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Testimonios del rapto de una familia negra, 1859

En Reynosa ya existían los espacios comerciales para la música en restaurantes, bares y casinos, durante los años de las décadas de 1940 y 1950. En estos lugares tocaron orquestas, bandas, tríos, conjuntos y pianistas que acompañaban el cantar de los vocalistas. Reynosa y la frontera estaban listos para el “rock and roll”

Fuga de esclavos, interpretación pictórica.Testimonios del rapto de una familia negra, 1859

(Segunda parte)

El  13 de julio de 1859, Francisco Longoria Guerra se presentó ante el juzgado de Reynosa, presidido por el juez de 1ª instancia Juan N. Treviño. Francisco vivía con su familia en su propia casa, a cincuenta pasos de la vivienda de donde fue raptada la familia de color, apellidada Henderson. Ambas familias cohabitaban con otras, incluyendo esclavos fugitivos, en el rancho San Pedro de los Esteros, propiedad de Juan Longoria Tijerina, padre de Francisco.

La información que aportó Francisco Longoria no sólo ampliaba la pesquisa presentada por los testimonios recabados el día anterior, sino que involucraba a algunos testigos, en los hechos del secuestro de la familia afroamericana en el lado sur del río Bravo.

Testimonios incriminatorios

Por sospechas, suponía Francisco Longoria que el yerno de don Salvador Cavazos, Manuel Muñoz, fuera uno de los que cometió el crimen, acompañado, tal vez, por otros individuos. Declaró que dos días antes del secuestro de los seis miembros de la familia Henderson, Manuel estuvo en su casa como a mediodía, percibiendo que a cada momento veía hacia la casa de los negros; también se enteró por unos chamacos, hijos de la “madama” Salomé, que un día antes de la visita a su casa, el mencionado Manuel había estado por la mañana cerca del jacal de la familia negra, escondido en un mogote al sur de su vivienda. 

Especulaba que el robo de la familia se había hecho en la noche hacia la izquierda (lado norte) del río Bravo, pues al día siguiente por la mañana después que se corrió la noticia, Francisco, los negros Rufino y Rafael siguieron las huellas desde la casa de la familia. Todos los rastros que salieron hacia el río eran de gente a pie, de la familia y de sus conductores, que llegaron hasta la esquina de la labor de su padre Juan Longoria Tijerina. 

A la familia la hicieron cruzar la cerca entrando a la labor de don Antonio Sáenz. Francisco y sus acompañantes abandonaron la búsqueda, pues sabían que en el rincón del potrero de don Antonio tenía la lancha don Salvador Cavazos, el suegro de Manuel Muñoz, suponiendo que en ese paso había sido donde embarcaron a la familia para la izquierda del río Bravo (lado norte). Durante el rastreo, observaron unos zapatos tirados al bajar el primer estero y una polca (chaqueta) blanca antes de llegar a la cerca, asumiendo que eran pertenencias de la negra Jamie.

Antonio Sáenz contaba con 43 años de edad, oriundo de esta villa, de oficio labrador. Tenía su labor en el rincón del potrero donde se encontraba el cruce para los Estados Unidos. En su declaración don Antonio recordaba que el rapto de la familia había sucedido un lunes por la noche del mes anterior o sea de junio; haciendo la noticia extensiva el día martes 14 por la mañana.

Este testigo sospechaba también que uno de los cómplices era Manuel Muñoz, individuo que residía en el mismo rancho, aunque en vivienda separada. Esto lo sospechaba porque el día anterior al rapto, el domingo 12 del mismo mes de junio, lo notó primeramente ir a las tres de la tarde, al rancho de Juan Longoria Tijerina, con su par de pistolas de un tiro en la cintura y regresar al ponerse sol. Don Antonio, advirtió que Manuel en su regreso, le preocupaba un asunto de suma importancia. 

En sus movimientos era muy activo, “luego luego,” se dirigió al río al punto donde tenía su padre político don Salvador Cavazos una lancha, divisándola al llegar a la orilla por la banda opuesta. Manuel preguntó a su madre política doña Sanjuana Anzaldúa, quien de casualidad había ido por agua al río, qué persona se había llevado el bote para el otro lado (Estados Unidos); sin aguardar respuesta le gritó a un joven que era hermano político del mismo apellido (Francisco) Muñoz, que le echara la lancha de regreso.

Al mismo tiempo le decía a su madre política que ya era muy tarde y que no tardarían ya “los del compromiso”; esta conversación la supo don Antonio por su esposa doña Agapita Pérez, quien había bajado también al agua por el lado opuesto de la cerca y había escuchado la conversación entre Manuel Muñoz y su suegra.

Antonio declaró que antes de suceder el robo de la familia de color, Muñoz se empeñó en reparar la lancha de su suegro, la que le tenían unos norteamericanos pagada por cinco días, para darle el uso que les conviniese; creía que sería para pasar algún ganado menor que hubiesen comprado los americanos que estuvieron a la izquierda del río Bravo y de los cuales cuatro pasaron con la lancha de don Salvador Cavazos. 

Cazadores de esclavos

Río arriba de la labor de don Antonio Sáenz, se encontraba la propiedad de su vecino don Esteban Gámez, la cual estaba separada por una cerca y se comunicaban a través de una puerta colindante al río. Este último poblador le había contado que el mismo Cavazos había pasado a los extranjeros al lado mexicano.

Los primeros días que cruzaron, dos de los americanos durmieron a la orilla del río mientras que otros dos se cruzaron para el lado norte; y al siguiente día volvieron a pasar los que habían marchado al otro lado y reunidos con los dos que se habían quedado de esta banda, salieron por la puerta hacia la propiedad de don Esteban Gámez.

Cuando don Antonio le pregunta a su vecino Gámez qué andarían haciendo aquellos extranjeros, le contestó: “que decían andaban con objeto de comprar ganado”. En ese mismo día, don Antonio se fue para Matamoros a unos negocios, en su regreso volvió a tener una entrevista con Gámez sobre el particular y éste le informó que los extranjeros no habían vuelto del lugar por donde habían entrado. El día 9 o 10 de junio había vuelto de Matamoros, dos o tres días después observó que Muñoz y Cavazos se ocupaban de componer la lancha y vio que este último le dijo a doña Felipa (madre de Muñoz) que necesitaba una tabla; la cual se la negaba la señora por ser parte de la cama de su hija. Cavazos le replicó que la necesitaba y que era preciso hacer uso de ella, porque tenía la lancha comprometida. 

La evidencia se iba acumulando en contra del dueño del vado que comunicaba a los dos países vecinos, en especial en contra de Manuel Muñoz, quien era quien participaba directamente como espía de la partida de americanos, que planeaban la aprehensión de la familia Henderson.

Estas declaraciones provenían de personas inmediatas a los ranchos donde habían sucedido los hechos, pronto surgirían nuevas atestiguaciones que ponían en claro la participación de Manuel Muñoz en el rapto de uno de los miembros de la familia afectada. Pero esto será narrado en el próximo artículo sobre esta situación que acontecía en la jurisdicción fronteriza de Reynosa, a solo tres años antes de que iniciara la guerra civil en los Estados Unidos.

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Cacería de esclavos legalizada.

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Esposas para esclavos.