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‘Ahora soy una mendiga’

Pese a la intensa lluvia de proyectiles se aventuran a salir después de una semana en refugios subterráneos

POKROVSK, Ucrania

Yana Skakova y su hijo Yehor, que huyeron de Lysychansk con otras personas, se ven en un tren de evacuación en la estación de tren de Pokrovsk.‘Ahora soy una mendiga’

Pese al fuego de proyectiles, algunos lograron llegar a la localidad Pokrovsk, 130 kilómetros (80 millas) al sur, y embarcar un tren de evacuación el sábado que se dirigía al oeste, lejos de los combates.

La violencia ha ido en aumento en torno a Lysychansk y la vecina Sievierodonetsk, las últimas grandes ciudades bajo control ucraniano en la región de Luhansk. Luhansk y Donetsk, al sur, forman el Donbás, el corazón industrial en el este de Ucrania y donde centra ahora Rusia su ofensiva. Separatistas con apoyo ruso controlan parte del Donbás desde hace ocho años, y las fuerzas rusas intentan capturar por lo menos todo el Donbás.

TESTIMONIOS

Yana Skakova, que hacía saltar a su hijo de 18 meses en su regazo, contuvo las lágrimas mientras describía cómo habían vivido en un sótano bajo bombardeos constantes, y que había tenido que dejar a su esposo atrás cuando huyó con su bebé y su hijo de cuatro años.

Al principio de la guerra, señaló, había momentos tranquilos en los que podían salir del sótano para cocinar en la calle y dejar que los niños jugaran al aire libre. Pero el fuego se había intensificado en la última semana. Durante cinco días no habían podido salir del sótano en ningún momento.

“Ahora la situación es mala, da miedo salir”, dijo.

Fue la policía quien acudió a evacuarlos el viernes del sótano donde 18 personas, nueve de ellos niños, se refugiaban desde hacía dos meses y medio.

“Estábamos allí sentados cuando llegó la policía de tráfico y dijo: ‘Deben evacuar tan rápido como sea posible, porque ahora es peligroso quedarse en Lysychansk”, dijo Skakova.

Pese a los ataques y la falta de electricidad, gas y agua, nadie quería irse en realidad.

“Ninguno de nosotros quería dejar nuestra ciudad natal”, dijo. “Pero por el bien de estos niños pequeños, decidimos marcharnos”.

La mujer se echó a llorar mientras describía que su marido se había quedado atrás para cuidar de la casa y los animales. “Yehor tiene un año y medio y se ha quedado sin padre”, dijo Skakova.

Oksana, de 74 años y que tenía miedo de dar su nombre, dijo que su esposo de 86 años y ella habían sido evacuados el viernes de Lysychansk el viernes por un equipo de voluntarios extranjeros. Aún quedaban otras personas en la ciudad, dijo, incluidos niños pequeños.

Sentada en el mismo tren de evacuación que Skakova, se desmoronó y se echó a llorar mientras describía cómo había abandonado su casa hacia un futuro incierto.

“Voy a algún sitio, sin saber a dónde”, dijo entre lágrimas. “Ahora soy una mendiga sin felicidad. Ahora tengo que pedir caridad. Sería mejor matarme”.

Oksana trabajó 36 años como contable, en un puesto de funcionaria, señaló, y la idea de tener que depender de otros le resultaba insoportable.

“Dios quiera que nadie más sufra esto. Es una tragedia. Es un horror”, dijo. “¿Quién iba a decir que acabaría en semejante infierno?”.

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Un hombre que huye de los ataques es subido a un tren de evacuación en una camilla flexible.



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