Advierte veterano de una guerra civil en EU: Llama a levantarse en armas
Estados Unidos lo entrenó en explosivos para combatir, pero luego se rebeló en su contra; otros más como él hacen lo mismo
Octubre 21, 2024 -
MOUNT OLIVE, Carolina del Norte.- El ejército estadounidense lo adiestró en el uso de explosivos y tácticas de combate; ahora, este veterano de la guerra de Irak y miembro alistado de la Guardia Nacional llama a levantarse en armas contra la policía y los funcionarios de gobierno de su propio país.
Desde los bosques de Carolina del Norte, Chris Arthur alertó sobre la inminencia de una guerra civil. Los videos que publicó en YouTube llevaban títulos como “El fin de Estados Unidos o la próxima guerra revolucionaria”. En su opinión, Estados Unidos estaba cayendo en el caos y sólo habría una forma de sobrevivir: matar o morir.
Arthur estaba publicando ese contenido durante un auge del extremismo de ultraderecha que tuvo lugar en los años previos al ataque del 6 de enero contra el Capitolio de Estados Unidos. Escribió manuales de entrenamiento bélico para ayudar a otros a organizar sus propias milicias. Y ofrecía sesiones en su granja de Mount Olive, Carolina del Norte, en las que enseñaba cómo secuestrar y atacar a funcionarios públicos, utilizar francotiradores y explosivos y diseñar trampas explosivas del tipo “embudo mortal” para infligir bajas masivas.
Mientras seguía publicando sus mensajes, las fuerzas militares y policiales ignoraron más de una docena de advertencias telefónicas del exmarido de la esposa de Arthur sobre su retórica, cada vez más violenta, y sus exhortaciones al asesinato de agentes de policía. Esta inacción de la Guardia Nacional, el FBI y otras instancias permitió a Arthur seguir fabricando y almacenando explosivos cerca de niños pequeños, y entrenar a otro extremista que posteriormente atacó a agentes de policía en el estado de Nueva York y les llevó a una persecución desenfrenada y un tiroteo que se extendieron por dos horas.
Arthur no es una anomalía. Se encuentra entre las más de 480 personas con antecedentes militares acusadas de delitos extremistas por motivos ideológicos desde 2017 hasta 2023, incluidos los más de 230 detenidos en relación con la insurrección del 6 de enero.
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Al mismo tiempo, mientras el ritmo de radicalización de la población general ha aumentado en los últimos años, las personas con antecedentes militares se han radicalizado a un ritmo más rápido. Sus complots extremistas también tenían más probabilidades de incluir adiestramiento armamentístico o armas de fuego que los complots que no incluían a alguien con antecedentes militares, según un análisis realizado por The Associated Press de los datos sobre terrorismo interno obtenidos en exclusiva por la AP. Esto era cierto tanto si los complots se llevaban a cabo como si no.
Aunque el número de personas implicadas sigue siendo pequeño, la participación de militares en activo y veteranos dio a los complots extremistas un mayor potencial de causar lesiones o muertes masivas, según los datos recogidos y analizados por el Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo (START por sus siglas en inglés) de la Universidad de Maryland. Los investigadores del START descubrieron que más del 80% de los extremistas con antecedentes militares se identificaban con ideologías de ultraderecha, antigubernamentales o de supremacismo blanco, y el resto se dividía entre ideologías de extrema izquierda, yihadistas u otras más.
A la sombra del asalto al Capitolio del 6 de enero —dirigido en parte por veteranos— y de unas elecciones presidenciales muy reñidas, funcionarios policiales han afirmado que una de las amenazas terroristas más persistentes y apremiantes para Estados Unidos es la de los extremistas violentos internos. Sin embargo, a pesar de la creciente participación en actividades extremistas por parte de personas con experiencia militar, todavía no existe un sistema policial integrado para rastrearla. Y la AP supo que investigadores del Departamento de Defensa de Estados Unidos desarrollaron un enfoque prometedor para detectar y vigilar el extremismo que el Pentágono ha decidido no utilizar.
Como parte de su investigación, la AP examinó y amplió los datos y análisis proporcionados por el START, y recopiló miles de páginas de expedientes y horas de grabaciones de audio y video mediante solicitudes de archivos públicos.
Sin ningún obstáculo, Arthur almacenó armas en Mount Olive, algunas de ellas con los números de serie borrados a fin de hacerlas imposibles de rastrear. Entrenó a una manada de Doberman pinschers como perros guardianes. Equipó su antigua granja, donde vivía con su esposa, sus tres hijos y los dos hijos del matrimonio anterior de ella, con explosivos improvisados, incluyendo una bomba oculta en el porche delantero y conectada a un interruptor en el interior.
