Muy cerca del paraíso
Roo, los viajeros hallan Bacalar, Chetumal y Mahahual
T ras casi un año de encierro se antoja huir de la cotidianidad e ir a gozar de espacios abiertos, lejos de las grandes urbes y los tumultos. Y en la llamada Grand Costa Maya, al sur de Quintana Roo, los viajeros hallan rincones perfectos para hacerlo.
UNA JOYA
Los quintanarroenses, quienes viven del turismo, han sabido establecer los debidos protocolos de bioseguridad. Además, la importante conectividad aérea del Aeropuerto Internacional de Chetumal han convertido a esta capital en una atractiva puerta de entrada para descubrir las joyas menos exploradas del Estado.
Esta área está en pleno crecimiento. Sin embargo, el viajero que hasta aquí llegue, lejos de toparse con los grandes desarrollos turísticos, hallará la calma de pequeños poblados, el confort que ofrecen hoteles boutique y riqueza gastronómica tanto en locales tradicionales como en restaurantes con propuestas contemporáneas.
La Grand Costa Maya es ideal para reconectarse con uno mismo y ofrece alternativas para quienes viajan en pareja, con la familia o con pequeños grupos de amigos. Reina el descanso, aunque también es posible maridarlo con un poco de aventura ya que hay un amplio catálogo de actividades ecológicas y acuáticas como esnórquel, buceo, kayak y paddle board, entre otras.
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FUERA ESTRÉS
El tiempo parece correr más lento. El destino se presta para que los citadinos se despojen del estrés y practiquen el slow travel disfrutando -al estilo de los lugareños- de cada momento y de la naturaleza.
A unos 40 minutos del aeropuerto de Chetumal se encuentra Bacalar, que ostenta el título de Pueblo Mágico y presume una maravilla de la naturaleza conocida como la “Laguna de los Siete Colores”.
Los amantes de lo natural se dan vuelo ya que en este destino, además, tanto el turismo de bienestar como el consumo de lo local son prioridades.
OTROS RINCONES
Y, aproximadamente a una hora de Bacalar, está Mahahual, que invita a volver a los básicos: dar un paseo en bicicleta, descansar en una hamaca a la sombra de las palmeras, probar delicias elaboradas con la pesca del día, recibir un masaje ambientado por el suave oleaje y tomar un merecido respiro.
BIEN PROTEGIDOS
Los quintanarroenses han sabido llevar los protocolos de bioseguridad y, por ello, piden a los visitantes seguirlos. Por ejemplo, con el uso del cubrebocas -a pesar del calor y el sudor- son muy estrictos. La capacidad de hoteles y restaurantes está topada a los porcentajes establecidos, y en todos los negocios se promueve el constante lavado de manos y el uso de gel antibacterial.