una vida mejor ´Vivo una mentira´
Mujeres migrantes embarazadas luchan por sobrevivir en calles de una ciudad de Colorado
AURORA, Colorado, EE.UU.- Tenía ocho meses de embarazo cuando se vio obligada a abandonar su refugio para indigentes en Denver. Era noviembre.
Ivanni Herrera tomó de la mano a su hijo Dylan, de 4 años, y lo condujo hacia la fría noche, arrastrando una maleta que contenía ropa y mantas donadas que había tomado del Microtel Inn & Suites. Era uno de los 10 hoteles en los que la ciudad de Denver ha alojado a más de 30.000 migrantes, muchos de ellos venezolanos, en los últimos dos años.
Primero caminaron hasta un Walmart. Allí, con el dinero que ella y su esposo habían reunido tras mendigar en la calle, compraron una tienda de campaña.
Esperaron hasta que oscureció para levantar su nuevo hogar. Eligieron una franja con césped a lo largo de una autopista en Aurora, la ciudad vecina, un suburbio conocido por su población inmigrante.
"Quisimos ir donde había gente", dijo Herrera, de 28 años. "Se siente más seguro".
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Esa noche, las temperaturas bajaron a 0 grados Celsius (32 grados Farenheit), y mientras envolvía su cuerpo alrededor del de su hijo para mantenerlo lo suficientemente caliente como para que pudiera dormir, Ivanni Herrera lloró.
EN BUSCA DE UNA VIDA MEJOR Y ENCONTRAR ALGO DISTINTO
En los últimos dos años, una cantidad récord de familias de Venezuela llegaron a Estados Unidos en busca de una vida mejor para ellos y sus hijos. En cambio, se han encontrado en comunidades que se cuestionan sobre cuánto ayudar a los recién llegados — o si de plano no ayudarlos.
Imposibilitados para trabajar legalmente sin realizar trámites costosos y complicados, algunos se vuelven indigentes y no les queda más que confiar en la bondad de los extraños para sobrevivir. Algunos han tenido que dormir en la calle —incluso mujeres que están embarazadas.
Como muchos de su generación, independientemente de su nacionalidad, Herrera encontró inspiración para sus ambiciones de vida en las redes sociales. Cuando vivían en Ecuador, a donde había huido años antes para escapar del colapso económico en su natal Venezuela, Herrera y su esposo se animaron al ver videos y fotos de familias como la suya que cruzaban a pie el infame Tapón del Darién desde Colombia hasta Panamá. Si todas esas personas pudieron hacerlo, pensaron, nosotros también.
No conocían a muchas personas que se hubieran mudado a Estados Unidos, pero las fotos y videos de venezolanos en Facebook y TikTok mostraban a familias jóvenes y sonrientes con buena ropa y de pie frente a autos nuevos, y que alardeaban de hermosas vidas nuevas. Los informes de la Patrulla Fronteriza estadounidense muestran que Herrera y las personas que la inspiraron fueron parte de una migración masiva sin precedentes de venezolanos a Estados Unidos. Unos 320.000 venezolanos han intentado cruzado la frontera sur desde octubre de 2022, más que en los nueve años anteriores juntos.
Apenas unas semanas después de llegar a Denver, comenzó a preguntarse si el éxito que había visto era real. Ella y sus amigos habían desarrollado otra teoría: el revuelo respecto a Estados Unidos era parte de una red de engaño.
Después de varios días de acampar en la calle y hacer sus necesidades al aire libre, Herrera comenzó a tener una picazón incontrolable debido a una infección. Se preocupó: ¿pondría eso en peligro a su bebé?
Veía a médicos y trabajadores sociales en un hospital de Denver donde planeaba dar a luz porque atendían a todo el mundo, incluso a los que no tenían seguro médico. A ellos les alarmaba que su paciente embarazada ahora durmiera afuera en el frío.
Días después de que se vio obligada a dejar el Microtel, Denver puso en pausa su política y permitió que los inmigrantes indigentes se quedaran en sus refugios durante el invierno. Los funcionarios de Denver dicen que visitaron los campamentos para instar a los inmigrantes sin hogar a regresar a los albergues. Pero no se aventuraron fuera de los límites de la ciudad, como a Aurora.