Ya en 2017, el exmarido de su esposa había comunicado su preocupación por la seguridad de sus hijos a las autoridades militares, federales y locales, según los registros de llamadas y los informes policiales.
Mientras tanto, Arthur seguía ampliando sus actividades y conectaba con más personas de ideas afines.
A principios de 2020, un hombre con un odio furibundo hacia la policía y con el interés de montar una milicia en Virginia llegó a la granja, impaciente por aprender.
UN PROBLEMA LATENTE
Los miembros de las fuerzas armadas y los veteranos que se radicalizan representan una ínfima fracción de punto porcentual de los millones y millones que han servido honorablemente a su país.
Sin embargo, cuando las personas con antecedentes militares “se radicalizan, tienden a hacerlo hasta el punto de la violencia contra masas”, afirmó Michael Jensen, del START, que dirige el equipo que ha pasado años recopilando y examinando el conjunto de datos.
Su grupo descubrió que, entre los extremistas, “el factor predictivo número 1 para ser clasificado como agresor en masa era tener antecedentes militares en Estados Unidos, más que los problemas de salud mental, más que ser un solitario y más que tener antecedentes penales o problemas de abuso de sustancias”.
Los datos rastrearon a individuos con antecedentes militares, la mayoría veteranos, involucrados en planes para matar, herir o infligir daños con fines políticos, sociales, económicos o religiosos. Aunque algunos de los complots violentos incluidos en los datos no tuvieron éxito, los que sí lo tuvieron mataron e hirieron a docenas de personas. Desde 2017, casi 100 personas han muerto o resultaron heridas en estas maquinaciones, casi todas al servicio de una agenda antigubernamental, supremacista blanca o de ultraderecha. Esas cifras no incluyen ninguno de los actos de violencia del 6 de enero, que dejaron decenas de policías heridos.
Un mes después de que personas ataviadas con equipo táctico asaltaran la escalinata del Capitolio de Estados Unidos en formación militar el 6 de enero, el nuevo secretario de Defensa, Lloyd Austin, abordó este problema. Ordenó la “retirada” de todas las fuerzas para que los mandos militares locales tuvieran el tiempo de discutir el problema con su personal. Creó el Grupo de Trabajo para la Lucha contra las Actividades Extremistas, encargado de estudiar y recomendar soluciones. Entre las recomendaciones finales del grupo figuraba la de aclarar qué estaba prohibido en virtud del veto militar a las actividades extremistas. La política actualizada, publicada en diciembre de 2021, especifica ahora que las acciones antigubernamentales o antidemocráticas constituyen violaciones del Código Uniforme de Justicia Militar, una ley federal que se aplica a todos los miembros del servicio castrense.
Algunos aplaudieron los cambios, pero los líderes militares y políticos llevaban años preocupados por el extremismo en el seno de las fuerzas armadas, tras la alarma que supuso en 1995 la muerte de 168 personas en el atentado de Oklahoma City a manos del veterano del ejército y supremacista blanco Timothy McVeigh. Y tanto el Pentágono como el Departamento de Seguridad Nacional y una rama de investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos han financiado la investigación del START.
Bishop Garrison, veterano del ejército estadounidense y exasesor sénior de Austin, dirigió el grupo de trabajo para abordar el extremismo tras el 6 de enero y los disturbios generalizados en 2020 en plena pandemia de COVID y en medio del replanteamiento de la cuestión de la injusticia racial.
LAS VISIONES APOCALÍPTICAS
Los investigadores concluyeron que Blessed había planeado un ataque mucho mayor.
Unos meses más tarde, el 6 de enero, las visiones apocalípticas del futuro de Arthur empezaron a hacerse realidad cuando muchos hombres y mujeres con ideas afines irrumpieron en el Capitolio de Estados Unidos. Arthur no estaba en Washington, D.C., indicó, pero las secuelas del ataque dieron con él casi de inmediato.
Los agentes federales estaban tocando a las puertas de sus correligionarios en Carolina del Norte, dijo, y sus propias acciones se verían sometidas a un escrutinio más estricto.
En el camión de Blessed, los investigadores hallaron dos manuales sobre explosivos y tácticas militares por los que había pagado 850 dólares a Tackleberry Solutions, el negocio de Arthur. Encontraron también 125.000 dólares en efectivo, 14 bombas de tubo, un fusil AK-47 con mira telescópica, un fusil calibre 50, un fusil de francotirador y decenas de miles de dólares en munición.