En Aurora, la tercera ciudad más grande de Colorado, en el extremo este de Denver, los funcionarios han rechazado las solicitudes para ayudar a los inmigrantes. En febrero, el Ayuntamiento de Aurora aprobó una resolución que informaba a otras ciudades y organizaciones sin fines de lucro que no trajeran inmigrantes a la comunidad porque "actualmente no tiene la capacidad financiera para pagar nuevos servicios relacionados con esta crisis". No obstante, todavía vienen debido a su menor costo de vida y a la presencia de una comunidad de habla hispana.
De hecho, la semana pasada el expresidente Donald Trump atrajo la atención sobre la ciudad tras sugerir que una pandilla venezolana se había apoderado de un complejo de apartamentos. Las autoridades dicen que eso no ha sucedido.
Los médicos trataron la infección micótica de Herrera y la instaron a dormir en el hospital. No le costaría nada, le aseguraron, y además su parto estaría cubierto por Medicaid de emergencia, un programa que extiende los beneficios de atención médica para familias estadounidenses pobres a inmigrantes no autorizados en cuestiones de parto.
Pero Herrera se negó.
"¿Cómo iba a dormir dónde hace calor cuando mi hijo tiene frío y está en la calle?", preguntó.
OTRA FAMILIA ES EXPULSADA EN LA NOCHE
Era marzo cuando David Jaimez, su esposa embarazada y sus dos hijas fueron desalojados de su apartamento en Aurora. Desesperados por ayuda, arrastraron sus pertenencias hasta el grupo de estudio bíblico del jueves por la noche en "Jesus on Colfax", una iglesia y dispensador de alimentos dentro de un viejo motel. Su homónimo y ubicación, Colfax Avenue, ha sido desde hace mucho tiempo un destino para drogadictos, veteranos sin hogar y nuevos inmigrantes.
Cuando la familia Jaimez llegó, las oraciones se detuvieron. La gerente se dirigió a la familia en un español básico, complementado con Google Translate en su teléfono.
Después de llegar de Venezuela en agosto y alojarse en una habitación de hotel patrocinada por Denver, se mudaron a un apartamento en Aurora. La vivienda es más barata en ese suburbio del este, pero nunca encontraron suficiente trabajo para pagar el alquiler.
"Yo debo 8.000 (dólares)", dijo Jaimez, con los ojos muy abiertos. "Supuestamente hay trabajo aquí. No lo creo".
Jaimez y su esposa son elegibles para solicitar asilo o para recibier el estatus de protección temporal (TPS, por sus siglas en inglés) y, con ello, permisos de trabajo. Pero eso requeriría un abogado o un asesor, meses de espera y 500 dólares en honorarios cada uno.
SUEÑO AMERICANO FUERA DEL ALCANCE
En el garaje donde Herrera y su familia viven, las paredes están llenas de animales de peluche que la gente le ha regalado a ella y a su hijo. El bebé Milan, en el piso, se levanta para mirar a su alrededor. Dylan duerme en la cama.
Herrera recientemente envió 500 dólares a su hermana para que hiciera el viaje de meses desde Venezuela a Aurora con la hija de 8 años de Herrera. "Voy a tener a mi familia juntos", dice. Y cree que su hermana podrá cuidar a sus hijos mientras Herrera busca trabajo.
"No me siento capacitada para manejar todo esto", explica.
El problema es que Herrera no le ha dicho a su familia en Venezuela cómo pasa el tiempo. "Ellas piensan que estoy arreglando casas y vendiendo chocolate y flores", confiesa. "Vivo una mentira".
Cuando su hija llama a mitad del día, se asegura de no responder y sólo contesta después de las 6 pm. "Ellas piensan que me va tan bien que esperan que se les mande dinero", dice. Y Herrera ha cumplido: envía 100 dólares por semana para ayudar a su hermana a pagar el alquiler y comprar comida para su hija.